La economía informal, tan denostada por muchos, es en realidad una ayuda para reducir la presión de economías deficitarias como la nuestra, donde crecen la pobreza y la desigualdad.
Hay cerca de 12 millones de personas trabajando en este esquema, lo que representa casi el 30 por ciento de la fuerza laboral.
Este ejército de personas no tiene acceso a seguridad social, vivienda digna o pensiones. Mucho deberá hacerse ya que en menos de 30 años seremos un país de adultos y la economía tiende a la contratación externa.
Cerca del 70 por ciento de los empleos en la industria y el comercio son de pequeños y medianos empleadores.
Habrá que generar programas de apoyo a los miniempleadores, dar seguridad a sus trabajadores, capacitarlos en la generación de bienes; incorporar a los informales a esquemas productivos virtuosos, como lo han logrado en Asia y algunos países europeos.
Recordemos que el petróleo dejará de ser “la gallina de los huevos de oro” antes de una década y sólo con los impuestos de trabajadores y empresarios podremos remontar estas décadas perdidas por la comodidad de muchos políticos empresarios que rehuyeron el compromiso de empujar reformas fiscales, laborales y económicas responsables y exitosas.
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