viernes, 23 de julio de 2010

Chile y el estancamiento poblacional: un primer análisis desde la perspectiva de la política exterior, por Roberto Ruiz P. @ Democracia y Mercado

Chile y el estancamiento poblacional: un primer análisis desde la perspectiva de la política exterior, por Roberto Ruiz P. @ Democracia y Mercado

Roberto Ruiz . Abogado y Diplomático (Primer Secretario del Servicio Exterior de Chile). LL.M. en Derecho de la Universidad de Freiburg, Alemania. Investigador Instituto Democracia y Mercado. El autor agradece los aportes realizados por el Dr. Raul Sanhueza, abogado y Consejero del Servicio Exterior de Chile y al General en retiro y asesor del Ministerio de RR.EE. Javier Urbina, por los comentarios, visiones y análisis de algunas de las perspectivas abordadas en este trabajo.

Se autoriza su reproduccion citando al autor y la fuente. Si desea una copia en pdf escriba a contacto@democraciaymercado.cl

Los datos conocidos sobre crecimiento poblacional de Chile no son alentadores. Desde mediados de la década pasada y con un incremento de su población cercano a 1,8 niños nacidos por mujer, éste no cubre la tasa de reemplazo necesaria para alcanzar una estabilización demográfica. Al contrario, con apenas un aumento de 2 millones de habitantes en diez años, nuestro país aparece entre los que menos crecen en la región, acusando una tendencia de descenso de la natalidad y estancamiento demográfico con efectos de envejecimiento de su población.

Encaminado en la dirección de países desarrollados, el modelo de involución demográfica de Chile abre interrogantes no menores y en diversos ámbitos, partiendo por el retraso que anotan las políticas públicas para contrarrestarlo. Las medidas implementadas han privilegiado “impulsos secundarios” similares a los de países europeos, como el fortalecimiento de las políticas de salud, de género o incremento de salas cunas. Se trata de un puñado de medidas orientadas en la senda correcta, pero insatisfactorias y sin resultados efectivos en términos demográficos, ya que marginan una serie de instrumentos a los que debiera dársele espacio. Uno de ellos, sino el más importante, es la promoción primaria de incentivos hacia y dentro del núcleo familiar como el espacio vital y natural, aunque no único, del desarrollo de políticas de revitalización demográficas, que apunten a maximizar la calidad y la eficiencia económica de las políticas mencionadas (impulsos primarios).

En líneas gruesas, las medidas implementadas por el Estado se encauzan en la misma dirección adoptada por naciones desarrolladas (estímulos económicos), pero ante los magros resultados de éstos, lejos están aún de legitimarse como las correctas. Las tasas de natalidad en dichos países muestran resultados insatisfactorios, generando dudas de fondo sobre la viabilidad a los planes en ejecución.

Los efectos del decrecimiento poblacional en Chile serán transversales y comprometerán una serie de variables internas, pero también algunos de los énfasis de nuestra futura política exterior en el mediano y largo plazo, ya que a diferencia de Europa, nuestro proceso ocurre en un contexto regional con países que muestran un diferente desempeño demográfico. A ello hay que agregar la especificidad del caso chileno, marcado por una agudización de las diferencias poblacionales con sus vecinos, mala distribución poblacional interna, vulnerabilidad de regiones extremas, latencia de tensiones e históricas dificultades para articular una verdadera integración regional.

No debe olvidarse el escenario internacional en el cual ocurre este fenómeno. Al ser Chile un mercado pequeño, alejado de los grandes centros de poder, con un PIB regional menor al 10%, una población más estancada que la de la mayoría de sus vecinos y con una serie de características geográficas e históricas que le convierten en una isla, el efecto podría terminar alterando algunas de sus posiciones en la relación con otros países.

No es un misterio que Chile ha tendido a mantener históricamente un perfil “único” dentro de la región, esforzándose por relacionarse en un esquema de igualdad con países mayores que él. Ha llegado, incluso, a sostener posturas retadoras con las potencias, sus alianzas han sido más bien implícitas y sus relaciones internacionales se han basado en la creencia de la “especificidad” o el “liderazgo de concepto” de su modelo.

Aún así y a pesar de la cierta lejanía e independencia que demuestra respecto de las corrientes imperantes en ella, el modelo chileno, sin embargo, ha sido presa de una serie de pensamiento, modas y estilos de los países desarrollados. Fundamentalmente de Europa y, en las últimas décadas, de EE.UU. Las políticas demográficas son un claro ejemplo de lo anterior.

Es en este marco histórico y de percepciones de política exterior que el desenvolvimiento poblacional desempeña un factor para los análisis de política exterior. Las interrogantes son diversas, aunque todas apuntan a resolver una pregunta de fondo: ¿Cuál y como será la viabilidad externa de Chile en 30 años? En otras palabras, ¿Será más seguro que hoy? ¿Estará mejor preparado para los desafíos económicos del futuro? ¿Tendrá más influencia política? ¿Qué efectos tendrá el debilitamiento poblacional en materias de seguridad externa? ¿Habrá espacio para que este fenómeno sea atendido globalmente o, en el mejor de los casos, debemos priorizar acciones regionales?

I.- Cambios demográficos mundiales

El incremento poblacional mundial persistirá en los próximos decenios. Para el año 2025 ascenderá a 7.300 millones, y al 2050 a 9.400 millones. Gran parte de este crecimiento estará concentrado en países en desarrollo, en un proceso determinado por dos factores: un cambio de moda en la fertilidad y un proceso de urbanización global.

Respecto de ellos, dos son los comportamientos destacables: países con altas tasas de natalidad, como Nigeria con 6,5 nacimientos por mujer o la República Democrática del Congo con 6,6, continuarán incrementando su población al menos durante dos generaciones más. Un segundo grupo está formado por naciones como Brasil (2,5 % tasa de natalidad), Egipto (3,6%), China (1,8%), India (3,4%) e Indonesia (2,7%), que acusan una reducción de su tasa de natalidad, pero seguirán creciendo en términos absolutos durante una generación más.

Países desarrollados en cambio tienden a bajas tasas de natalidad, envejecimiento y decrecimiento poblacional. La mayoría de los Estados pertenecientes a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) acusan una tasa de natalidad negativa, siendo Italia y España (1,2%) los más deprimidos. Alemania disminuye cada año en 0,1% su población, mientras que Gran Bretaña y Francia anotan una tasa de natalidad que con gran esfuerzo fiscal apenas alcanzan el umbral de la tasa de reemplazo. Rusia se apresta a entrar a una época de decrecimiento poblacional y en Asia, países como Japón y Singapur se encaminan hacia la misma dirección. En Estados Unidos la población muestra apenas un crecimiento leve, siempre debido a una corriente inmigratoria que no ha cesado y a un ligero crecimiento de su tasa de natalidad.

II.- Datos en la región

En el caso de América Latina, se advierte una propensión general de caída en la tasa de crecimiento demográfico, aunque sin un carácter homogéneo. Perú, Bolivia, Colombia y Brasil continuarán en las próximas décadas con tasas de crecimiento poblacional notoriamente superiores a la de Chile. Con un incremento absoluto de apenas cinco millones de habitantes al año 2045, nuestro país no logrará superar los 22 millones de habitantes a esa fecha, un fenómeno que contrasta lo que ocurre a su alrededor.

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