miércoles, 24 de junio de 2009

Uno de cada dos mexicanos está en edad de trabajar.

Eduardo Sojo Garza Aldape, presidente del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), dijo: “la Población Económicamente Activa en nuestro país está cercana, un poco más de 45 millones, de esos 43.3 millones son ocupados y poco más, cerca de dos millones, se han declarado desocupados”.

De los más de cien millones de mexicanos, alrededor de 50% son jóvenes en edad laboral; los niños representan una potencial mano de obra con casi 30 puntos porcentuales, mientras que los adultos mayores apenas llegan a ser el 6% de la población total.

En teoría, esta situación demográfica debería impulsar considerablemente el desarrollo nacional ahora y sobre todo en los próximos años.

A esta condición privilegiada, que no todos los países poseen, se le denomina bono demográfico.

“Esa oportunidad demográfica para poder incrementar, digamos, mejorar, fortalecer el desarrollo del país, si estamos pensando que es justamente la población en edad productiva la que está produciendo riqueza”, expresó Verónica Montes de Oca, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Félix Vélez Fernández Varela, secretario General del Consejo Nacional de Población, señaló: “en la medida en que una proporción mayor del total de la población está en edad de trabajar, el potencial de desarrollo es mayor. Esa circunstancia se puede o no aprovechar dependiendo de las políticas públicas que en distintos ámbitos se diseñen e instrumenten”.

Las entidades con más jóvenes son el Estado de México, el Distrito Federal, Veracruz y Puebla.

El problema es que la población joven también es mayoría en estados con altos niveles de marginación.

“Esa gente joven que va a ser fundamental en el desarrollo del país, ya nació, es gente que nació en Chiapas, Oaxaca en aquellas entidades federativas que tienen una alta fecundidad”, comentó Verónica Montes de Oca.

Sin oportunidades de trabajo y educación, los jóvenes de estos lugares se ven obligados a migrar a Estados Unidos o a las ciudades.

Tal es el caso de Juan, quien llegó desde Oaxaca a la Ciudad de México en busca de una mejor vida.

“Por la necesidad, porque no hay trabajo ahora allá, por eso salimos de allá, entonces buscamos un trabajito y empezamos a trabajar en la Ciudad de México”, apuntó Juan Jiménez Ramírez, empleado informal.

Juan representa a un sector que tiene pocas oportunidades de contribuir a la economía nacional debido a su bajos niveles de educación y capacitación. Pertenece al grupo de personas que, aun siendo niños, en el mejor de los casos termina engrosando las filas del empleo informal.

Hoy la escolaridad promedio de los mexicanos es de segundo de secundaria o su equivalente. Lejos de mejorar el nivel educativo, los estudiantes están abandonando los salones de clase para incorporarse a la fuerza laboral.

“Al momento de que no pudimos seguir unidos a la familia, sí tuvimos que vernos obligados a dejar estudios por trabajar en una casa”, declaró Viviana Larios, trabajadora del hogar.

De esta manera, la productividad de millones de jóvenes mexicanos se diluye al paso de los años.

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