Porfirio Carvalho trabaja seis días a la semana en un café de Lisboa, haciendo turnos de 12 horas en los días laborales. Los domingos atiende la huerta de unos vecinos y gana unos pesos adicionales.
"(El ingreso extra) Ayuda, porque el dinero no alcanza", declaró Carvalho, un fornido hombre de 50 años con canas y bigote. "Alivia las finanzas de la casa".
La crisis financiera global golpea con fuerza a Portugal, donde cuesta salir adelante incluso si uno tiene trabajo. En el país más pobre de Europa occidental, la gente tiene dos empleos, busca trabajo en el exterior, acepta alimentos donados o planta vegetales en cualquier pequeña parcela de tierra.
A diferencia de otros países del sur de Europa como España y Grecia, lo único que ofrece Portugal es mano de obra barata y no ha capacitado a su fuerza laboral ni ha buscado sobresalir en ningún área tecnológica. Por ello, el poder adquisitivo per capita según el producto bruto interno fue un 75,5% del promedio del de la Unión Europea, casi el mismo que hace diez años.
España y Grecia, que al igual que Portugal se incorporaron a la Unión Europea en la década de 1980, le sacaron dividendos a estrategias de desarrollo más ambiciosas y están a la altura de los demás en cuanto a riqueza.
Algunos de los salarios que figuraban en el centro nacional de empleos recientemente eran de 450 euros (630 dólares) para un plomero, 700 euros (990 dólares) para un dentista y 600 euros (850 dólares) para un programador de computadoras. Esos salarios son similares a los que se paga en los países de Europa oriental que acaban de ser admitidos en la UE, que tienen una fuerza laboral más educada, con mejores perspectivas económicas.
Antonio Dornelas, del Centro de Investigaciones y Estudios de Sociología de Lisboa, dice que el trabajador promedio de Portugal es el menos calificado de la UE, con excepción de Malta. Portugal trata de corregir ahora ese déficit con programas de capacitación.
La economía portuguesa ha crecido a un ritmo de menos del 1% anual en los últimos diez años. Se pronostica que el producto doméstico bruto de este año se reducirá en un 3,5%, reflejando la recesión más grave que vive el país desde 1975, cuando hubo un golpe militar que restauró la democracia.
El Instituto Nacional de Estadísticas dice que en el primer cuarto de este año 326.000 personas, en una fuerza laboral de 5,5 millones, tenía dos trabajos. Y una tercera parte de los que tienen empleo reciben menos de 600 euros una vez descontados los impuestos.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico afirma que los sueldos promedio de Portugal son la mitad que los de países como Gran Bretaña o Alemania, cuyo poder adquisitivo per cápita fue el año pasado un 118% y un 115% del promedio europeo, respectivamente.
"El trabajo en la economía informal ayuda, las familias se asisten entre sí", dijo Dornelas. "La gente está acostumbrada a ser pobre aquí".
La tasa de desempleo del 9,3% sería bastante más alta de no ser por los empleos con sueldos de miseria que permiten decir que una persona tiene trabajo. Por lo menos Portugal no corre la suerte de su vecino España, donde los sueldos son un 50% más altos pero la tasa de desempleo superó el 17%.
Ante este panorama, cunde el desencanto. Una encuesta de Eurobarometer determinó que los portugueses son los ciudadanos más pesimistas de la UE y apenas el 15% avizora una mejoría en su nivel de vida en los próximos 12 meses.
La desesperanza impulsa una nueva ola de emigraciones.
En las décadas del 60 y el 70, cuando gobernaba un dictador y cundía la pobreza, más de un millón de personas se fue del país. Emigraron a naciones europeas más ricas, como Francia, en busca de mejores salarios.
Francisco Sales Diniz, sacerdote franciscano que dirige la red de misiones internacionales que ayudan a los emigrante, dice que mucha gente se ha ido en tiempos recientes.
Si bien no hay cifras oficiales disponibles pues la gente que va de un país de la UE a otra no es considerada emigrante, Sales Diniz asegura que en los últimos tres años se han ido del país entre 40.000 y 50.000 personas.
"La gente se va al exterior en busca de lo que no encuentra aquí: un sueldo decente, que le permita vivir con cierta autoestima", manifestó.
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