lanacion.cl: Tareas domésticas: la mochila de la mujer trabajadora
El Informe de Desarrollo Humano en Chile 2010, titulado “Género: Los desafíos de la igualdad”, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo dice clarito: se ha avanzado mucho en las últimas dos décadas en reducir la desigualdad entre hombres y mujeres, pero persisten lo que los expertos denominan “núcleos duros” que obstaculizan un avance mayor y esto tiene especial relevancia cuando se aborda el ámbito laboral.
Según el estudio, la participación de la mujer en el campo laboral ha crecido, pero sigue mostrando una brecha significativa con los hombres y una de las principales dificultades reside en que el cuidado de los hijos y las tareas domésticas siguen siendo una responsabilidad exclusiva de la mujer. A pesar de que el trabajo femenino fuera del hogar tiene hoy día mayor aceptación social, la mayoría de las mujeres que trabajan cumplen una doble jornada laboral, en su empleo y en su casa, exhibe una trayectoria laboral discontinua y enfrenta dificultades serias para lograr que sus parejas compartan las tareas familiares. Esto crea un círculo vicioso que termina afectando las posibilidades laborales femeninas y que en el caso de las mujeres de sectores más pobres, se vuelve dramático porque son ellas las que tienen más necesidad de ingresos y más obstáculos para incorporarse al mercado laboral.
Aunque Chile sigue mostrando un atraso en la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, comparado con países similares, se han observado cambios importantes. Las mujeres han intensificado su vínculo laboral desde mediados de los ’80. En ese sentido, la encuesta Casen muestra que la participación laboral de la mujer aumentó desde un 32% a un 49% entre 1987 y 2006.
Este incremento tiene como protagonista a las mujeres casadas o convivientes, con hijos, pertenecientes a sectores medios, ya que las profesionales estaban ya insertas en el mercado del trabajo, mientras que las de bajos recursos enfrentan fuertemente los obstáculos mencionados anteriormente. El crecimiento de la economía y sus efectos sobre la creación de empleos y aumentos en los salarios de mercado habría gatillado esta mayor inserción laboral femenina.
Sin embargo, la situación sigue siendo esencialmente desigual y según el Informe de Desarrollo Humano esto afecta especialmente las oportunidades de desarrollo de las mujeres, puesto que aquellas que permanecen en sus hogares quedan en situación de dependencia económica respecto de los hombres y tienen una reducida autonomía para elegir lo que quieren hacer con su vida. “No se trata sólo de la falta de dinero, sino de las relaciones de dependencia que se construyen y de cómo ello repercute en una pérdida de libertad y autonomía. Como resultado puede producirse una restricción de las oportunidades que las personas tienen para vivir aquellas vidas que tienen razones para elegir’”, concluye el documento.
De hecho, en él se muestra que el 77% de las mujeres que tienen trabajo remunerado se pone metas en la vida versus un 50% de aquellas que se dedican exclusivamente al hogar. Además, hay una significativa brecha de capacidades de las personas según estén realizando trabajo remunerado o tareas domésticas en el hogar.
El estudio también muestra las trayectorias laborales de hombres y mujeres de entre 20 y 44 años de edad. Mientras los hombres exhiben una trayectoria de inserción permanente en el mercado del trabajo, las mujeres difieren según nivel socioeconómico y rol que desempeñen en el hogar. Algunas siguen un patrón similar al de los hombres; otras asumen un papel de proveedoras secundarias de ingresos, adaptando su inserción laboral a las demandas domésticas y las restantes no realizan trabajos remunerados. Pero este último grupo constituye sólo una quinta parte de las mujeres estudiadas (21%). El otro 80% mantiene vínculos con el mercado laboral, aun cuando tienden a ser más débiles y discontinuos respecto de las trayectorias laborales que siguen los hombres (ver recuadro).
“La inserción laboral de la mujer no puede describirse en categorías excluyentes, como estar o no estar en el mundo del trabajo, como se piensa tradicionalmente. Cuatro de cada cinco mujeres nacidas entre 1960 y 1962 ha participado en algún momento de su vida en el mercado laboral, pero sólo un tercio lo hizo en forma interrumpida”, señala Pablo González, coordinador del Informe de Desarrollo Humano.
¿Y qué pasa en la casa?
ImagenTeniendo en cuenta que la participación femenina en la fuerza laboral ha crecido, una pregunta que surge es cómo se realizan las labores del hogar ahora que están trabajando fuera del hogar.
Un factor importante por considerar es la disminución de la natalidad, que se inicia en décadas anteriores y que hoy se ubica en un promedio de 1,9 hijos. Las mujeres que pertenecen al 25% más pobre de la población pasaron de tener seis hijos en promedio a comienzos de los ’60 a un promedio de tres hijos en el año 2000. Entre las mujeres del 25% más rico se disminuye de tres a 1,9 niños.
La conclusión es que al haber una mayor disponibilidad de empleos y mejores salarios -por un mayor crecimiento económico- se hace más fácil el ingreso al mercado laboral por la menor cantidad de hijos.
Sin embargo, el informe apunta a la falta de redistribución de las tareas hogareñas que persiste en la familia y el escaso aporte de los hombres en este sentido, reforzado por patrones culturales conservadores que aún se mantienen. “No extraña entonces que las mujeres estén asumiendo una doble jornada de trabajo, con el desgaste mental y físico que se puede suponer”, afirma el estudio.
Teresa Valdés, coordinadora del Observatorio de Género y Equidad, señala que “siempre se pensó que al ingresar la mujer al mundo del trabajo remunerado se reducirían muchas diferencias y desigualdades, entre ellas la que asociaba a los hombres con el trabajo productivo y a las mujeres con las tareas vinculadas a la reproducción. Sin embargo, esos patrones rígidos se mantienen. Las mujeres trabajadoras tenemos que ejercer lo que se llama doble jornada, porque seguimos obligadas por la cultura y el entorno a hacernos cargo de la reproducción de la especie”. Explica que “eso se traduce en que muchas mujeres entran y salen del mercado, algunas sólo aceptan trabajos en tiempo parcial que son siempre mal pagados y esto tiene directa relación con arreglar todo para que les funcione esta doble jornada”.
Pablo González dice que incluso en los sectores de altos niveles educacionales las mujeres tienen que hacer complejas negociaciones con sus parejas y empleadores para poder conciliar trabajo y familia. En este punto, precisa que “existe, por ejemplo, resistencia de la pareja a acompañar a una mujer que recibe un ascenso y hay empresas que al seleccionar personal especifican cosas tan aberrantes como que una mujer en edad fértil contraviene los requerimientos técnicos del cargo”.
El coordinador del Informe de Desarrollo Humano recalca que si para esas mujeres es difícil, para las de menores recursos es casi imposible. “La constelación de factores que enfrentan son salarios bajos y empleos precarios, mayores demandas de cuidado provenientes de un mayor número de hijos y menos recursos para la conciliación trabajo-crianza. A esto se suman normas culturales adversas a la inserción laboral y menos cooperación práctica”. González agrega que “justamente a las mujeres que están en mayor desventaja se les hace más difícil, porque también deben enfrentar la presión de un entorno social más contrario al trabajo femenino fuera del hogar y también la presión de una pareja que puede tener representaciones culturales machistas”.
En el caso de las mujeres que logran trabajar fuera del hogar, advierte que “los hombres no asumen una mayor responsabilidad en las labores domésticas. Incluso los que no trabajan hacen poco en este ámbito. En cambio, la mujer aunque trabaje, mantiene una carga de responsabilidad muy alta”.
Para avanzar hacia una mayor igualdad, Teresa Valdés considera relevante impulsar políticas públicas como la impulsada por la ex Presidenta Michelle Bachelet en orden a crear más salas cuna y jardines infantiles para las mujeres de escasos recursos. “Definitivamente aquí hay un salto cuyo impacto no aparece aún en este estudio, porque claramente para las mujeres de sectores pobres esto es brutal. Ellas muchas veces tienen que trabajar igual, pero lo hacen de manera muy informal como vendedoras ambulantes, por ejemplo, y no logran desarrollar una actividad productiva que les permita ingresos estables”.
La investigadora también sugiere avanzar hacia políticas que den claras señales de que la reproducción es una tarea de hombres y mujeres que debe ser compartida con igualdad. “Mujeres y hombres tienen que hacerse cargo, pero eso supone cambios culturales como que los empleadores de hombres también estén dispuestos a contribuir y a dar permisos parentales para el cuidado de los hijos”, concluye. //LND
Trayectorias laborales femeninas
El Informe de Desarrollo Humano 2010 compara las trayectorias laborales de hombres y mujeres entre los 20 y 44 años, desde 1980 al 2006. Del estudio se pueden distinguir cinco tipos de relación de las mujeres con el mercado laboral. Sólo el 21% de las mujeres estudiadas no se incorporó nunca al mundo del trabajo.
Inserción permanente (32%): se trata de mujeres que trabajan a lo largo de todo el período, tienen estudios medios o superiores, apenas un 38% está casada y son las que tienen el promedio más bajo de hijos. Es el grupo que tiene menos responsabilidades que atender en el cuidado de los hogares o que cuenta con mayores recursos para contratar servicios de cuidado en el mercado. El porcentaje de mujeres trabajando permanentemente contrasta abiertamente con el 92% de hombres en esa condición.
Inserción tardía (24%): son las mujeres que ingresan al mercado laboral a partir de los 25-30 años y luego trabajan todo el período. El 95% de las mujeres de este grupo tiene enseñanza básica o media, una cantidad de hijos igual al promedio nacional y todos los estados civiles. Se incorporan tardíamente al mercado laboral porque asumen la jefatura del hogar o trabajan para complementar los ingresos de la pareja una vez que los hijos ya crecieron.
Retiro intermedio (11%): este es un grupo en que las mujeres trabajaron al inicio del período estudiado, luego se retiraron del mercado laboral por lo menos durante cinco años para después volver a trabajar. Son mujeres de distintos grupos socioeconómicos, principalmente casadas o convivientes que no tienen más de dos hijos. Se dedican fundamentalmente a las labores domésticas y trabajan sólo como un aporte al ingreso del marido o conviviente.
Retiro temprano (10%): son aquellas mujeres que trabajan al inicio del período estudiado y luego se retiran a partir de los 35 años. Es el grupo que tienen la mayor cantidad de mujeres casadas y con mayor cantidad de hijos, generalmente tres. Estas mujeres se retiran del mercado para dedicarse a las labores domésticas y al cuidado de sus hijos en el hogar.
nunca ha participado (21%): se trata de mujeres con bajo nivel de escolaridad y niveles socioeconómicos bajos. El 80% de ellas está casada y el 70% tiene tres hijos o más.
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