TRABAJO SOCIAL EN CUENCA: Mujeres sindicalistas y desarrollo
El 3 de marzo, en las aulas de la Escuela de Trabajo Social en Cuenca, hemos contado con la presencia de tres mujeres (de Perú, Palestina y El Salvador) comprometidas con la mejora de las condiciones de trabajo de las mujeres a través de los sindicatos:
* Maria Bastidas Aliaga, trabajadora social peruana, experta en género de la Oficina Subrregional de la OIT para los Países Andinos y Presidenta de la Asociación de Desarrollo Comunal, nos ha hablado con pasión sobre el ejercicio, la utilidad y el compromiso del trabajo social, sobre la perspectiva de género y sobre la situación de las trabajadoras de la economía informal en Perú. En muchos casos, las trabajadoras domésticas están desempeñando su actividad en condiciones de servidumbre, en pleno siglo XXI.
* Amira Zuheir Mustafá, Coordinadora de relaciones exteriores de DWRC - Democracy and Workers´s Rights (Palestina), nos ha contado como es el día a día de las mujeres que luchan por sobrevivir en la cárcel a cielo abierto, en el guetto del siglo XXI, que ha creado Israel para los Palestinos. Su tasa de fertilidad es de las más altas del mundo, los hombres están en su mayoría en las cárceles o desempleados, cuesta llevar comida a casa, pero el 99% de los niñas y jóvenes palestinas están alfabetizadas. En las universidades ya hay más mujeres que hombres. La educación es aquí un rayo de esperanza entre tanta impotencia.
* Maria Candelaria Reyes Rivera, Secretaria de Organización del Sindicato de Trabajadores de Industrias Textiles (El Salvador), nos ha contado las difíciles condiciones de trabajo en su maquila, en la que fabrican la ropa de marca que llevarán después los jóvenes estadounidenses. El impacto de la crisis, en una industria tan dependiente de la globalización como ésta, ha hecho bajar el número de trabajadores desde los 80.000 a los 20.000, en los últimos diez años. Los empleadores se han ido a Filipinas o a otros países asiáticos buscando costes salariales todavía más bajos (el salario medio en la maquila salvadoreña es de 160-180 dólares al mes). Los empleadores expulsan de las fábricas a quién se destaque como representante sindical. Para María y sus compañeras, el conseguir que se readmita a una sindicalista despedida es un gran éxito, que demuestra su poder y ánima a otras mujeres trabajadoras a creer y hacerse fuertes en el sindicato.
Esta actividad la hemos podido realizar gracias a la colaboración de la Fundación Paz y Solidaridad, en el marco del Día Internacional de la Mujer.
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