martes, 24 de marzo de 2009

Crisis mundial del empleo

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Afuera de la Catedral Metropolitana de la ciudad de México se puede encontrar la más diversa oferta de mano de obraFoto Carlos Ramos Mamahua
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Ante el desempleo, cualquier trabajo es bueno, por lo que no está de más entregar solicitudes en varias empresasFoto Ap
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Las ferias del empleo, en cualquier país que se realicen, se ven abarrotadas, por la actual situaciónFoto Ap
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La economía mundial enfrenta el mayor desempleo en décadas. ¿Qué harán los gobiernos para moldear los mercados de trabajo durante los años venideros?

El mes pasado la tasa de desempleo de Estados Unidos (EU) llegó a 8.1% (su mayor registro en los últimos 25 años). Para los recién despedidos, las posibilidades de encontrar un nuevo empleo son las peores en 50 años. En China han sido cesados más de 20 millones (quizá 3% de la fuerza laboral) de trabajadores inmigrantes. La industria textil de Camboya, su principal fuente de empleos, ha despedido a uno de cada 10 trabajadores. En España, el colapso de la construcción ocasionó que la tasa de desempleo alcanzara 14.8% en enero. Y en Japón, donde el desempleo era desconocido, decenas de miles con contratos temporales no sólo pierden su trabajo, sino también las viviendas que obtuvieron cuando laboraban.

La siguiente fase de la recesión cobra forma: una crisis mundial del empleo. Sus contornos no son aún muy evidentes, pero su severidad, amplitud y profundidad sugieren que el mundo está a punto de sufrir el mayor desempleo en décadas.

Durante los últimos tres meses de 2008, el PIB estadunidense cayó a una tasa anualizada de 6.2%. Este trimestre no será mejor. La producción ha disminuido con mayor velocidad en países que dependen de las exportaciones (como Alemania, Japón y varias economías emergentes asiáticas) o del financiamiento extranjero (en especial Europa central y occidental). El FMI anunció esta semana que la producción global podría caer por primera vez desde la segunda guerra mundial. El Banco Mundial prevé la contracción comercial más rápida desde la depresión.

Un colapso económico de esta magnitud dañará severamente la planta laboral. En su último sondeo trimestral, la empresa de servicios Manpower encontró que en 23 de los 33 países que cubre las intenciones de contratación de las empresas son las más débiles jamás registradas (ver gráfica 1). Los índices de desempleo podrían elevarse aún más, incluso si las economías dejaran de contraerse hoy, lo cual es muy poco probable.

La contracción crediticia ha agravado la caída de la demanda y obliga a las empresas a reducir costos. El desplome de activos y la expansión de la deuda que subyacen en la recesión implican que la recuperación será demasiado débil para crear de inmediato puestos de trabajo. Y cuando la demanda se reactive, la composición de los empleos podría cambiar. En un mundo posterior a la burbuja los consumidores endeudados ahorrarán más y las economías con superávit, como China y Alemania, tendrán que depender más del gasto interno. Millones de personas, desde banqueros de Wall Street hasta inmigrantes chinos, tendrán que encontrar líneas de trabajo diferentes.

Por ahora el daño es más visible en EU, donde la recesión comenzó antes (en diciembre de 2007, de acuerdo con la Oficina Nacional de Investigación Económica) y donde la facilidad de contratar y despedir ha implicado cambios en la demanda de trabajadores. La economía comenzó a perder puestos de trabajo en enero de 2008. Al principio la disminución fue bastante modesta y se limitó en gran parte a la construcción (debido a la contracción inmobiliaria) y a la industria manufacturera (donde el empleo ha estado mucho tiempo en declive). Pero desde septiembre se ha acelerado y expandido. De los 4 millones 400 mil empleos perdidos desde que comenzó la recesión, 3 millones 300 mil desaparecieron el semestre anterior. Casi todos los sectores han sido golpeados. Sólo educación, gobierno y seguridad social contrataron trabajadores el mes pasado.

Hasta ahora, el índice de pérdida de empleos de esta recesión es similar al de las ocurridas en los primeros años de la posguerra (que comenzaron en 1948, 1953 y 1957). Estas crisis provocaron variaciones enormes, pero temporales en el empleo, en una economía mucho más dependiente de la industria manufacturera que la de hoy. Como porcentaje de la fuerza laboral, se han perdido más empleos en la presente recesión que en cualquier otra desde 1957. El ritmo al que las personas quedan cesantes, medido por la proporción de quienes presentan reclamaciones por desempleo, es mucho mayor que en las recesiones de 1990 y 2001 (ver gráfica 2).

Los pronósticos oficiales son precarios. Según su presupuesto, el gobierno de Obama preveía una tasa de desempleo de 8.1% para este año. La cifra se alcanzó en febrero. Muchos analistas de Wall Street creen que superará 10% en 2010 y podría rebasar el pico de 10.8% que se alcanzó después de 1945. Las recientes crisis bancarias sugieren incluso un pronóstico más sombrío.

Un estudio realizado por Carmen Reinhart, de la Universidad de Maryland, y Ken Rogoff, de Harvard, sugiere que la tasa de desempleo aumentó en promedio siete puntos porcentuales después de las grandes crisis bancarias de la posguerra. Eso significa un índice de alrededor de 12% para EU.

Los mercados laborales de Europa parecen menos adversos, por ahora. Por una parte, la recesión comenzó más tarde allá y el desempleo ha sido inusualmente bajo; por otra, en Europa los mercados laborales son menos flexibles y reaccionan con más lentitud. El desempleo en la zona euro fue de 7.6%; el índice anterior era de 6.8%. Por primera vez en muchos años las tasas de desempleo en EU y Europa son más o menos parecidas.

Dentro de la UE existen enormes variaciones. Irlanda y España, que experimentaron un auge de la construcción y luego un colapso más drástico, han visto ya grandes pérdidas de empleos. Casi 30% del crecimiento de la planta laboral de Irlanda durante la primera mitad de esta década provenía de la construcción. Su tasa de desempleo casi se duplicó durante los 12 meses pasados.

En Gran Bretaña, otra economía que pasó por una burbuja inmobiliaria, el índice aumentó también de manera importante. A finales del año pasado 6.3% de los trabajadores estaban desempleados, frente a 5.2% del año anterior.

En las grandes economías de Europa continental apenas comienzan a ser visibles las consecuencias del declive de la producción en cuanto al empleo. La producción en Alemania se redujo a una tasa anual de 7% en el último trimestre de 2008, y el desempleo avanza poco a poco. La tasa sigue siendo inferior a la de hace un año. Aun así, nadie duda del derrotero del desempleo.

En enero, la Comisión Europea predijo que el índice de desempleo de la UE aumentaría a 9.5% en 2010. Al igual que en EU, muchos economistas del sector privado esperan 10% o más.

Los cambios estructurales en los mercados laborales de Europa sugieren que los empleos desaparecerán más rápido que en recesiones anteriores. Los contratos temporales proliferan en muchos países, ante la dificultad de despedir trabajadores permanentes.

Gran parte de la reducción del desempleo en Europa, a principios de este decenio, se debió al rápido crecimiento de estos contratos. Ahora el proceso se revierte. En España, el ejemplo más extremo de un mercado laboral dual en esa región, todos los empleos perdidos el año pasado corresponden a contratos temporales. En Francia, el empleo temporal ha descendido una quinta parte. Las plazas permanentes casi no se han visto afectadas.

Pese a que la profusión de contratos temporales acarreó mayor flexibilidad, ha puesto la carga del ajuste sobre los menos calificados, los jóvenes y los inmigrantes. La creciente participación de inmigrantes en la mano de obra europea hace más confuso el futuro del desempleo.

Como apunta Samuel Bentolila, economista del Centro de Estudios Monetarios y Financieros de España, el salto en las cifras de desempleo español no se debe sólo a la escasez de puestos de trabajo. Gracias a la continua inmigración, la fuerza laboral crece con rapidez. En Gran Bretaña, al contrario, cientos de trabajadores inmigrantes polacos han regresado a casa.

Pese a tener pocos inmigrantes, Japón muestra también las tensiones de un mercado de trabajo dual. Su fuerza laboral se encuentra más dividida que en cualquier otro país industrial Los trabajadores fijos gozan de sólida protección, en cambio el ejército de flotantes temporales, con contratos de medio tiempo, no tiene casi ninguna. Desde los años 90, la década perdida, las empresas han usado más a estos irregulares, que ahora representan 33% del total de trabajadores, contra 20% en 1990.

Conforme la industria japonesa se derrumbaba, casi todos los empleos perdidos han sido de ese sector. Muchos cesantes no son elegibles para prestaciones por desempleo. Un funcionario del Ministerio del Trabajo estima que una tercera parte de los 160 mil que han perdido su empleo en los meses recientes se han quedado también sin hogar y, a veces, con sólo unos días de antelación. Lo peor está por venir. El desempleo global, ahora de 4.1%, podría superar este año el pico de posguerra de 5.8%. En Japón algunos economistas hablan de dos dígitos.

En las economías emergentes la dimensión del problema es mucho más difícil de evaluar. La evidencia anecdótica insiste en la pérdida de empleos, en particular en la construcción, minería y la manufactura orientada a la exportación. Las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo indican que el número de personas desempleadas aumentó en las economías emergentes en 8 millones durante 2008, a 158 millones, un índice de desempleo de alrededor de 5.9%. En un informe reciente de la OIT prevé varios escenarios para el año 2009. Sus estimaciones parecen ahora bastante plausibles. Millones regresarán del empleo formal al sector informal y de las ciudades a las áreas rurales. De acuerdo con el Banco Mundial, otros 53 millones de personas caerán en pobreza extrema en 2009.

La historia enseña que un alto desempleo no es sólo un problema económico, sino también un polvorín político. La debilidad de los mercados de trabajo podría avivar la xenofobia, en particular en Europa, que enfrenta su primera crisis desde que la inmigración se disparó. Los gobernantes chinos están aterrorizados ante la posibilidad de que aumente el malestar social por el desempleo, en particular entre la elite urbana.

Ante estos peligros, los políticos no permanecerán apáticos. Su defensa más importante es impulsar la demanda. Las principales economías ricas y las mayores de las emergentes han anunciado nuevos paquetes de estímulos fiscales.

Como la mayoría de las economías emergentes no tienen seguros de desempleo, la manera de auxiliar a los desempleados son los proyectos gubernamentales de infraestructura que utilizan mano de obra intensiva, así como apoyo en efectivo para los más pobres. El incentivo fiscal en China incluye recursos para infraestructura; India acelera proyectos por valor de 0.7% del PIB. En Chile y Colombia los trabajadores del sector formal tienen cuentas individuales de desempleo, a las que pueden recurrir si pierden sus puestos de trabajo. Robert Holzmann, del Banco Mundial, cree que la gente debe tener la posibilidad de obtener préstamos de esas cuentas en caso de desempleo. Varios países consideran la idea.

En los países desarrollados, las respuestas gubernamentales al alto desempleo han tenido efectos duraderos y, a veces, perniciosos. Cuando el desempleo se incrementó después de la crisis petrolera de los años 70, los gobiernos de Europa, presionados por sindicatos fuertes, salvaguardaron la rigidez de sus mercados laborales y trataron de reducir las filas de desempleados estimulando la jubilación anticipada. Junto con generosas prestaciones sociales, esto provocó décadas de alto desempleo estructural. En EU, donde la seguridad social era más endeble, había poca disciplina regulatoria y las personas estaban más dispuestas a trasladarse, así que los trabajadores respondieron con mayor flexibilidad a los cambios estructurales. Menos de seis años después de alcanzar 10.8%, el mayor registro de la posguerra, en 1982, el índice de desempleo estadunidense era de casi 5%.

En EU la política aún se inclina por mantener prestaciones bajas y mercados flexibles en vez de aminorar las penalidades del desempleo. Las prestaciones para los desempleados son, de cualquier manera, más mezquinas que en los años 70.

Los gobiernos de Europa, al menos hasta ahora, se esfuerzan por evitar los errores de los años 70 y 80. Como señala Stefano Scarpetta, de la OCDE, la política actual está diseñada para mantener trabajando a las personas en vez de alentarlas a abandonar la fuerza laboral.

Gran Bretaña ha adoptado una táctica diferente. En lugar de intervenir para mantener a la gente en sus empleos existentes, se ha centrado en impedir el desempleo a largo plazo con un paquete de subsidios para alentar a los patrones a contratar y capacitar a las personas que no han tenido trabajo en seis meses.

La eficacia de estas políticas depende de cuánto avance la recesión. Por lo general, son curitas que se aplican con la esperanza de que la recesión termine muy pronto y la restructuración industrial subsecuente sea moderada. Subsidiar una semana laboral más corta, por ejemplo, apoya la demanda hoy, pero imposibilita un reordenamiento a largo plazo. Las desigualdades del doble mercado laboral se harán más evidentes conforme aumente el desempleo. Los políticos parecen esperar lo mejor. Dada la velocidad a la que sus economías se deterioran, lo que deberían tener es un plan por si sucede lo peor.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

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