Sebastián Bruno, investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA), expuso en el taller organizado por la Asociación Paraguaya de Estudios de Población (Adepo) sobre “Inserción laboral de migrantes paraguayos en áreas urbanas de Argentina”, donde demuestra que el hecho de ser paraguayo, mujer o hombre, es sinónimo de ser empleada doméstica y trabajar en la construcción.
Sebastián Bruno, investigador argentino.
Sebastián Bruno, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), abordó la inserción laboral de las y los paraguayos residentes en la Argentina, durante el segundo taller “Paraguay como objeto de estudio de las ciencias sociales”, que se realizó en la Escuela de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional de Asunción.
“Seis de cada diez mujeres trabajan en el servicio doméstico. Yo diría que es casi un mandato. Ser mujer y ser paraguaya en Buenos Aires, es casi equivalente a ser doméstica. Ahora, ocho de cada diez mujeres están en empleos no calificados. Las mujeres pueden –un poco– salirse de este mandato del servicio doméstico e insertarse en otros sectores de la producción”, comentó Bruno. Las mujeres no van para el servicio doméstico, acceden a un trabajo no calificado como la venta ambulante, cualquier tipo de industria, la textil, todo tipo de comercio informal, limpieza en oficinas, cuidado de personal no calificado, como ancianos que no tengan ningún problema de salud grave, cuidado de chicos, etc., no existe una amplitud de acceso al trabajo en comparación a lo que sí se demuestra para la población local.
La mujer paraguaya accede al servicio doméstico como única opción en Buenos Aires.
Bruno añadió que se hace caso omiso a los trabajos que venían realizando en Paraguay, trabajo en los comercios y en las tareas rurales. “No se tiene en cuenta. Lo que sí se tiene en cuenta es que una persona paraguaya tiene oportunidades de ingresar a empleos en la construcción en Buenos Aires. Otro ejemplo, es si una paraguaya conoce a otra que está en el servicio doméstico, la recomienda, y eso va más allá de cualquier tipo de calificación o de estudios que puedan tener siempre”, apuntó.
Ser paraguayo y el otro argentino significa una desigualdad
Sebastián Bruno resaltó en su ponencia la idea a partir de una diferencia que es una cuestión de nacionalidad, en la que dijo que se conceptualizó, que en realidad por detrás de eso no es que uno es más equivalente, porque uno es paraguayo y el otro es argentino; eso en Buenos Aires significa una desigualdad porque se está percibiendo al emigrante como un otro, de alguna manera inferior que va a tener determinadas inserciones laborales y no va a poder acceder a otras, la transformación de las diferencias y las desigualdades.
“El servicio a la salud en la Argentina es universal, no se exige estancia regular, ni papeles, ni nada, la acusación de que los emigrantes usan por demás los servicios de salud, es una acusación totalmente injusta, porque los mismos emigrantes aportan y mucho a la economía de los países.
Los paraguayos son directamente calificados para la mano de obrera barata, que no exige los derechos laborales.
El emigrante es ganancia pura, porque el país no invirtió en su educación, en su cuidado, etc., y si se nutre de su fuerza de trabajo, la gente que emigra está en un estado laboral pleno, y paga sus impuestos. Nuestro sistema tributario está basado en el impuesto agregado, el IVA, y eso lo pagamos todos, se paga con la leche, con la carne, con el diario y el transporte...”, manifestó.
Sebastián Bruno, además de Buenos Aires, abordó dos ciudades de la frontera: Posadas y Formosa, en la que investigó. Los hombres paraguayos en Posadas en determinadas diferencias de inserción laboral, respecto a los formoseños y posadeños, señala, que obtienen empleos menos calificados que los de la sociedad local, tienen mayores niveles de informalidad en el empleo, que caracterizan esas inserciones laborales. Esa idea de que la frontera es un lugar común, la frontera ficticia es una sociedad homónima –la frontera no divide nada, es un mismo pueblo dividido por una misma frontera. “Lo que realmente la estadísticas están mostrando es que existe una diferencia de oportunidades que tienen los paraguayos en estos lugares. En Buenos Aires, cuatro de cada diez hombres trabajan en la construcción y solo un 10% de los porteños trabaja en ese sector; hay una concentración de un sector determinado de la economía.
Lo que sucede es un tema de reclutamiento, hay capataces contratistas de la construcción paraguayos que contratan a su vez a paraguayos, esto les otorga como una garantía de lealtad de que no van a tener problemas con esos empleados de su cuadrilla”, dijo finalmente.
Sebastián Bruno, investigador argentino.
Sebastián Bruno, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), abordó la inserción laboral de las y los paraguayos residentes en la Argentina, durante el segundo taller “Paraguay como objeto de estudio de las ciencias sociales”, que se realizó en la Escuela de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional de Asunción.
“Seis de cada diez mujeres trabajan en el servicio doméstico. Yo diría que es casi un mandato. Ser mujer y ser paraguaya en Buenos Aires, es casi equivalente a ser doméstica. Ahora, ocho de cada diez mujeres están en empleos no calificados. Las mujeres pueden –un poco– salirse de este mandato del servicio doméstico e insertarse en otros sectores de la producción”, comentó Bruno. Las mujeres no van para el servicio doméstico, acceden a un trabajo no calificado como la venta ambulante, cualquier tipo de industria, la textil, todo tipo de comercio informal, limpieza en oficinas, cuidado de personal no calificado, como ancianos que no tengan ningún problema de salud grave, cuidado de chicos, etc., no existe una amplitud de acceso al trabajo en comparación a lo que sí se demuestra para la población local.
La mujer paraguaya accede al servicio doméstico como única opción en Buenos Aires.
Bruno añadió que se hace caso omiso a los trabajos que venían realizando en Paraguay, trabajo en los comercios y en las tareas rurales. “No se tiene en cuenta. Lo que sí se tiene en cuenta es que una persona paraguaya tiene oportunidades de ingresar a empleos en la construcción en Buenos Aires. Otro ejemplo, es si una paraguaya conoce a otra que está en el servicio doméstico, la recomienda, y eso va más allá de cualquier tipo de calificación o de estudios que puedan tener siempre”, apuntó.
Ser paraguayo y el otro argentino significa una desigualdad
Sebastián Bruno resaltó en su ponencia la idea a partir de una diferencia que es una cuestión de nacionalidad, en la que dijo que se conceptualizó, que en realidad por detrás de eso no es que uno es más equivalente, porque uno es paraguayo y el otro es argentino; eso en Buenos Aires significa una desigualdad porque se está percibiendo al emigrante como un otro, de alguna manera inferior que va a tener determinadas inserciones laborales y no va a poder acceder a otras, la transformación de las diferencias y las desigualdades.
“El servicio a la salud en la Argentina es universal, no se exige estancia regular, ni papeles, ni nada, la acusación de que los emigrantes usan por demás los servicios de salud, es una acusación totalmente injusta, porque los mismos emigrantes aportan y mucho a la economía de los países.
Los paraguayos son directamente calificados para la mano de obrera barata, que no exige los derechos laborales.
El emigrante es ganancia pura, porque el país no invirtió en su educación, en su cuidado, etc., y si se nutre de su fuerza de trabajo, la gente que emigra está en un estado laboral pleno, y paga sus impuestos. Nuestro sistema tributario está basado en el impuesto agregado, el IVA, y eso lo pagamos todos, se paga con la leche, con la carne, con el diario y el transporte...”, manifestó.
Sebastián Bruno, además de Buenos Aires, abordó dos ciudades de la frontera: Posadas y Formosa, en la que investigó. Los hombres paraguayos en Posadas en determinadas diferencias de inserción laboral, respecto a los formoseños y posadeños, señala, que obtienen empleos menos calificados que los de la sociedad local, tienen mayores niveles de informalidad en el empleo, que caracterizan esas inserciones laborales. Esa idea de que la frontera es un lugar común, la frontera ficticia es una sociedad homónima –la frontera no divide nada, es un mismo pueblo dividido por una misma frontera. “Lo que realmente la estadísticas están mostrando es que existe una diferencia de oportunidades que tienen los paraguayos en estos lugares. En Buenos Aires, cuatro de cada diez hombres trabajan en la construcción y solo un 10% de los porteños trabaja en ese sector; hay una concentración de un sector determinado de la economía.
Lo que sucede es un tema de reclutamiento, hay capataces contratistas de la construcción paraguayos que contratan a su vez a paraguayos, esto les otorga como una garantía de lealtad de que no van a tener problemas con esos empleados de su cuadrilla”, dijo finalmente.
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