Andrea Bentancor
Economista. Directora de Estudios Comunidad Mujer.
Según cifras de la OCDE, las mujeres que trabajan bajo la modalidad de jornada parcial se han triplicado en los últimos diez años, pasando de niveles cercanos al 8% de las ocupadas a un 25% de éstas.
Dicho aumento se da en un contexto de fuerte crecimiento de la participación laboral femenina, que desde los años 80 ha subido 15 puntos porcentuales.
Si se analiza la evolución de la incorporación femenina al mercado de trabajo se advierte que, primero, las mujeres con mayor escolaridad y las jefas de hogar lo hicieron en jornada completa. Con los años, también se incorporaron en jornada parcial algunas mujeres con pareja e hijos que antes no participaban, gracias a políticas que determinaron la extensión de la jornada escolar y un aumento en la disponibilidad de educación pre escolar.
Que la participación laboral femenina aumente es siempre positivo: favorece la autonomía económica de las mujeres y su empoderamiento, contribuye al crecimiento económico del país y a enfrentar el problema del envejecimiento. Pero también se debe analizar cualitativamente el tipo de empleos que está generando la economía y ahí vemos algunos signos preocupantes.
Una proporción más alta de los empleos en jornada parcial son precarios, respecto de los de jornada completa, y presentan salarios bajos. Adicionalmente, las trabajadoras a tiempo parcial tienen menor probabilidad de recibir capacitación, peores perspectivas de desarrollar una carrera, peores pensiones y mayor rotación.
Entonces, si analizamos la evolución del mercado de trabajo femenino en la última década observamos que la participación del empleo asalariado entre las ocupadas sube aproximadamente 5 puntos porcentuales en el caso de jornada completa y baja dos puntos porcentuales en el caso de jornada parcial. Cuando se analiza la modalidad de contratación del empleo asalariado se observa que los contratos temporales crecen en todos los casos. Pero, mientras que en el caso de jornada completa el crecimiento de la contratación temporal es de cinco puntos porcentuales, en el caso de la jornada parcial es de nueve.
Tras esa evolución observamos que la informalidad a 2009 (última Encuesta Casen disponible) asciende a 25% del total de ocupadas en el caso de las trabajadoras en jornada completa y a 67% en el caso de las ocupadas en jornada parcial.
Por último, definitivamente debe tomarse en cuenta que una alta proporción de trabajadoras en jornada parcial lo es involuntariamente. En efecto, cuando a éstas se les pregunta si querrían trabajar más horas, 53% querría hacerlo —entre aquellas en jornada completa ese porcentaje es más bajo, 16%—. Más aún, la principal razón para no poder trabajar más horas entre las que querrían es que éstas no están disponibles (69% lo declara).
Por todo lo anterior, es claro que el crecimiento de la modalidad jornada parcial entre las mujeres presenta disyuntivas que deben analizarse. Por un lado, es el modo de incorporar al mundo del trabajo a un grupo de mujeres que de otro modo no lo haría. Por otro, quizás para otro grupo de mujeres que tiene decidido trabajar la inserción en jornada parcial se debe a un problema de falta de alternativas que se debe subsanar.
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