Incluso, el vecino de páginas y premio Nobel de Economía, Paul Krugman, que tanto se concentró en exigir un paquete de estímulos lo más grande posible, lleva ya dos artículos dedicados a presionar por una decisión en materia de rescate financiero. Usted pudo leer ayer el primero en estas páginas, y seguramente hoy o mañana podrá leer el segundo, en el que reconoce que los casi 800 mil millones de dólares de estímulos no tendrán ninguna utilidad si el sistema bancario no encuentra antes una solución.
El otro economista “de izquierda”, también premio Nobel, escribió hace justo una semana, en The Nation, un largo artículo sobre lo mismo. Él incluso se decanta por una de las soluciones, la nacionalización de gran parte del sistema bancario. Por eso es “de izquierda”, que entrecomillo para que no lo vaya a confundir con lo que aquí llamamos izquierda, que es cosa muy diferente.
Bueno, el problema es el siguiente: durante ocho años, Estados Unidos incurrió en un exceso de consumo, tanto privado como público, que provocó una inmensa burbuja financiera. Esa burbuja se empezó a romper en 2006, con la caída en los precios de las casas. Al caer los precios, muchas personas que habían contratado hipotecas dejaron de pagar, con lo que el sistema bancario entró en crisis. Muy parecido a lo que nos ocurrió a nosotros en 1994, o a Japón en 1989. En consecuencia, los bancos no pueden cobrar los créditos que otorgaron, y aunque recuperen las garantías (es decir, las casas) lo hacen con un mercado deprimido, en donde esas garantías valen muy poco, y las pérdidas se estiman, en este momento, en la mitad del valor de esas instituciones.
Lo grave del asunto es que en el sistema financiero, 90 centavos de cada peso que está prestado vienen de los ahorradores. Es decir que, aún quitando a los banqueros todo el dinero que tienen invertido en sus bancos, los ahorradores estarían perdiendo casi la mitad de sus ahorros. Por eso no se puede dejar quebrar a los bancos.
Por tanto, el gobierno de Estados Unidos tiene que rescatar a sus bancos, y de eso no debe existir ninguna duda. Si hubiese una duda mínima, estaríamos camino a la catástrofe. De hecho, esa duda empieza a aparecer, y por eso las bolsas rompieron el piso que habían mostrado al inicio de la crisis, en octubre, y no pueden recuperarse ni con anuncios chinos ni con fusiones farmacéuticas. Estamos entrando en el terreno desconocido que los inversionistas llaman meltdown, y que tal vez podríamos traducir como fundición, aunque el diccionario dice colapso.
Para rescatar a los bancos estadounidenses hay dos opciones. Una es nacionalizar los bancos, y desde adentro separar los créditos buenos y malos. Los malos son cubiertos por papeles del gobierno, pagaderos en algún momento del futuro remoto y con una tasa de interés minúscula, con lo que el banco queda sano y puede venderse nuevamente. La otra opción es no nacionalizar, sino pedirle a los bancos que hagan la separación, y continuar el proceso anterior, es decir, cubrir esos créditos malos con los papeles de gobierno, etcétera.
Las dos opciones son malas, políticamente hablando. La segunda, que es la que usamos en México, suele interpretarse como un rescate a los ricos, como aquí se hizo con Fobaproa, y aunque es perfectamente claro que Fobaproa funcionó bien, fortaleció la banca y resultó relativamente barato, nadie le puede quitar el estigma de haber servido para enriquecer a los miserables y fraudulentos banqueros de siempre. Y es que, sin duda, al elegir los bancos los créditos, abusaron del rescate. Por eso, en aquel entonces, esta misma Economía Informal recomendaba nacionalizar.
Pero la nacionalización tiene su costo político también. Para muchos, es una medida profundamente socialista, preludio de una invasión del Estado en la economía, que llevaría a los pésimos resultados de los países que siguieron esa idea. En realidad, una nacionalización temporal, bajo los criterios mencionados arriba, no tiene nada de socialista, ni mucho menos, pero es como lo de Fobaproa, no hay manera de discutirlo, la gente se pone emocional.
Para Barack Obama, éste es un problema importante, porque si nacionaliza, le dará parque a sus enemigos políticos, los republicanos, que no lo dejarán en paz y le obstaculizarán todo lo que haga. Pero si elige el camino Fobaproa, entonces serán sus socios políticos los que lo obstaculizarán. Es decir, que tiene que elegir entre convertir a sus adversarios en enemigos, o a sus socios en adversarios. En cualquier caso pierde.
Por eso no decide, pero olvida que en finanzas toda decisión pospuesta implica un mayor costo. Krugman cree, en su segundo artículo, que de hecho Obama ha decidido seguir por el camino de “hacerse tarugo” (muddle through), pero este camino es un espejismo, que nos puede llevar a esa catástrofe ya mencionada. Así cierra Krugman su colaboración, precisamente.
Pero no culpe sólo a Estados Unidos. Europa está todavía en peores condiciones, porque sus bancos financiaron el crecimiento de Europa del Este, que hoy está ya en quiebra, y dejará de pagar. Este relanzamiento de la crisis, que usted verá en titulares en los próximos días, si llega a ocurrir sin un rescate claro detrás, nos colocará ya sin duda en el camino de la depresión.
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