Por: Gerardo Gutiérrez Candiani*
CIUDAD DE MÉXICO — La semana pasada, en el marco de la XXI Reunión de Presidentes de Organizaciones Empresariales Iberoamericanas, que se realizó previo a la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, Coparmex presentó un análisis sobre la situación de la empresa privada en América Latina, en el cual encontramos múltiples coincidencias.
Durante décadas, nuestros países han tenido un entorno desfavorable para el desarrollo de una base empresarial nacional competitiva. En los años 50 y 60 del siglo pasado la región se beneficio de la expansión económica internacional de la postguerra, cuando casi todos nuestros países siguieron el modelo de sustitución de importaciones, logrando un crecimiento anual del 7.4% en conjunto.
Desde entonces, el contexto político y social presentaba diversos factores de incertidumbre, por la recurrencia de golpes de estado, conflictos armados inmovilizaciones sociales, producto de una lucha ideológica de la que todavía hoy tenemos secuelas.
Tras la crisis del petróleo de 1973, se inicio un periodo de recesión mundial, y en América Latina, se abandonó el esquema de industrialización vigente hasta entonces.
Con esta ruptura y los experimentos populistas que le siguieron, inicio una fase de inestabilidad macroeconómica y polarización social, de la que sólo logramos salir a finales de los 90.
La repercusiones fueron severas: endeudamientos excesivos, altos déficits de cuenta corriente y una inflación desbocada. Hubo que recurrir a reajustes estructurales que empobrecieron a la población, y limitaron a niveles mínimos la inversión pública y el financiamiento, contrayendo drásticamente la demanda interna.
La economía informal aumentó, en medio de un contexto más propicio para la especulación, que para la inversión y la actividad productiva. Los años 80 fueron los de la "Década perdida" en América Latina, mientras que se consolidaba el crecimiento acelerado de las economías del sureste de Asia, y las reformas económicas que le permitieron a China crecer a tasas anuales superiores a 10% en la década siguiente.
Latinoamérica, llegó a la era de la globalización y a una nueva fase de expansión mundial en los 90, debilitada y con poco margen de maniobra para adaptarse con éxito a los cambios. Recuperamos el crecimiento, pero a tasas moderadas de 1.5% anual en promedio.
Hoy, en la mayoría de los países de América Latina, tenemos sistemas democráticos cada vez más consolidados y entornos macroeconómicos equilibrados. Sin embargo, la estabilidad no ha venido acompañada de un crecimiento significativo y sostenido.
El crecimiento anual promedio del Producto Interno Bruto (PIB) en la regiónen los últimos 20 años está por debajo del 4% y el de México no alcanza el 3%,contra niveles superiores a 7% en los países asiáticos.
Nuestras economías se han diversificado y abierto al exterior, pero con la crisis financiera y la recesión mundial del 2008 y 2009 enfrentamos un mercado internacional disminuido por el bajo crecimiento de las naciones desarrolladas y una mayor competencia de países de Asia y Europa del Este.
América Latinaha mostrado una gran capacidad de recuperación de esta crisis. El PIB regional se contrajo 1.8% en promedio en el 2009, pero se espera un crecimiento de hasta 5.2% en el 2010. Sin embargo, tenemos varias desventajas que comprometen nuestro desarrollo y adaptación exitosa a las nuevas realidades de los mercados.
La economía moderna se basa cada vez más en el capital humano, la competitividad, la investigación y el desarrollo. América Latina llega a esta fase con más de 230 millones de personas en la pobreza y niveles educativos que figuran en los últimos puestos en los rankings internacionales.
En la parte de matemáticas de la última prueba PISA, Corea del Sur tuvo un promedio de 550 puntos, frente a niveles de 400 puntos en Brasil, Argentina, Chile, México y Perú. Mientras que China dedica el 1.4% de su PIB a investigación y desarrollo, Brasil sólo invierte el 0.9% y México el 0.4%.
Hoy, el 30% de las inversiones mundiales en este rubro se realizan en Asia, mientras que América Latina efectúa menos del 2%. Chile es el único país latinoamericano que alcanza un nivel alto en la clasificación de competitividad del Foro Económico Mundial, en el lugar 30 de 139 países.
La mayoría, estamos en posiciones intermedias, y muchos al fondo de la tabla. En 10 años México ha caído 24 lugares en este índice hasta el sitio 66, en contraparte las economías de Asia han venido escalando posiciones consistentemente y se ubican entre los primeros 50 lugares del ranking, incluyendo a China, Malasia, Tailandia e Indonesia entre otros.
El factor en el que América Latina sale mejor posicionada, es el del tamaño de mercado, por la población de naciones como Brasil y México. Nuestra segunda mayor fortaleza, está en el entorno macroeconómico en el que Chile está en el sitio 27, y México en el 28. En todos los demás rubros, tenemos promedios regionales en el espectro medio y bajo del ranking. En materia de sofisticación de los negocios, sólo Brasil, Costa Rica y Chile tienen posiciones sobresalientes.
En acceso a la tecnología, únicamente destacan Panamá y Chile, México está en el sitio 71. En salud y educación primaria, Costa Rica es el único país de la región que tiene
un porcentaje alto en el sitio 22, muy por encima del 70 de México. Este país centroamericano destaca también en educación superior y capacitación, junto a Uruguay y Chile en los primeros 45 lugares y muy por arriba del 79 que ocupamos nosotros.
Las áreas en las que nuestra región presenta más rezagos, son la eficiencia del mercado laboral y el desarrollo de las instituciones, en las que México se sitúa en los lugares 120 y 106, respectivamente.
Tampoco tenemos una posición de fortaleza en infraestructura, desarrollo del mercado financiero, eficiencia del mercado de bienes y en innovación.Nuestro país, está por debajo de la media internacional en todos estos rubros.
Las empresas de nuestros países enfrentan los mayores obstáculos para su competitividad en la ineficiencia de la burocracia gubernamental, la corrupción, la falta de acceso al financiamiento, las regulaciones laborales restrictivas, la inestabilidad en las políticas públicas y la oferta inadecuada de infraestructura.
La mayoría de los empresarios latinoamericanos, están inconformes con el grado de seguridad jurídica en sus países y perciben que la comunicación con sus gobiernos es poco fluida y estrecha.
El entorno que México requiere para potencializar el crecimiento y la multiplicación de las empresas, no difiere del que se necesita en los demás países de la región. Los empresarios, queremos una cultura de libre competencia en todos los ámbitos, gobernabilidad democrática, Estado de derecho y educación de calidad para todos, para insertarnos exitosamente en la economía del conocimiento.
Necesitamos fomentar una alianza productiva entre las empresas y los gobiernos, así como incrementar la inversión pública en infraestructura, ciencia y tecnología.
Entendemos que el desarrollo de nuestros países, depende del progreso de nuestros pueblos. No debemos seguir siendo la región con más desigualdad del mundo.
Tenemos que darle un verdadero dinamismo a nuestros mercados internos y al sector empresarial.
Urge llevar a cabo los cambios estructurales que se han pospuesto desde hace décadas: la reforma laboral, la hacendaria, la energética, la política, la educativa, la de seguridad social y la Banca de Desarrollo, entre otras.
México se está rezagando en este aspecto frente a otros países de la región. Analicemos las mejores prácticas que hay en América Latina y otras naciones en desarrollo, para tomar lo que pueda replicarse y funcionar en México: el avance de Costa Rica en innovación, el ejemplo chileno de democracia y conformación de un nuevo pacto social, el desarrollo de la industria petrolera brasileña, la eficiencia del mercado financiero que están consiguiendo Perú y Guatemala, y el avance en seguridad colombiano, son ejemplos que tenemos.
América Latina tiene el potencial para convertirse en una región desarrolladaen un plazo de 20 ó 30 años, no podemos desaprovechar esta oportunidad. Para lograrlo, debemos crecer a tasas promedio anuales superiores al 6 ó 7%.
Esto no ha ocurrido desde hace cuatro décadas, pero es factible, si en cada una de nuestras naciones nos decidimos a construir un proyecto de país de largo plazo, que nos una por encima de nuestras diferencias y acabe con las divisiones internas que han limitado el progreso.
* El autor es el presidente de la Coparmex.
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