Haiti es un país que ha sido duramente castigado por la historia, desde el arribo de Cristóbal Cólon en 1492, hasta su independencia, y aun hasta nuestros días. Lo invito a realizar un somero análisis de unos pocos datos para hacernos una idea de lo que es el país más pobre de las Americas, mucho más pobre tras el sismo.
¿A que viene el análisis? ¿No sería más lógico concentrarnos en los problemas actuales, de gran magnitud? Por supuesto que si. Es nuestro deber humano ocuparnos del ‘ahora mismo’. Pero analizar el ayer es crucial al momento de determinar la imagen objetivo de lo que se pretende lograr para Haiti a partir de ahora. Entender los problemas del pasado para determinar hasta donde pretende llegar la comunidad mundial con la asistencia humanitaria. ¿Paliar el síntoma agudo? ¿Encaminar al país hacia la sustentabilidad? ¿No parar hasta que sea un nuevo Eden en la tierra? Son todas posibilidades.
No es casual que se diga que el progreso de un país se mide según el bienestar que disfrutan sus pobladores más débiles. A eso hace el estudio de las ‘poblaciones en riesgo’, entre las cuales tenemos principalmente a los niños y las embarazadas. El panorama del niño haitiano es desolador: ya desde el nacimiento tiene una expectativa de vida ostensiblemente menor que en el resto de América, que ronda hoy los 60 años. Es 3 veces más difícil cumplir el año de vida en Haiti que en el resto de América (mortalidad infantil de 74/1000 comparado con el resto de América: 27/1000). Llegar al quinto cumpleaños también es una odisea en comparación con el resto de América. La mortalidad en menores de 5 años es de 117/1000 comparado con el 31/1000 en el resto del continente. ¿A que responde? Empecemos por saber que en Haiti no se vacuna contra hepatitis B. Y que la cobertura del resto de las vacunas, a pesar de estar en franco aumento en los últimos 15 años, aun hoy ronda el 60%-75%, muy por debajo de la media en el resto del continente. Haiti concentra alrededor del 50% de los casos de tétanos neonatal en las Americas. En 2005 hubo una epidemia de difteria, con un gran número de casos, donde la mortalidad alcanzó el 47%. Las primeras cuatro causas de muerte en menores de 5 años fueron infecciones intestinales, infecciones perinatales, infecciones respiratorias y desnutrición. El 9% de las muertes son por desnutrición. El resto: infecciones. Diarreas. Neumonías. Enfermedades prevenibles, tratables.
Las estadísticas de salud sexual y reproductiva son un reflejo de esa catástrofe: para empezar, solo el 28% utiliza algún método anticonceptivo en forma regular. Esto explica que el HIV/SIDA sea la primera causa de muerte en adultos, con la prevalencia e incidencia más alta de América. Mientras tanto, solo el 24% de los partos son atendidos por profesionales. Por ello, las complicaciones del parto y puerperio son la primera causa de muerte en mujeres de 15 a 24 años. La tasa de mortalidad materna es de 680/100.000 (América: 194/100.000).
¿A que responden estas situaciones? Basta considerar el ¿sistema? de salud en Haiti: la ONU estima que faltan 18.000 médicos en Haiti. El 70% de la población acude a curanderos para sus problemas de salud. 99% de la población no tiene cobertura en salud, y el 40% no tiene ningún tipo de acceso. El gasto público en salud es irrisorio: US$65 por año por cápita. La pobreza es franca: aproximadamente el 42% de la población vive en un ambiente. La ONUestima que el 72% vive con menos de US$2 por dia, el 57% con menos de US$1,25. El desempleo ronda el 20% y el empleo existente es mayormente informal, sin ningún tipo de derecho ni contención social. El 40% de la población es analfabeta. No en balde el 50% de la población ingiere menos que el requerimiento energético diario mínimo.
En fin, ¿cuál es el fin de recordar este tipo de cosas? Porque allá están puestos no solo los ojos de la comunidad internacional, sino todos sus esfuerzos para sacar adelante el país. Pero la pregunta es… ¿hasta donde? ¿Cuán adelante queremos sacarlo? Podríamos limpiar los escombros, dejar comida y medicamentos, y asumir que el problema agudo ya pasó… o dejar al país de pie en vías de resolver algunos problemas. Este sería el momento ideal para expandir la inmunización. Para resolver el problema de cloacas y agua potable. Para formar lazos entre la comunidad y los agentes de salud que los ayuden a reactivar un sistema de atención primaria. Por eso debemos preguntarnos: ¿cuándo nos vamos de Haiti? Idealmente será cuando hayamos aprovechado para resolver muchos de los problemas que los azotaban antes del desastre. Especialmente los que responden a falta de fondos, decidia y falta de decisión política.
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