Los resultados electorales alcanzados por el presidente de Bolivia, Evo Morales, no dejan lugar a la duda: un caudal de votos que haría las delicias de muchos políticos, mayorías absolutas en los cuerpos legislativos y avances significativos en regiones que han sido tradicionalmente bastiones de la oposición.
Morales comenzará su segundo período en el poder con un voto de confianza que la ciudadanía le ha dado en las urnas.
Y lo ha hecho con porcentajes impactantes, como el 80% de los sufragios conseguidos en La Paz o el "empate técnico" en el otrora acérrimo opositor departamento de Santa Cruz. Y, ciertamente, el 63% que -según los sondeos a boca de urna sobre los que se ha proclamado el triunfo- alcanzó el oficialismo a nivel nacional.
En su discurso de celebración, Morales tradujo ese apoyo masivo en una obligación: la de acelerar el proceso de cambio que promueve con su "revolución democrática y cultural", puesta en marcha cuando llegó a la presidencia en 2006.
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Sin embargo, en el horizonte de cinco años durante los que el Movimiento al Socialismo (MAS) continuará detentando el poder, comienzan a perfilarse algunos de los desafíos que el mandatario deberá atender.
En un país con 10 millones de habitantes y uno de los mayores índices de pobreza de Sudamérica, de una volatilidad política siempre latente y una división aguda entre clases y regiones, la tarea de mantener una popularidad rampante es una empresa en sí misma.
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Gestión, divino tesoro
El presidente va a necesitar de toda su fortaleza política y de equipos de trabajo más sólidos que los que ha tenido hasta la fecha
Mario Galindo Soza, analista del Centro Boliviano de Estudios Multidisciplinarios.
Para lograrlo, dicen los analistas, será indispensable que el MAS deje atrás la retórica y la confrontación que marcó el período de debate constitucional, hasta la reciente promulgación de una nueva Constitución política del Estado.
En otras palabras: ésta es, según los observadores, la hora en que Morales debería pasar de la construcción de sus bases de apoyo popular, de empatías y de solidaridades -algo que ha sabido hacer con éxito- a una tarea de gestión política que entregue resultados concretos y de largo plazo.
"Muchos piensan que no se le puede pedir al gobierno de Evo Morales que sea eficiente, porque sus miembros están recién ‘estrenándose’ como gestores públicos. El presidente va a necesitar de toda su fortaleza política y de equipos de trabajo más sólidos que los que ha tenido hasta la fecha", sugiere el analista Mario Galindo Soza, del Centro Boliviano de Estudios Multidisciplinarios.
Con los ecos de la fiesta electoral, el presidente convocó para el 12 de diciembre a la primera reunión de su nuevo gobierno, en la que se trabajarán los borradores de dos normas: la Ley de Autonomías y la de reforma de la Justicia.
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En la mira
A la hora de evaluar su gestión, sin embargo, las miradas opositoras se concentrarán en el uso de fondos públicos.
Las denuncias de corrupción tiñeron la campaña, y el mismo Morales ofreció abrir sus cuentas para "transparentar" su situación económica. Una medida que la oposición calificó de "pobre y desesperada" y los más moderados, de gesto "meramente simbólico".
Por lo pronto, el presidente reelecto anunció este lunes que impulsará un proyecto de ley para levantar el secreto bancario y permitir la investigación de las fortunas de políticos y empresarios.
Sin embargo, analistas consultados por BBC Mundo coinciden en que el problema difícilmente vaya a solucionarse con leyes aisladas, en un país que -según Transparencia Internacional- está en el puesto 120 entre los 168 más corruptos.
"Hay una parte ilegal de la economía que es una fuente importante de recursos para alimentar la corrupción. Y con la dependencia de una economía informal como la que tiene el país, es difícil que esto cambie", opina el politólogo Horst Grebe López.
¿Bomba de tiempo?
(Ésta es) constitucionalmente mi primera elección en base a la nueva Constitución política del Estado boliviano
Analistas bolivianos consultados por BBC Mundo coinciden en que la bonanza de estos cuatro años de masismo en el país fueron el primer motor para los cambios que Morales introdujo en su lucha contra la exclusión.
Los ingresos por cuenta de los hidrocarburos, así como las condiciones favorables en los mercados internacionales para algunas de las materias primeras que Bolivia exporta (como soja y minerales), generaron un flujo de fondos a las arcas estatales.
Según el analista Napoleón Pacheco, el país ha experimentado una curva de crecimiento sostenido en su economía gasífera y minera, que representa unos US$30.000 millones anuales. Y estos fondos han permitido planes de subvención gubernamental a gran escala, como los bonos a la escolaridad, la maternidad y la tercera edad que gozan de gran popularidad en los sectores más pobres.
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Pero los pronósticos económicos no parecen ser los más auspiciosos para el gobierno que comienza.
"Hasta ahora, la política ha contado con un margen de holgura económica inédita en la historia boliviana, pero todo hace pensar que esto va cambiar y que van a aparecer de nuevo los temas de la restricción fiscal, que podrían generar roces tensiones con la oposición en la nueva estructura de autonomías que está asumiendo Bolivia", anticipa Horst Grebe López.
Pero, además, hay quienes opinan que la puja por los fondos fiscales puede venir de los mismos sectores que respaldaron al MAS en estos años. Son aquellos que se han beneficiado de las transferencias de dinero público y han dado su apoyo en las urnas a la espera de que los subsidios instaurados se mantengan.
"La principal presión no está en la oposición, sino en los propios movimientos sociales que sustentan al MAS. La única forma de evitarlo es que Morales mantenga estable la economía y los movimientos sociales tengan su cuota de la torta", opina Galindo Soza.
Difícil convivencia
Se comentaba casi en susurro, pero el presidente Morales se encargó de traer el tema al centro del debate en su discurso post-electoral: la ambición anticipada de una segunda reelección en 2015.
"(Ésta es) constitucionalmente mi primera elección en base a la nueva Constitución política del Estado boliviano", dijo el mandatario.
El líder del MAS abrió así la posibilidad de un tercer mandato, al que había renunciado expresamente como parte de las negociaciones para aprobar el texto constitucional reformado. Se desdijo unas horas después, pero las críticas comenzaron a arreciar tanto desde los opositores como desde observadores preocupados por cuidar la institucionalidad.
Será con esta oposición débil y golpeada con la que Morales deberá definir una convivencia para los próximos cinco años.
Según la politóloga Erika Brockmann Quiroga, las elecciones dejan tras de sí una Bolivia dividida entre un partido "dominante" y una oposición "confusa".
"Vamos a ver cómo va lidiar Evo con esa hegemonía. Quizás veamos que su salida es tomar una actitud más conciliadora", arriesga el analista Carlos Cordero, profesor de la Universidad Mayor de San Andrés.
Así, el escenario postelectoral podría servir para que, desde el gobierno, se intenten acercamientos y se practiquen negociaciones, y será el mismo Morales el responsable de esa "estrategia de inclusión" de todos los sectores sociales, incluidas las viejas élites que dominaron la política boliviana hasta la llegada del primer presidente indígena al poder.
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