Comentando la democracia / comentando sobre política y la democracia.
Escrito Por Mauricio Silva. 14 de Diciembre. Tomado de El Faro.
Hace un mes escribí en esta columna de opinión sobre la necesidad de la reforma fiscal; argumentaba que ella era necesaria para mantener la sanidad de nuestras finanzas públicas, para no seguir dependiendo de créditos internacionales e hipotecando a futuras generaciones, para poder empezar o continuar programas sociales y de solidaridad, para obtener los créditos internacionales que nos permitan invertir en el país en esta etapa de transición, y para empezar a buscar mayor equidad. Esperamos que esos objetivos se logren con la aprobación legislativa del paquete de medidas fiscales. Medidas fiscales que varios hemos alegado deberían ser más fuertes; medidas que se han debatido y cambiado en aquellas áreas donde el Ejecutivo ha considerado que las criticas recibidas eran válidas.
A pesar de lo anterior, sigue existiendo una oposición de parte de sectores que defienden sus propios intereses y que tienen poder y voz muy poderosos. Presentan argumentos que ya hemos oído en ocasiones anteriores, pero que antes por la composición de fuerzas que existía, lograron su objetivo de anular los cambios propuestos. Argumentan que este no es el momento apropiado, que mejor después, que si es necesario incrementar impuestos pero que lo hagan a otros no a mí, que necesitamos más tiempo para estudiar los cambios propuestos, etc., etc. Entre esos argumentos está también el de subirle al IVA para sustituir los impuestos específicos propuestos en la reforma, pero eso ya se ha demostrado que seria una medida injusta pues recarga a todos y un poco más a la clase media. Los impuestos específicos propuestos solo castigan al que utiliza esos productos o servicios.
Esta situación de nuestro país es muy similar a lo que está pasando en Guatemala. La Administración del Presidente Colom ha presentado también una propuesta de reforma fiscal con varias similitudes en el proceso de discusión a nivel nacional, pero también con diferencias importantes con la nuestra. La principal diferencia es la base tributaria de Guatemala: en ese país existen, además del IVA y el impuesto a la renta, el impuesto predial y el de solidaridad. El impuesto de solidaridad (ISO) es una contribución especial que se impone a las grandes empresas (bancos, financieras, agro exportadoras y supermercados) y el predial es un impuesto sobre los bienes inmuebles (tierras) que sirve para reforzar los municipios y que se transfiere automáticamente a ellos.
Los objetivos de la reforma de Colom son: preservar la gobernabilidad democrática, fortalecer las políticas sociales y mantener la estabilidad macroeconómica. La reforma propuesta por Colom eleva el ISO y el impuesto sobre la renta por un punto, y también incrementa otros tributos incluyendo los timbres y el impuesto a las telefonías. Primera diferencia importante con lo propuesto para El Salvador. La reforma propuesta por la Administración del Presidente Funes no toca los impuestos básicos como son el IVA o la renta, ella propone solo modificaciones a impuestos específicos los cuales castigan solo a los que usan esos productos (tabaco, licor, carros, yates, etc.) o elimina privilegios a aquellos que los tenían y que ahora ya no se justifican (subsidios a los exportadores, a los buseros, etc.). Esa focalización hace la reforma propuesta por Funes más equitativa pero menos eficiente quizás pues no recauda tanto como el subir impuestos generales; por esto se plantea la posibilidad de una segunda etapa de la reforma.
La otra gran similitud con el proceso de Guatemala es la oposición que ha generado en los mismos grupos que en El Salvador: las asociaciones bancaria y de la empresa privada, y sus afiliados, apoyados por las plumas que han defendido sus intereses. Sus argumentos, que no es el mejor momento para la reforma, que puede dañar a la economía, que se necesita más tiempo para estudiar lo propuesto, etc.
Varios en Guatemala han defendido, con argumentos muy interesantes, la reforma fiscal propuesta por la Administración del Presidente Colom; a continuación copio textualmente partes de algunos de esos artículos por considerar que dichos puntos de vista nos son útiles en El Salvador.
El primero es escrito por Edgar Gutiérrez, y dice:
“Quien paga manda. Pero, ¿cuando los que mandan no quieren pagar? Entonces no hay Estado que aguante. Y sin Estado, ¿quién hace que se cumplan las normas generales con cierta equidad? ¿Quién garantiza las reglas y establece el orden?
¿Quién procura los bienes públicos que el mercado no hará, simplemente porque no le tiene cuenta? La consecuencia de no pagar está a la vista. La vida se degrada en todo sentido. Inequidad. Nadie se responsabiliza. Todos compiten por sus intereses inmediatos. Jalan hacia dentro. Nada para fuera. Eso sí, siempre hay motivos para quejarse.
Vamos hacia un suicidio colectivo sacrificando al Estado y sacándole hasta la última gota a lo que se pone enfrente. Porque aquí siempre hay formas de hacer negocios. Suicidio colectivo significa perder la autoridad legítima y ser gobernados, en serio, por las mafias de todos los signos y vertientes.
La anarquía está por instalarse en definitiva, porque si los que tienen la plata legítima no pagan para tener un Estado más o menos decente, pierden entonces toda legitimidad, es decir, pierden el respeto de todos. La pregunta inicial (¿qué pasa cuando los que mandan no quieren pagar?) encuentra, más temprano o más tarde, una respuesta entera: ellos no tienen derecho de mandar. Se pierde la base de toda gobernabilidad. Así, cada quien paga lo que quiere a cambio: aquí un juez, allá un policía, acullá una campaña electoral, una ley, un contrato, un negocio.
Esa es la fórmula del desastre que hemos venido abonando en los últimos 25 años. La abonamos y nos quejamos. Insensatamente seguimos abonando el desastre. Pero aquí nadie se responsabiliza, pues todos los demás tienen la culpa.”
El otro es por Tomás Rosada:
“Después de darle una pasada en diagonal a los argumentos expuestos recientemente por nuestras voces calificadas, queda una sensación de alarma ante la miopía que irradia de frases como: “la carga tributaria que tenemos ya es suficiente…”, “otra vez vienen estos dueños del esfuerzo ajeno contra los que sí nos fajamos trabajando…”, “con los impuestos matamos la creatividad y la inversión de los exitosos…”, “para qué más, ¿para que se lo roben?...”, “que le entren al contrabando y la economía informal”.
Por supuesto que es igual de miope pretender fortalecer al Estado única y exclusivamente dándole más recursos financieros, condición necesaria pero no suficiente. Cae de su peso que la corrupción y el contrabando son dos tumores que debemos extirpar, pero esa es una cirugía mayor, y creo que nos costará mucha plata.
Expresar oposición a un planteamiento es perfectamente válido y saludable para la democracia. Eso está muy bien. Pero hacerlo mezclando todo con todo, no auguro que nos lleve muy lejos. No entiendo una oposición al tema tributario que en el camino sataniza conceptos como el servicio público, la focalización del gasto para reducción de la pobreza, las instituciones del Estado, la política social y todo lo que se ponga enfrente.
¿Sabe usted cuál es el “chambre” que se escucha en los pasillos de la comunidad internacional, esa misma a la que nos queremos insertar? Que a veces nos comportamos como un país poco serio. No solamente incapaz de sentarnos a la mesa y construir una ruta hacia la autosuficiencia fiscal para costear nuestra propia salida del atraso, sino que además lo poquísimo que recaudamos muchas veces no lo gastamos en la forma más eficiente y transparente posible.
Lo más irónico es que hasta las calificadoras de riesgo han dicho que los recursos fiscales son importantes para la estabilidad de un país. Ni se diga organismos como el FMI o el Banco Mundial y demás agencias de cooperación. Es una realidad que todos ven, menos nosotros. Curiosamente, sobre lo anterior no comentan gran cosa nuestras voces calificadas.”
Importante aprender de otros países. Es claro que los grupos que se oponen a las reformas en Guatemala y El Salvador se coordinan y retroalimentan, espero los que consideramos estas reformas necesarias, como es la mayoría de la población según la última encuesta, también aprendamos y oigamos las voces de otros países. Guatemala y El Salvador son los dos últimos países en cuanto a carga tributaria del continente, con varios puntos debajo del promedio de América Latina, y muy por debajo de los países que lideran en el desarrollo como Brasil con una carga tributaria el doble que la nuestra. Como dice Rosada en otro articulo suyo “A ningún ser humano le gusta pagar impuestos. Sin embargo, a todos nos gusta hablar de más educación, de mejores hospitales y puestos de salud, de buenas carreteras, de seguridad y justicia pronta y para todos, de una población sana y productiva. En realidad son dos caras de una misma moneda. Los impuestos son una forma de pagar por todo eso que es deseable para una sociedad. Por supuesto que el debate se enciende cuando tenemos que ponernos de acuerdo en cuánto y quién debe pagar impuestos.” Ojalá los parlamentos de ambos países a la hora de votar entiendan que las reformas fiscales planteadas son un primer paso para tomar en nuestras manos ese desarrollo que queremos, poniéndole precio y aclarando quién debe pagarlo.
Opinión - La necesidad de la reforma fiscal - ElFaro.net El Primer Periódico Digital Latinoamericano
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