martes, 4 de mayo de 2010

» Vanguardia -Los ‘sin casa’

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os Pérez, los Castillejo, los Cerecero, los Villegas y los Flores no han podido acceder a un crédito para vivienda y narran cómo se vive de renta.

De acuerdo al Coneval, Coahuila registra una pobreza patrimonial de 41 por ciento, lo que se traduce a que casi la mitad de la población no tiene un techo propio. Semanario visitó los hogares de los Pérez, los Castillejo, los Cerecero, los Villegas y los Flores para narrar cómo se vive de renta mientras muchas otras viviendas en la ciudad están abandonadas.

Si hay algo de lo que doña Minerva Cerecero Solis puede presumir es que se conoce la ciudad, con todos sus recovecos y sus laberintos, como la palma de su mano.

Y es que la vida, desde que nació, se le ha ido a esta mujer de 56 años en andar como nómada saltando de una casa de renta a otra, por no ser dueña de un techo donde guarecerse.

La de ella es sólo una entre las más de 15 mil historias de familias que en Coahuila, según el Inegi, no cuentan con vivienda propia.

“Desde que estaba chiquilla, que empecé a trabajar a los 12 años para ayudarle a mi mamá, supe lo que era pagar una renta, toda mi vida he pagado renta.

“Éramos 14 de familia y conforme íbamos creciendo nos metíamos a trabajar para sacar adelante a los más chiquillos, mi mamá vivió siempre sola, mi padre nunca nos vio”, platica Minerva parada a la puerta de una casa de INFONAVIT de la colonia Santa Cristina a la que vino a vivir hace poco más de un año y por la que tiene que pagar cada mes, sin falta, 800 pesos de alquiler.

Entrada su adolescencia Minerva se casó y como si hubiera caído sobre ella una maldición, fue a vivir con su esposo a una casa de alquiler, luego a otra y a otra, hasta que, cuando su único hijo cumplió dos años, se separó de su marido por razones que no quiere revelar.

La historia se repitió, Minerva al igual que su madre, se había quedado sola y no tenía otro remedio que buscar una casa de renta donde refugiarse con su hijo.

Doña Minerva dice que en los últimos 44 años ha ido como trashumante, de la colonia Los Cerritos al Ojo de Agua, del Ojo de Agua a San Ángel y luego a Santa Bárbara, a la par que ha trabajado como cocinera, afanadora, recamarera o lavandera en restaurantes y hoteles de la ciudad, por no más de uno o dos salarios mínimos.

“He andado, como quien dice, en todo Saltillo y luego cuando está uno más a gusto le piden la casa y ni modo tienes que cambiarte”, suelta.

Las rentas de las casas a las que Minerva ha ido a vivir eran tan caras que desde niño su hijo tuvo que aprender a trabajar vendiendo chicles y dulces, mientras ella lavaba sábanas y fundas de almohada en un hotel del centro.

“Mi hijo tiene nada más la primaria, él quería seguir en la escuela, pero yo no podía darle el estudio”.

Hoy lo que Minerva no entiende es por qué a pesar de haber cotizado por más de 35 años en el Seguro Social, le digan en el Infonavit que sus aportaciones no alcanzan para acceder aún crédito.

Con todo y que el delegado del INFONAVIT en Coahuila, Ignacio Gómez Martínez, asegure que el 65 por ciento de los créditos que otorga este Instituto son generalmente para trabajadores que ganan menos de cuatro salarios mínimos. (...)

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