¿Alguien en Washington sabe que 20% de los hombres estadounidenses no trabaja? Así es, uno de cada cinco hombres en el país cobra subsidio por desempleo, por discapacidad, está en prisión, opera en la economía informal o sobrevive con los salarios de la esposa, la novia o los padres. El porcentaje equivalente en 1970, de acuerdo al McKinsey Global Institute, era de 7%.
Tanto demócratas como republicanos han demostrado su dudoso talento a la hora de controlar el presupuesto federal, ya sea embarcándose en una espiral de gastos o concediendo beneficios fiscales a millonarios de propietarios de aviones privados. Por eso hoy, el lamentable y peligroso drama de la deuda paraliza a ambos partidos en sus respectivas trincheras. ¿Estos son los líderes capaces de afrontar el temible hecho de que 4.3 millones de estadounidenses han estado desempleados no sólo por meses, sino por años? Corremos el peligro de perder una generación de hombres habituados a trabajar.
Este problema va más allá de la elevada tasa de desempleo del 9.2% y de las inquietantes noticias de la semana pasada sobre un repunte en los despidos. Si bien todos sabemos que hay una escasez de empleo, los patrones a su vez hablan cada vez más de una ‘escasez de talento': no pueden encontrar trabajadores calificados para las vacantes disponibles. "Descubrimos que el 30% de las compañías sondeadas tuvieron puestos vacantes durante seis meses o más, y no pueden encontrar a la persona indicada", comenta Susan Lund, directora de investigación en el McKinsey Global Institute.
En el mercado laboral de hoy, las compañías pueden darse el lujo de ser más exigentes respecto a quién contratan, y con frecuencia ‘roban' empleados que laboran en otras empresas en lugar de sumergirse en el grupo más arriesgado de personas que han estado desempleadas por meses o años. "Mientras la demanda (de trabajadores) siga baja, piensan ‘puedo demorar la contratación y cuando contrate a alguien será la persona perfecta'", señala Jeff Joerres, presidente y CEO de ManpowerGroup.
Google suele abrir vacantes de 1,500 a 2,500 plazas que tardan meses en cubrirse, comenta Laszlo Bock, vicepresidente de recursos humanos de Google. Y la demanda no se limita a ingenieros e informáticos: Frits van Paasschen, CEO de la cadena hotelera Starwood, dice "tenemos varios trabajos -como el de contador internacional- donde no encontramos solicitantes calificados". De acuerdo con Joerres, la necesidad principal que tienen las compañías hoy es la de personal de ventas: alguien con capacidades no sólo en relaciones humanas, sino en dominar los detalles de una cadena de suministro.
Los tres ejecutivos expresaron estas opiniones la semana pasada en un foro laboral, donde se exponía la enorme desconexión entre los trabajos disponibles y las aptitudes obsoletas de quienes han estado desempleados por largos periodos de tiempo. La gente "no tiene idea de las habilidades que debe tener para encontrar un trabajo", acota Bock.
Ese desfase debe ser atendido por las empresas. Cierto que hay un aumento en los programas de capacitación, y hay también compañías como Delta que se asocian con universidades estatales para producir gerentes de aerolínea listos para trabajar, y convenios como el de Manufacturing Institute, que colabora con escuelas comunitarias en la certificación de programas... pero Joerres dice que muchas compañías no ofrecen capacitación a los empleados potenciales porque no tienen que hacerlo, debido a la escasa demanda del consumidor y al débil mercado laboral.
Mientras más tiempo esté desempleada una persona, más se rezaga en las aptitudes que se precisan en una economía global acelerada. Pero existe una pregunta todavía más fundamental en ese problema: ¿están contribuyendo nuestras políticas públicas al aumento de millones de estadounidenses que han perdido el hábito de trabajar?
Creamos o no en la afirmación de que el subsidio por desempleo desalienta la búsqueda inmediata de trabajo, vale la pena cuestionarse si el sistema estadounidense de ‘desempleo' debería seguir mejor un programa de ‘re-empleo' como el sistema alemán, que redujo las tasas en ese país.
Además está el seguro federal por discapacidad: el porcentaje de adultos estadounidenses cobrando esos cheques de ayuda se ha duplicado desde 1989 -aunque la población no sea menos sana- o sufra más discapacidad mental (el subsidio que más crece). "Es difícil sobreestimar el papel que el programa de invalidez juega a la hora de desalentar... el empleo de adultos que no son de edad avanzada", concluye un estudio desarrollado en MIT por David H. Autor y Mark Duggan, de la Universidad de Maryland.
Si eso no es suficiente para alarmar a los líderes políticos, he aquí una proyección a 10 años de lo que le sucederá a la fuerza laboral de Estados Unidos si las tendencias actuales continúan: seguirá creciendo la cantidad de trabajadores que reciben subsidios por discapacidad, y otros cuatro millones de preparatorianos abandonarán la escuela, sumándose a los 15.4 millones de desertores del sistema escolar de hoy. Y según un informe de ManpowerGroup, al mismo tiempo las compañías enfrentarán una "severa escasez de talento". ¿No es escandaloso?
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