Por: Sandro Pozzi
30 de noviembre de 2011
La herida abierta por la Gran Recesión en el mercado laboral tarda en cicatrizar. El paro afecta a 13,9 millones de personas en EE UU, a los que se suman 8,9 millones que se ven forzados a trabajar a tiempo parcial, por los ajustes de producción en sus empresas o porque no encuentran empleo a tiempo pleno. Y los que tienen un trabajo estable, no ven que su sueldo suba.
Ante tanta inseguridad laboral, son cada vez más los empleados que optan por ir al trabajo tosiendo o sonándose la nariz. Una presencia en cuerpo -no en espíritu- en el puesto de trabajo que revela un estudio de Concordia University, que durante seis meses siguió a 444 personas para el muestreo. Un fenómeno que el estudio denomina como “presentismo”.
Los autores del estudio, que acaba de publicarse en el Journal of Occupational Health Psychology, explican que ante esta situación de empleo tan anémica la gente se siente “socialmente obligada” a acudir al trabajo estando enfermos o con malestar, en lugar de quedarse en casa. En otros casos, añade, es por presión de la situación propia empresa en la que trabajan.
Durante ese periodo de estudio, los empleados encuestados fueron tres días al trabajo mientras estaban enfermos o no se encontraban bien. Es el doble de días que faltaron. El “presentismo” puede tener un beneficio aparente para la empresa, pero también un coste que es menos tangible que el impacto del absentismo laboral y que puede ser incluso mayor.
Los relatores opinan que no quedarse en casa cuando uno está enfermo reduce la productividad, frena la recuperación y conlleva el riesgo de que puedes contagiar a otros empleados. Un estudio de Queen University, financiado por Afexa Life Sciences, calcula que el “presentismo” por un resfriado común puede tener un coste anual de 16.700 millones, el doble que el absentismo.
El estudio de Concordia concluye que las compañías deberían establecer directrices para regular el “presentismo”, como hacen para combatir el absentismo. Ir al trabajo cuando uno se encuentra mal puede ser muy noble en estos tiempos de dificultad económica. Pero quedarse en casa cuando uno tiene una enfermedad contagiosa no debe plantear dudas al empleado.
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