domingo, 1 de agosto de 2010

Los jóvenes : Columna Pulso Político

Los jóvenes : Columna Pulso Político

José Dávalos*

Tal vez estoy en un error. Pero he observado que en el medio donde me desenvuelvo, hay médicos para niños, para adultos y para ancianos. No he sabido que haya especialistas para adolescentes y para jóvenes. Y es que, en materia de trabajo, para tener un punto de vista cercano a lo justo, tenemos que pensar en el trabajo de los jóvenes, comprendiendo dentro de esta clasificación también a los adolescentes. Este es el tema del que nos ocuparemos en los siguientes renglones.

El desempleo ha crecido en forma alarmante. El empleo informal es el único refugio que queda a millones de desempleados, lo que ocasiona que las condiciones de vida de las familias disminuyan a niveles bajísimos. En México, a principios de este año, la información que se nos dio a conocer fue de cerca de 2 millones 400 mil desempleados, lo que representa una tasa de desocupación de 5.57 por ciento, según las cifras que maneja el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Es la cifra más alta de desempleo que se ha visto en esta década.

En el año anterior, tres millones de personas trabajaron menos de 15 horas a la semana: en los criterios del INEGI esas personas son consideradas con empleo. Debemos tomar en cuenta que con los ingresos de este número de horas laboradas, los trabajadores no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de ellos mismos y de su familia. La información oficial es que existen 43.5 millones de personas ocupadas. Sólo que casi la mitad de esa cifra tiene su empleo en el trabajo informal, es decir empleos inseguros que dependen de las ventas diarias, que no tienen futuro garantizado; los trabajadores están al margen de la seguridad social y, sobre todo, no tienen un sistema de pensiones o de retiro. Como dice la voz popular: “se rascan con sus propias uñas”.

Este es el mundo laboral en el que se desenvuelven los adolescentes y los jóvenes de México. Una situación de grandes necesidades, de todo tipo, que estamos dejando a las nuevas generaciones. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) calculó en 30 millones 538 mil la población del país entre 14 y 29 años. De ellos, entre 16 y 17 millones, poco más de la mitad, forman parte de la población económicamente activa (PEA). Aproximadamente un millón 320 mil se encuentran desocupados y un millón 207 mil están subocupados.

Conforme a cifras del INEGI, uno de cada tres puestos de trabajo perdidos durante la crisis, corresponde a jóvenes. Entre el segundo trimestre de 2007 y el primer trimestre de 2010, cerca de 1.3 millones de jóvenes perdieron su empleo al terminar su contrato, pues no les fue renovado, o por recortes de personal, o por cierre de la empresa. En el segundo trimestre de 2008 se registró el recorte más elevado de jóvenes con 456 mil despidos. El desempleo en la población de entre 20 y 29 años se incrementó 38 por ciento en los últimos dos años. En estos dos años, el número de menores de 30 años integrantes de la población ocupada disminuyó en poco más de 130 mil trabajadores. Para despedir a un trabajador, para aplicar el reajuste de trabajadores en las empresas, casi nunca se observan las disposiciones de la Ley Federal del Trabajo.
A una persona que trabaja 15 horas a la semana, para efectos estadísticos se le considera trabajador. Un vendedor de chicles o de kleenex en la esquina, es trabajador. Un subempleado que vende discos piratas en la mitad de la calle o de la banqueta, es trabajador. Un joven que por su cuenta vende paletas o sorbetes, es trabajador. El muchacho que vende periódicos en la calle, es trabajador. El joven que bolea calzado, es trabajador. Para las cifras oficiales, todas las personas mencionadas, y muchas más, son trabajadores. Se trata, ni más ni menos, del mundo maquillado del trabajo.

Los salarios bajos y lo endeble de los trabajos que predominan en nuestro país, son factores que influyen para que los jóvenes resientan con más agudeza el desempleo. No es extraño ver a un abogado, a un médico, a un ingeniero, manejando un taxi. Jóvenes con alto nivel de escolaridad están en trabajos en donde no se toma en consideración su preparación; si su familia los apoya, prefieren sumarse a la inactividad. Hay en la nación un ambiente de desaliento.

Millones de jóvenes no estudian ni trabajan, forman parte de la población sin empleo que está creciendo día a día de manera preocupante. Cuántos jóvenes con carrera profesional y con postgrado no tienen trabajo o desempeñan funciones totalmente ajenas a su formación, con salarios miserables. Gran número de ellos trabajan en franquicias, en donde se desconocen sus derechos laborales, no les pagan prestaciones, les exigen su renuncia anticipada y les niegan sus indemnizaciones.

Los jóvenes quieren, ya, ver un rayo de luz, de esperanza, verdadero.

*Dr. en Derecho y Ex Director de la Facultad de Derecho de la UNAM

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