lunes, 10 de noviembre de 2008

La economía del 'trancón'

Caracas se mueve a cinco kilómetros por hora entre las cinco de la madrugada y las siete de la tarde, de lunes a viernes. La lentitud en este valle de 450 kilómetros cuadrados, cruzado por autopistas y partido en dos por el recuerdo del río Guaire, no es consecuencia de la falta de combustible. Todo lo contrario. Hay tanta gasolina en la capital del quinto exportador mundial de petróleo, y es tan barata en casa y tan costosa en el resto del planeta, que Caracas es un gran aparcamiento de coches.

La ciudad está poblada por cuatro millones de habitantes y dos millones de motores. Y si en Venezuela se han vendido más de millón y medio de coches en los últimos siete años, es como decir que todos los autos nuevos, más algún que otro carromato del antiguo parque automotor, se mudaron a la capital.

El combustible barato, los altos precios del crudo en el mundo hasta este año (con su consecuente inyección de capital a la economía local), el colapso del transporte público y la tradición saudita del consumo venezolano han estimulado a los caraqueños a tomar el volante por su propia mano. En Venezuela, el litro de gasolina se vende a tres centavos de dólar (poco más que dos céntimos de euro). Con el coste de tres boletos de autobús -a 50 centavos cada viaje- se llena el tanque de combustible de un coche promedio. Por otra parte, los asaltos constantes en los microbuses urbanos, la ineficiencia del sistema integrado de metro y metrobuses y el desarrollo del programa de subsidios para compras de vehículos llamado Venezuela móvil han animado a los sectores más empobrecidos a ahorrar para luego conducir.

Pero los atascos -llamados aquí trancones- también han contribuido, a su modo, a la construcción del modelo económico concebido por el Gobierno socialista. Al amparo del embotellamiento y del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007, que define a las cooperativas como "organizaciones modelo para el desarrollo del país", nació un microcosmos de "empresas de producción social". Flash A1, La pista.com, Jehová Salom, Los Rápidos, El Chorro, son los nombres de algunas de las 750 cooperativas de mototaxistas y buhoneros de autopista que se han registrado en la alcaldía de Caracas en los últimos tres años y que agrupan a más de 60.000 trabajadores que viven a expensas de un público literalmente cautivo del tránsito.

Estos venezolanos no están en el paro. Según la Oficina Central de Estadística e Informática, sólo existe un 7,1% de desocupación en Venezuela. Ellos forman parte del 43,2% de la fuerza laboral que se encuentra en el sector informal de la economía.

La falta de seguridad social, por trabajar en esa franja del desarrollo, se compensa con los ingresos netos: si una cerveza cuesta en el supermercado un dólar, los buhoneros la venden por dos; si 10 dólares es la tarifa mínima de un viaje en taxi, la de un mototaxi son 12 a la hora de la lentitud. Tan próspero es el negocio que ya el Gobierno central sospecha que estas cooperativas, a las que ha financiado a través de créditos, son demasiado capitalistas como para basar en ellas la construcción del socialismo del siglo XXI.

MAYE PRIMERA

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