En la mayoría de los países en vías de desarrollo, en especial América Latina, el comercio informal está vinculado con los niveles de pobreza y marginación; sin embargo, en la actualidad, y de forma especial en México, dicho fenómeno social está asociado con diversos factores, principalmente con la oportunidad de utilizar un espacio público por el cual no se paga, es decir, hacer uso de un factor productivo sin que éste sea retribuido.
La doctora Sylvia Beatriz Guillermo Peón, investigadora de la Facultad de Economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y especialista en el tema, puntualizó que aún cuando se considera que la presencia de vendedores informales está relacionada con la pobreza y con evasión de impuestos, debe subrayarse que es un fenómeno causado por un factor de oportunidad, es decir, por la facilidad de hacer uso de un recurso sin tener que pagar por éste.
En ese sentido, a través del proyecto de investigación “Enfoque teórico y empírico de la economía informal: causas, medición y posibilidad de solución”, el equipo de investigación encabezado por la doctora Guillermo Peón, analiza el fenómeno del comercio informal, bajo una nueva perspectiva a la que denomina “enfoque de factores no retribuidos”.
Para el caso de la economía mexicana, el factor no retribuido resulta ser principalmente el espacio público, aunque no debe descartarse que en ocasiones también lo es la mano de obra (como ocurre cuando a un trabajador, por ser miembro de la familia, no se le paga por su trabajo o la retribución es menor a la que ofrece el mercado en condiciones laborales similares).
“Muchos estudiosos relacionan la economía informal con la pobreza y con el exceso de regulaciones por parte de las autoridades de gobierno, pero hemos encontrado que el informal no necesariamente genera ingresos que estén asociados con los niveles de pobreza patrimonial, de capacidades y mucho menos de alimentación”, señaló.
En ese sentido, la Investigadora refirió que si bien es cierto que se encuentran casos de comerciantes informales cuyos niveles de pobreza motivaron el dedicarse a la actividad económica informal, dijo, éstos ya no son la generalidad.
“Estos casos se relacionan principalmente con habitantes de zonas rurales que se trasladan a las zonas urbanas para vender sus productos, donde lo atractivo para ellos es que no pagan por el espacio que ocupan para realizar su actividad comercial; de no ser así, el costo para comercializar sus productos desalentaría el traslado del campo a la ciudad para convertirse en vendedor informal; en pocas palabras, lo pensarían dos veces antes de abandonar sus comunidades de origen”, dijo.
Indicó que de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en México, cerca del 30 por ciento de la ocupación de trabajadores está ubicada dentro del sector informal.
Asimismo, se señala que entre el 12 y 13 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) total de la economía es generado por la informalidad. “Consideramos que esta cifra es baja si lo vemos desde la perspectiva del estudio que hacemos, porque en las cifras del INEGI no se toma en consideración el pago que debiera realizarse por el uso del espacio público para que los llamados agentes informales generen valor al llevar a cabo su actividad productiva de bienes o servicios”.
Explicó que el factor de producción, ya sea para bienes o servicios (capital público por el cual no pagan) se convierte en una gran oportunidad de explotación para un negocio, porque es el dueño del negocio informal quien se apropia del pago del factor no retribuido incrementando sus ingresos.
Sin duda, señaló que uno de los problemas que genera la presencia del comercio informal en la vía pública es el desorden urbano, porque obstaculiza el paso de peatones y el tránsito de vehículos, ensucia las calles y en muchas ocasiones quita mercado a establecimientos formales. Todo esto genera un incremento en los costos de transacción para los peatones y automovilistas, y para la ciudadanía en general; es decir, el informal nos transfiere los costos del uso de la vía pública”, indicó.
La Doctora en Economía señaló que la creación de políticas públicas adecuadas para la reubicación de los ambulantes puede ser un primer paso para desincentivar la existencia de la actividad informal, al crearse también mecanismos para que los informales puedan adquirir capital físico (espacio donde llevar a cabo su actividad), ya que, muchas veces es la imposibilidad de adquirir y pagar por éste la que motiva su existencia.
Consideró que es acertado que se establezcan centros comerciales donde se agrupen a los vendedores; “se trata de ordenación urbana y de utilizar el espacio público pero retribuyendo por el mismo, es decir, pagar por el factor de producción que se utiliza”, abundó.
Agregó que si bien la reubicación es un paso importante, la reglamentación y el cumplimiento de la ley respecto al uso de los espacios públicos, son también condiciones necesarias para que la informalidad disminuya significativamente, y eventualmente desaparezca.
Por otra parte, explicó que la actividad informal también puede generar externalidades positivas asociadas con las economías de aglomeración, al permitirse que haya mayor atracción de clientes, quienes pueden encontrar en un solo espacio una gran variedad de productos tanto en precios, calidad y tamaños.
“El aprovechamiento de las bondades generadas por las economías de aglomeración puede darse pero aunado a un orden y reglamentación urbana, para que los costos de la aglomeración no superen a los beneficios”, acotó.
La académica subrayó que este proyecto de investigación que desarrolla con su equipo está orientado hacia dos propósitos fundamentales: el académico, a través del cual puedan entender tal problemática socioeconómica; y un segundo aspecto enfocado a la solución del problema, presentando posibles propuestas para la mejora en el diseño de las políticas públicas relacionadas con el tema.
De acuerdo con el trabajo de investigación, la doctora Guillermo Peón puntualizó que el número y giro de establecimientos informales varía dependiendo del horario; así, el número de ellos es prácticamente el doble para horario matutino en comparación con la actividad de este tipo registrada por las tardes o noches. Sin embargo, independientemente del horario, el giro de los establecimientos informales que más se registra, es el relacionado con alimentos.
Señaló que los puntos de estudio en la capital poblana son las calles comprendidas en un área delimitada por las vías: 31 poniente, Boulevard Atlixco, Boulevard 5 de Mayo y Diagonal Defensores.
“En dichas zonas se contabilizaron cerca de dos mil establecimientos informales, los cuales están presentes en diferentes horarios: matutino de 8:00 a 14:00 horas y el vespertino de 17:00 a 21:00 horas”, refirió.
La investigadora subrayó que este trabajo es un proyecto multidisciplinario en el que participan economistas, un administrador público y un abogado, todos ellos especialistas de la Máxima Casa de Estudios.
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