Si bien ha habido avances en los últimos cuatro años 10 millones 800 mil venezolanos permanecen excluidos del sistema financiero y el acceso al crédito. Un entorno que impulse a la banca de desarrollo es vital | Víctor Salmerón
Gabriela Pulido
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Durante décadas la ausencia de garantías, la inexistencia de balances y la poca comprensión de la economía informal, construyeron una barrera entre las zonas populares y la banca, pero hoy, el principal obstáculo es un conjunto de reglas que no han tenido suficiente éxito en el propósito de impulsar las microfinanzas.
La idea de entregar créditos de bajo monto a personas y pequeñas empresas con capacidad para generar riqueza, pero excluidas de los servicios financieros y en brazos de usureros que llegan a exigir tasas de interés astronómicas, recibió impulso con la norma que en 2004 obligó a los bancos a dirigir a estos sectores, como mínimo, 3 de cada 100 bolívares otorgados en préstamos.
Al poco tiempo, se permitió la creación de bancos de desarrollo, enfocados exclusivamente a las microfinanzas, mientras que el Estado ya contaba con entidades como los bancos del Pueblo y la Mujer.
Si bien ha habido avances, la estructura ha tenido poca penetración en los estratos más bajos. Softline Consultores registra que hace tres años 70% de los venezolanos mayores de 18 años no tenían relación alguna con la banca, hoy se trata de 60%, es decir, permanece excluido un universo gigantesco que abarca 10 millones 800 mil personas.
Juan Uslar, presidente de Bangente, organización dedicada a las microfinanzas y que nació por vocación, antes de las reformas emprendidas por la administración de Hugo Chávez, considera positivo que exista flexibilidad en la ley al momento de definir qué es un microcrédito, pero indica que se crea una distinción entre las entidades que cumplen con la norma y las que efectivamente buscan llegar hasta la base de la pirámide.
Legalmente un microcrédito es el préstamo otorgado a empresas con menos de diez trabajadores, algo que abarca un amplio espectro. Juan Uslar indica que "muchos bancos descubrieron que existían panaderías, talleres, pequeños abastos en la economía formal que no eran atendidos a través del crédito, algo que es muy bueno, y por eso de la noche a la mañana todos cumplían con el porcentaje obligatorio".
Pero lo que se entiende como microfinanzas en un sentido más estricto, es decir, préstamos a quienes habitan en la economía informal y nunca han tenido contacto con la banca, requiere de una estructura distinta a una torre financiera tradicional y, por ende, de una regulación adecuada.
"Ningún banco va al domicilio del cliente, nosotros tenemos que visitarlo en lugares de difícil acceso para construir a través de la observación del negocio un balance que permita medir el riesgo. Hacemos esto para montar créditos que en promedio son de 5 mil bolívares, pero hay muchos de 2 mil", dice Juan Uslar.
La consecuencia es que el personal tradicional, el que por años ha trabajado en la banca formal, no está entrenado para este tipo de trabajo y por tanto, Bangente se ha visto en la necesidad de crear una escuela donde cada persona necesita seis meses de formación.
"Este personal rota y puedo tener aproximadamente 300 clientes de crédito por asesor. Si quiero llegar a 50 mil clientes es obvio que hay que gastar en formación de personal", precisa Juan Uslar.
El resultado es que en un banco de desarrollo los costos administrativos y de personal equivalen a 25% del activo, comprendido por los créditos y las inversiones en bonos, mientras que en las entidades financieras tradicionales sólo representa 5%.
"Las normas nos dicen que podemos cobrar por cada préstamo una tasa de 24% más una comisión de 7,5% por el montaje de la operación. Bangente puede operar con estas condiciones porque ya cuenta con 45 mil clientes, pero para un banco de desarrollo nuevo es imposible levantar vuelo de esta manera", advierte Juan Uslar.
Paradójicamente en la economía informal el espacio que dejan los bancos lo ocupan prestamistas que exigen tasas de interés superiores a 300%, pagos diarios y utilizan métodos de fuerza como sistema de cobranza.
La lista de factores que encarecen las operaciones de los bancos de desarrollo también incluye que las autoridades eliminaron la central de riesgo que permitía a los bancos intercambiar información a fin de conocer si quien solicita un préstamo está moroso con otra institución.
Con este mecanismo, bancos de desarrollo en Perú o Chile, por ejemplo, pueden otorgar un crédito de hasta 500 dólares sin mayor investigación o evaluación de la condición del cliente.
La legislación permite que las ganancias provenientes de las inversiones en bonos estén libres del pago de impuesto sobre la renta, pero no las que emanan del crédito, de tal forma, que las entidades de microfinanzas tienen que cancelar en tributos alrededor de 25% de lo la utilidad.
Lo previsible, es que los bancos de desarrollo recién creados comiencen a desenvolverse en el sector formal de la economía y las microfinanzas sólo podrían ser desarrolladas por grandes bancos que han creado estructuras separadas a las que ofrecen apoyo y músculo económico.
Así, sin el fomento de condiciones adecuadas para que nuevos bancos de desarrollo se sumen al negocio, actualmente sólo existen seis de menor tamaño, la posibilidad de incorporar al sistema financiero formal a los millones de venezolanos que permanecen excluidos luce remota.
Comunanza es un ejemplo a considerar. Después de cuatro años de trabajo dedicado a otorgar microcréditos exclusivamente en la zona de Petare y logrando llegar hasta pequeños empresarios y personas con capacidad para expandir sus negocios, la organización tuvo que cortar su actuación como entidad financiera.
Albi Rodríguez, quien estuvo al frente de Comunanza, considera que simplemente la estructura de costos no era sostenible y la banca formal no estuvo dispuesta a prestarle recursos que permitieran equilibrar las cargas.
"Para que haya inversión, para que alguien se siente contigo tiene que haber reglas claras, entendimiento, sin esto herramientas como las microfinanzas, que han probado su efectividad en otros países, pasan a ser cuesta arriba", dice Albi Rodríguez quien antes de dirigir Comunanza se desempeñó como suplente en la junta directiva del Banco del Pueblo, la primera entidad financiera creada por el Estado para inyectar microcréditos.
"Algo que también ha afectado al desarrollo de las microfinanzas en el país es que el Estado no ha sabido diferenciar el fomento de la cultura del ahorro y el crédito de los subsidios. Este discurso ha creado la percepción de que el crédito es un servicio público donde no existe la obligación de cancelar los préstamos".
Las entidades del Estado no publican sus balances de manera mensual como lo hacen las privadas y no existen estadísticas recientes para evaluar su desempeño, sin embargo, una constante en la banca pública es la elevada morosidad, baja rentabilidad y tendencia a la descapitalización.
Al margen de estos problemas sobresale que no cuenta con la infraestructura necesaria como para impulsar, sin el sector privado, el acceso al crédito de forma decisiva.
José Grasso Vecchio, director de Softline Consultores, afirma que la meta para el país tiene que ser "bancarizar a la mayoría de la población en los próximos cinco años".
Las ventajas de aumentar el tamaño de la población con acceso al servicio financiero son claras. La experiencia demuestra que la exclusión dificulta la repartición equitativa del ingreso, bloquea el descenso de la pobreza y alienta la usura.
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