Otra de las muchas formas de llamar a esta elusiva realidad es "economía informal". Es ese submundo sumergido en sombras que sólo es dizque "misterioso" porque así le dicen los burócratas. Pero no es nada misterioso para la mitad de la población humana que encuentra ahí sus empleos. Por eso (y otras virtudes) algunas mentes lúcidas lo califican de "bastión de creatividad e innovación".
Es Robert Neuwirth, autor de Stealth of Nations: The Global Rise of the Informal Economy, quien inventó el término para designar a estos mercados "debajo de la mesa" o "mercado callejero global", uno de los muy pocos mercados realmente libres que quedan en el mundo.
Está compuesto de gente particularmente eficaz, motivada, emprendedora, independiente, inventiva, ingeniosa, que hace negocios por su cuenta y riesgo, lo más ajeno posible de las ataduras burocráticas formales, especialmente las fiscales (los africanos y caribeños francófonos le dicen a estos emprendedores débrouillards.
Neuwirth estima que el tamaño de este Sistema D (difícil de calcular porque por definición está fuera de libros y registros) anda por los diez billones de dólares al año. Es importante aclarar que en esta economía Neuwirth no incluye actividades negras como el tráfico de enervantes, el contrabando de armas, de personas o de órganos.
Neuwirth se limita a la "economía de la ingenuidad, la improvisación, el hacerlo por sí mismo" (Do It Yourself economy), y el comercio sin formalidades entre vecinos.
Naciones en declive
Este Sistema D (aun con sus cifras conservadoras) anda ya por dos tercios de la economía más grande del mundo, la de EU, y es 40% más grande que la economía china. Ya hoy ofrece la mitad de los empleos de todo el planeta, pero sigue expandiéndose: se estima que generará dos de cada tres empleos que se creen en el mundo de aquí a 2020. O sea, está creciendo. Rápido.
¿A alguien puede sorprender este fenómeno expansivo? A nadie. Muchos países están en las etapas terminales de una pavorosa espiral de deuda y en consecuencia enfrentan inminentes crisis severas en sus monedas e implementan todo tipo de desesperadas barreras para proteger de las fuerzas evolutivas de este verdadero capitalismo, a ciertas industrias obsoletas pero cómplices de las altas esferas del poder político y económico global.
La decadencia del Estado-Nación lleva ya décadas en proceso, como un lento cáncer gangrenoso que poco a poco ha carcomido los órganos vitales de lo que alguna vez fue un modelo de economía realmente productiva. Algunos analistas llaman a este tumor canceroso "la marcha de los zombis", esos burócratas, políticos y mercaderes hoy tan celebrados, pero que no aportan nada sino nada más chupan rentas (son parásitos, pues). Por fortuna, esos sectores que hoy se consideran "pilares de la economía", están tan condenados como el modelo canceroso que les da abrigo. El crecimiento acelerado e irrefrenable del Sistema D es consistente con las tendencias descentralizadoras geopolíticas y neoeconómicas provocadas por el desmoronamiento del modelo del Estado-Nación a lomos de sus gigantescas, impagables, deudas.
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