Por: Alberto Villar Campos
No solo las reglas de tránsito se rompen en la avenida Abancay. En esta arteria neurálgica del Centro de Lima, el comercio ambulatorio parece haberse apropiado de a pocos, pero con fuerza, de sus veredas. Con ello borra la buena imagen que el fallecido alcalde de Lima Alberto Andrade le dio al Cercado en 1996. Y todo a vista y paciencia de los serenos.
Según información proporcionada por el concejo metropolitano, existen entre 5 mil y 6 mil ambulantes informales que recorren las vías del Cercado y afectan el paso de las miles de personas que a diario las recorren. Luis Gayoso, gerente de Desarrollo Empresarial de la comuna capitalina, refirió que, desde el 2000, se ha formalizado, a través de decretos de alcaldía, a 2.373 ambulantes, en su mayoría lustrabotas, canillitas y vendedores de golosinas. Sin embargo, el objetivo actual, pues el comercio ambulatorio informal está prohibido, es lograr que puedan adquirir locales a mediano plazo para instalar allí sus negocios.
¿Es eso posible? En un recorrido efectuado ayer, El Comercio comprobó que la mayoría de los negociantes instalados en la Av. Abancay no cuentan con autorización para trabajar. En su mayoría, se trata de lustrabotas, relojeros al paso y vendedores de comida y artículos al menudeo. Miguel es uno de ellos. Él trabaja a una cuadra de la sede del Poder Judicial y confiesa que, a diferencia de lo que ocurría en los tiempos de Andrade y para su buena suerte, los serenos ahora ya no los fastidian tanto. Sin embargo, él usa una casaca con el logo de la Municipalidad de Lima para —según dice— evitar que estos lo desalojen.
En el Ministerio Público , en el cruce de Abancay con el jirón Miró Quesada, quienes tipean documentos al paso aceptan también no haberse formalizado; en su defensa alegan que el dinero que ganan solo les alcanza para vivir.
Pero no solo allí las vías han sido invadidas por el negocio ambulatorio. En la avenida Emancipación también pueden observarse vendedores al paso de tijeras, cortaúñas y lupas; además de canchita y cocoliche; emoliente y jugo de naranja. Todos ellos revelaron carecer de licencia para laborar, aunque les tranquiliza saber que los serenos suelen hacerse de la vista gorda. “Necesitamos trabajar”, fue la opinión general.
Consciente de la actual problemática, que desata las críticas de los transeúntes, Gayoso afirma que los serenos tienen como primera tarea que los ambulantes dejen la zona donde trabajan, y ya luego se procede al decomiso de la mercadería. Sin embargo, esta parece una labor compleja, pues los ambulantes se trasladan siempre hasta otro punto en el que no existe control y ejercen allí su ilegal labor.
“Esta realidad refleja una falta de firmeza de la Municipalidad de Lima ”, opinó el especialista en derecho municipal Julio Castiglioni.
EL DATO
Multa por decomiso
Para recuperar la mercadería que los agentes del serenazgo del concejo limeño les incautan, los comerciantes informales deben pagar una multa de S/.85.
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