Como si el país fuera una isla. Durante todo el 2008 voceros del alto gobierno se ufanaron sentenciando que “Colombia está blindada contra la crisis”. Transcurrieron unos pocos meses y todo resultó ser una farsa. Otra farsa.
No podía ser de otra manera. Una economía que depende cada vez más de los Estados Unidos, ante la caída del gigante no podía salir ileso. Así se evidenció en enero pasado, cuando se confirmó que las exportaciones realizadas en diciembre, hacía el país del norte, habían decrecido -6,7 %. Un mes después se reconfirmó la tendencia, el Dane precisó que entre enero de 2008 y enero de 2009, el sector industrial se contrajo 4,8%, y que para el mes de enero del 2009 las ventas de este sector se habían reducido en 10,3%.
Reducciones que no dejan impune el trabajo. El martes 31 de marzo, el Dane confirmó la disparada del desempleo en Colombia: solamente en el tercer mes del año, 167 mil colombianos y colombianas perdieron su empleo. Con esta cifra, el desempleo nacional se encaramó al 12.5 por ciento, es decir, 2.529.000 viviendo en la angustia total. Pero será mucho peor, el ministro del ramo, Diego Palacio, confirmó que al finalizar el año un millón más de colombianos estarán en la calle, con lo cual el desempleo ascenderá al 14.5 por ciento.
Las proyecciones responden a fenómenos reales. Según el ministro Palacio, “Cerca de 15 grandes empresas del país solicitaron en los últimos meses permiso ante el Ministerio de la Protección Social para realizar despidos masivos”. Solicitudes que se incrementarán una vez la crisis se torne de mayor tamaño, pues aquí es distinto que la difundida anécdota del capitán de un barco: contrario a éste, el capitalista se salva de primero, sus trabajadores quedan a la deriva.
Si el fenómeno se mira con ojo detenido se podrá detallar la crisis en que va entrando el país, y de su mano los trabajadores: la tasa de desempleo en las 13 principales ciudades pasó de 12,6 a 13,6 por ciento en el comparativo (febrero) 2008- 2009. En el consolidado trimestral (diciembre -febrero) la situación fue todavía peor al pasar de 11,7 por ciento a 13,1. Según este reporte en las trece urbes más representativas había dos millones 367 mil desocupados. Ciudades estas que es donde se concentra la poca industria sobreviviente en el país. En las otras ciudades el único –o el mayor- empleador es el mismo Estado (cada vez más reducido, con excepción del sector militar), por lo cual las mayorías viven del rebusque diario. No están contabilizados como desempleados pero de hecho lo son.
Así las cosas, lo que nos brinda el Dane son cifras prudentes (¿maquilladas?), que no dan cuenta de la realidad nacional, y de la tendencia que acumula.
Con un subempleo y una economía informal que incorpora al 60 por ciento de la población en capacidad de laborar, Colombia está mal preparada para resistir una fuerte embestida recesiva. Sus fuentes de trabajo son precarias, su política industrial y agraria dejó de un lado el tema de la soberanía, y lo que otrora fue su industria más importante ahora está desmantelada o vendida al capital extranjero, reducida en su tamaño e incorporación de personal directo. Si además consideramos que las exportaciones proseguirán su caída no sólo hacia Estados Unidos, sino también hacia Ecuador y Venezuela, pero que además las divisas provenientes de los giros de los migrantes acelerarán su caída,podremos reafirmar que la crisis impactará con toda fuerza en el país.
La crisis apenas se manifiesta, y el blindage ya está quebrado. Sin duda, los trabajadores son los que tienen la palabra.
No podía ser de otra manera. Una economía que depende cada vez más de los Estados Unidos, ante la caída del gigante no podía salir ileso. Así se evidenció en enero pasado, cuando se confirmó que las exportaciones realizadas en diciembre, hacía el país del norte, habían decrecido -6,7 %. Un mes después se reconfirmó la tendencia, el Dane precisó que entre enero de 2008 y enero de 2009, el sector industrial se contrajo 4,8%, y que para el mes de enero del 2009 las ventas de este sector se habían reducido en 10,3%.
Reducciones que no dejan impune el trabajo. El martes 31 de marzo, el Dane confirmó la disparada del desempleo en Colombia: solamente en el tercer mes del año, 167 mil colombianos y colombianas perdieron su empleo. Con esta cifra, el desempleo nacional se encaramó al 12.5 por ciento, es decir, 2.529.000 viviendo en la angustia total. Pero será mucho peor, el ministro del ramo, Diego Palacio, confirmó que al finalizar el año un millón más de colombianos estarán en la calle, con lo cual el desempleo ascenderá al 14.5 por ciento.
Las proyecciones responden a fenómenos reales. Según el ministro Palacio, “Cerca de 15 grandes empresas del país solicitaron en los últimos meses permiso ante el Ministerio de la Protección Social para realizar despidos masivos”. Solicitudes que se incrementarán una vez la crisis se torne de mayor tamaño, pues aquí es distinto que la difundida anécdota del capitán de un barco: contrario a éste, el capitalista se salva de primero, sus trabajadores quedan a la deriva.
Si el fenómeno se mira con ojo detenido se podrá detallar la crisis en que va entrando el país, y de su mano los trabajadores: la tasa de desempleo en las 13 principales ciudades pasó de 12,6 a 13,6 por ciento en el comparativo (febrero) 2008- 2009. En el consolidado trimestral (diciembre -febrero) la situación fue todavía peor al pasar de 11,7 por ciento a 13,1. Según este reporte en las trece urbes más representativas había dos millones 367 mil desocupados. Ciudades estas que es donde se concentra la poca industria sobreviviente en el país. En las otras ciudades el único –o el mayor- empleador es el mismo Estado (cada vez más reducido, con excepción del sector militar), por lo cual las mayorías viven del rebusque diario. No están contabilizados como desempleados pero de hecho lo son.
Así las cosas, lo que nos brinda el Dane son cifras prudentes (¿maquilladas?), que no dan cuenta de la realidad nacional, y de la tendencia que acumula.
Con un subempleo y una economía informal que incorpora al 60 por ciento de la población en capacidad de laborar, Colombia está mal preparada para resistir una fuerte embestida recesiva. Sus fuentes de trabajo son precarias, su política industrial y agraria dejó de un lado el tema de la soberanía, y lo que otrora fue su industria más importante ahora está desmantelada o vendida al capital extranjero, reducida en su tamaño e incorporación de personal directo. Si además consideramos que las exportaciones proseguirán su caída no sólo hacia Estados Unidos, sino también hacia Ecuador y Venezuela, pero que además las divisas provenientes de los giros de los migrantes acelerarán su caída,podremos reafirmar que la crisis impactará con toda fuerza en el país.
La crisis apenas se manifiesta, y el blindage ya está quebrado. Sin duda, los trabajadores son los que tienen la palabra.
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