jueves, 18 de febrero de 2010

La juventud no tiene permiso - Cambio de Michoacán

La juventud no tiene permiso - Cambio de Michoacán

Vivimos en un país de jóvenes. La transición demográfica, empujada por los cambios epidemiológicos, el descenso de las tasas de natalidad y mortalidad, entre otros factores, cambiaron la pirámide demográfica en las últimas décadas, haciendo de México una sociedad con un bono demográfico de jóvenes mujeres y hombres.

Con todo, somos también un país en el que, a decir de diversos especialistas, hemos echado por la borda ese bono demográfico. Los programas e instancias que existen para atender a los jóvenes son ineficaces e inoperantes; hechos por adultos que ignoran las demandas y necesidades de los jóvenes, además de tratarlos como si aún fueran niños.

El panorama se complica más, cuando observamos la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran. Claro, este escenario varía según género y edad. Está por demás señalar que entre las mujeres ser vulnerable es parte del crecimiento, así como que entre los hombres ser violento, en algunos casos, es el camino a la hombría.

Así, entre políticas públicas ineficaces, infantiles o inexistentes; familias viviendo cambios profundos que apuntan a la disfuncionalidad; aumento del consumo de drogas de todo tipo; glorificación de la delincuencia como si se tratara de un asunto de simple mercado; ambiente delincuencial en diversos contextos, entre otros, crecen nuestros jóvenes.

Según el Inegi, más de la mitad de los desempleados en México son adolescentes y jóvenes entre 14 y 29 años. El año pasado, el desempleo entre este sector aumentó un 25 por ciento, pero en estos tres últimos años llegó al 45 por ciento. 949 mil tienen 20 años y 408 mil menos de 19 años. La República del desempleo para los jóvenes.

Asimismo, sabemos que cerca de ocho millones de jóvenes caben en lo que hoy llamamos “ninis”; es decir, hombres y mujeres jóvenes que ni estudian ni trabajan. Algunos viven en la depresión; otros en la apatía; muchos más no encuentran salidas y tampoco observan expectativas de que su vida cambie. Una crisis social y cultural importante.

En este sentido, no es solamente un problema del ser joven; es una crisis cuya profundidad social y cultural, sin desdeñar la económica, está golpeando duramente a un importante sector de la población, el cual, si no es parte de las capas sociales pudientes, a las que se les debe el cargo, no es motivo de políticas públicas y atención. Se les criminaliza.

La juventud no tiene permiso en este país. La masacre de 16 jóvenes en Ciudad Juárez, ya ni siquiera puede ser considerada llamada de atención; es el signo de una sociedad y sus élites que los estigmatiza, margina, olvida y criminaliza. La violencia desatada por una guerrita que le abre las puertas a la delincuencia que niega la existencia de los jóvenes.

Según algunos organismos de inteligencia estadounidenses, unas 150 mil personas están permanentemente ligadas al narco y sus cárteles, mientras otras 500 mil “colaboran” de diversa manera con sus labores y en los oficios que la delincuencia crea, y que ya son parte de la economía informal. Un mundo en el que muchos jóvenes son importantes.

El año pasado, según los datos amañados del Inegi, 12.6 millones de personas se incorporaron a la economía informal; 28.3 por ciento de la población ocupada. 938 mil personas más que en el 2008. La economía informal está creciendo a tasas sostenidas anules, y genera siete de cada diez nuevos empleos.

Acorde con Edgardo Buscaglia, especialista del ITAM en asuntos de seguridad y delincuencia organizada, el poder del narco se sustenta en parte en la economía informal, aunque prácticamente se ha introducido a la formal. Esto genera escenarios preocupantes, pues las economías locales y regionales se sustentan también en esos marcos.

Sociedades locales y regionales donde los jóvenes no tienen expectativas y están expuestos a las disfuncionalidades familiares, al llamado de la delincuencia por éxitos hechizos, a la falta de expectativas y la ausencia del Estado. Jóvenes que luchan por salir del mundo de la niñez pero no acaban de arribar a la juventud y adultez.

Vivimos en un país donde ser joven es un delito; un crimen. Mientras crece el poder del sector militar, el “gobierno” continúa enfrascado en una guerrita que perdió desde el principio, hace alianzas espurias y mafiosas para evitar que la otra mafia retorne al poder, nuestros jóvenes son masacrados o reclutados por la delincuencia.

Obviedades. 1. Artículo 19, Centro Nacional de Comunicación Social, entre otras organizaciones, registraron en 2009, 244 agresiones a la libertad de expresión contra periodistas y medios de comunicación, destacando once periodistas asesinados y uno desparecido; 60 por ciento de esas agresiones fueron cometidas por las fuerzas de seguridad (Ejército, corporaciones policiacas federales, estatales y municipales). 2. La Cámara de Diputados aprobó reformar el artículo 40 constitucional para incluir la palabra “laica”; ahora el Senado deberá resolver. Su trascendencia, con los embates de la jerarquía de la Iglesia católica y algunas de sus comparsas evangélicas y protestantes, es de primer orden. Ojalá se refrende que somos una República laica.

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