La crisis mexicana y sus especificidades, la dimensión económica en sinergia perversa con la grave inseguridad y violencia, potenciada por la sistémica disfuncionalidad de un Estado en descomposición (fallido), amenaza ser una de las de mayor costo social y cultural, así como de las más prolongadas en el contexto internacional. Tal es la apreciación en el exterior y así lo enfatizan los estudios de organismos multinacionales; el contraste con las melifluas versiones de instancias y voceros oficiales mexicanos es altamente dispar; nada que ver entre el falaz optimismo gubernamental y las apreciaciones de expertos internacionales.
La Cepal estima que entre 10 y 15 millones de personas caerán debajo del umbral de pobreza en 2008 en la región, ello en un contexto mundial de 100 millones de nuevos pobres; las previsiones para 2009, son todavía peores. Como se sabe, son los grupos vulnerables, pobres y marginados —jóvenes, ancianos y mujeres (en México —además— los indígenas)— los que resentirán el impacto más desproporcionado. Ad Melkert, subsecretario general de la ONU, ya habla del riesgo de una “crisis humanitaria”. El reporte anual de la OCDE (www.OECDEconomicOutlook.com) plantea un panorama sombrío en lo relativo al crecimiento económico de sus miembros (los 30 países más ricos, con inefables inclusiones como México o Turquía). En la tesitura de “la recesión más grave desde los años 80”, el desempleo aumentará en 8 millones en los próximos dos años, lo que arrojará un acumulado de 42 millones de personas sin trabajo. Los miembros de la OCDE padecerán gravemente los efectos de la crisis financiera, detonante de una prolongada crisis económica global; de hecho, tanto USA como los 15 países de la UE están ya en recesión, misma que se mantendrá, por lo menos, hasta finales de 2009.
La proyección de crecimiento económico en México en 2009, según la OCDE, es de sólo 0.36%, en contraste con la de Carstens 1.8% o la de Banxico en rango de 1.5 a 0.5%. La situación, sin embargo, podría complicarse todavía más, si la “prolongada recesión” afecta a USA (crecimiento negativo de -0.9 durante 2009), tal como parece impactará también en la zona Euro (-0.6%) y en Japón (-0.1%). China (+8%) e India (+7%) tendrán afectaciones limitadas. Como ha señalado Stiglitz (Nobel 2001 de Economía), en su estudio PNUD, la crisis golpeará fuertemente a los países de América Latina, aunque de modo desigual; en el caso de México, las consecuencias serán más prolongadas en virtud de la cercana y dependiente relación comercial con USA.
La fragilidad de la economía de USA, amén del dramático declive en la producción de petróleo (y reservas) reducirán las exportaciones mexicanas en los próximos tres o cuatro trimestres, mientras que los efectos de las turbulencias financieras y la devaluación e inestabilidad del peso habrán de deprimir la demanda interna. No podrá esperarse una recuperación significativa sino hasta 2010, siempre y cuando el entorno económico mundial mejore. Sin embargo, el mayor riesgo para la economía mexicana radica en que la desaceleración-recesión estadunidense se profundice o prolongue más allá de lo proyectado, lo que impactaría más duramente a las exportaciones. Del mismo modo que Brasil o Chile, México tendrá que enfrentar al binomio de bajo o prácticamente nulo crecimiento con alta inflación (la anualizada de 2008 ya es de 6.2%, la más alta en 10 años), lo que vulnerará la capacidad de los bancos centrales para bajar las tasas de interés, que es una de las políticas que recomienda la OCDE (junto con planes de estímulo temporales, inversiones —si se puede— en infraestructura, así como reducciones de impuestos y transferencias a las familias más pobres).
A lo señalado habría que añadir que la multiplicación negativa de efectos de la crisis mundial en México se explica también por los antecedentes históricos inmediatos de la economía nacional. Como ha reconocido Guillermo Ortiz (quinta conferencia del Centro sobre el capitalismo y la sociedad), México no es una economía dinámica. Entre 1960 y 2007, el crecimiento promedio del PIB per cápita fue de 1.9% (en el sureste asiático fue de 5.2% anual, y en los países europeos más atrasados —Grecia, Irlanda, Portugal y España— fue de 3.3%). Esa crónica fragilidad estructural, amén de las omisas políticas económicas de las últimas décadas, han vulnerado y menoscabado con fiereza las condiciones del crecimiento estructural y de modo dramático su relación con el empleo. La tasa de desempleo estimada para 2009 es de 4.6% (recordar siempre la deficiente medición), sin considerar la migración y la economía informal la tasa ascendería a 30%. Para el mes de diciembre se espera un descenso de 350 a 400 mil empleos (en 2007 fue de 330 mil puestos). Ese es el tamaño de la crisis. Feliz Navidad.
FCPyS-UNAM. Cenadeh.
alan.arias@usa.net
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