KARACHI, ene (IPS) - Razia Khatoon, de 36 años, se agacha sobre un enorme bastidor de madera con sus ojos entrecerrados para intentar ver algo en la habitación poco iluminada, levantada en un asentamiento irregular del barrio de Orangi, en la meridional ciudad pakistaní de Karachi.
Hábilmente, cose una cuenta tras otra para adornar un vestido bordado a medio terminar, que se extiende sobre el bastidor. Dice que no tiene tiempo para conversaciones triviales porque el pedido tiene que ser entregado en el día. "Si no terminamos esto para la noche, es posible que no recibamos otras órdenes", explica Khatoon.
Aunque se siente afortunada de poder ganar dinero, la demanda interna de mercaderías como los vestidos que ella fabrica se ha reducido considerablemente, dado que todos padecen el impacto de una fuerte suba en los precios de los productos básicos esenciales desde la crisis económica que afectó hace menos de cinco años a Pakistán.
Khatoon, madre de 10 hijos, agrega que hay demasiadas mujeres que estarían dispuestas a quedarse con su trabajo si ella diera la más leve señal de vacilación.
"Trabajamos entre 10 y 12 horas diarias, y nos lleva tres días terminar una prenda", explica. Ella gana entre 700 y 1.500 rupias (8,3 a 17,8 dólares) por cada una, dependiendo de la complejidad del modelo. Khatoon se dedica a esto desde hace 18 años.
Ella es una de los 8,5 millones de mujeres pakistaníes que trabajan, de modo informal, en sus hogares, y que representan 70 por ciento de la fuerza laboral femenina del país, según la Encuesta Económica de Pakistán 2009.
Pero HomeNet Pakistán, una red de organizaciones que operan directamente con trabajadoras basadas en el hogar, señala que esa proporción puede llegar a incluso 80 por ciento.
Los productos para vender que son elaborados en los hogares van desde varas de incienso hasta adornos para vestimentas de mujeres y niños. También fabrican alfombras, cajas y cerámicas, limpian frutas, pelan y empacan camarones y tejen bolsos de yute. Éstas son importantes fuentes de ingresos para una gran cantidad de pobres en Pakistán.
Los grandes fabricantes las contratan a través de intermediarios, que hacen que estas trabajadoras informales cumplan con la tarea, a menudo a través de acuerdos irregulares.
A diferencia de quienes trabajan en la economía formal, cuyas actividades son controladas y gravadas por el gobierno, Khatoon no posee ninguno de esos beneficios.
Para el gobierno, el sector informal no entra dentro de la definición de "trabajadores", sostiene Zera Khan, secretaria general de la Asociación de Mujeres Trabajadoras Basadas en el Hogar, que creó la no gubernamental Fundación de Educación para el Trabajo.
De ahí que el sector no cuente con la protección y la seguridad que brindan las leyes laborales, entre ellas la Ley de Pago de Salarios, la Ordenanza de Beneficios por Maternidad y la Ley de Beneficios a Empleados Ancianos.
Según los expertos, la globalización ha hecho que el sector industrial produzca a menor escala, y ha aumentado la cantidad de trabajadores informales en Pakistán, presionando aún más a las mujeres para complementar los ingresos del hogar.
La Encuesta de la Fuerza Laboral de Pakistán 2007-2008 establece que el sector informal representa más de 73 por ciento del empleo total. En los últimos dos años aumentó 28 por ciento, dice la coordinadora nacional de HomeNet, Ume Laila Azhar.
El destacado economista pakistaní Kaiser Bengali describe a esta expansión del trabajo informal como un "efecto cascada inversa", que perjudica a quienes están más abajo.
La economía de Pakistán comenzó a caer a fines de 2005. Desde entonces se ha esforzado por salir de la recesión originada, entre otras cosas, en un alto gasto en defensa, en un contexto de incesantes ataques de insurgentes. El permanente malestar y la violencia también espantaron a potenciales inversores.
Se estima que el desempleo en el país alcanza a 7,4 por ciento de su fuerza laboral, que es aproximadamente 50 por ciento de su población, de unos 168 millones de habitantes.
En su informe de agosto de 2009 titulado "No Cushion to Fall Back" ("Ningún almohadón sobre el cual recostarse"), las Mujeres en el Empleo Informal: Globalizarse y Organizarse (Wiego, por sus siglas en inglés), señala que "cuando los mercados laborales formales se constriñen, a menudo los trabajadores que fueron producto de la reducción de personal se vuelcan a la economía informal".
En los países en desarrollo, donde ese fenómeno es particularmente evidente, "a menudo hay una escasez de servicios públicos o de programas para apoyar a los desempleados".
Wiego, una red global independiente que busca mejorar las condiciones de trabajo de los pobres, sostiene que el sector informal no sufre durante las crisis económicas. "Muchos trabajan en o debajo de la línea de la extrema pobreza, ganando menos de 1,25 dólares diarios, y son incapaces de salir de la pobreza por sí mismos", señala en su informe.
Asma Ravji, que trabaja para Sungi, otra organización no gubernamental que promueve el trabajo desde el hogar, dice que algunos de los principales problemas que enfrentan quienes se dedican a esta modalidad son "trabajo irregular, ingresos mensuales irregulares, falta de seguridad y de derechos laborales". Como no están organizadas y no tienen sindicatos ni asociaciones que las representen, no pueden negociar los salarios y, a consecuencia, son explotadas por los intermediarios, agrega Ravji.
"La crisis económica obligará a aún más mujeres a ingresar al sector informal, y dada la situación de Pakistán en materia de seguridad, ley y orden, aparejada con las responsabilidades femeninas en el frente del hogar, se espera que más mujeres y niños se integren al trabajo basado en éste", pronosticó Saba Gul Khattak, miembro de la Comisión de Planificación del gobierno central.
Los seis hijos mayores de Khatoon la ayudan con su trabajo. Ya no van a la escuela.
Según HomeNet, los más jóvenes constituyen la mayor proporción de los trabajadores familiares no pagos (47 por ciento), mientras que alrededor de 42 por ciento de quienes trabajan en el hogar tienen entre 15 y 24 años.
"Nos estaba yendo bien y, por gracia de Dios, pudimos enviar a los niños a la escuela y darles tres comidas al día. La vida era buena", recuerda Nasir Sabir, el esposo de Khatoon.
"Pero el año pasado tuvimos que sacar a nuestros hijos de la escuela", dice Sabir, quien ayuda a su esposa, entre otros, trayendo órdenes, entregándolas y consiguiendo los suministros necesarios.
"El precio de los alimentos se disparó. ¿Qué tenemos que hacer los pobres? ¿Alimentar a los niños o enviarlos a la escuela?", pregunta, frustrado.
En 2009, la malnutrición afectó a 28 por ciento de la población de Pakistán, 24 por ciento más que el año anterior, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El esposo de Zahida Mumtaz padece problemas renales y no tiene un trabajo permanente. Ella gana entre 20 y 50 rupias (23 a 59 centavos de dólar) por cada docena de vestidos de niña que cose.
"Sé que es muy poco porque la fábrica le vende el mismo vestido al comercio minorista por 200 rupias (2,3 dólares). Yo misma vi la etiqueta justo antes de que lo empacaran y enviaran. Pero si nos negamos o nos quejamos, el contratista llevará la orden a otra parte", explica.
Sin embargo, las cosas parecen estar mejorando para trabajadoras como Mumtaz. A fines de 2009 se formuló una Política Nacional sobre Trabajadoras Basadas en el Hogar. A partir de la misma, se espera que el sector informal finalmente obtenga algunos beneficios con los que actualmente no cuentan.
El Ministerio de Desarrollo de las Mujeres, el Ministerio de Trabajo y Recursos Humanos, Sungi y HomeNet Pakistán han firmado un memorando de entendimiento según el cual trabajarán juntos en la legislación e implementación de la política, dice Ravji. (FIN/2010)
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