“En mi casa ahora no entra ningún ingreso. Mi mujer y yo estamos en paro, y los ahorros ya están secos”, dice Félix, albañil sin trabajo desde hace tres meses. Los carteles con su teléfono cuelgan de las farolas del Campo del Ángel, como los de Sandra, Catalin o Nicolás. Para ellos y tantos otros, los trabajos informales, por sencillos que sean, son el único clavo al que agarrarse ahora que el trabajo escasea. Muchos son inmigrantes. Ellos, en su mayoría, trabajaban para la construcción. Ellas buscan empleo como limpiadoras del hogar o cuidadoras de niños.
“Se hacen reformas por pequeñas que sean. Puntos de luz. Fontanería. Presupuesto gratuito”. Félix, español, se anuncia en farolas y paradas de autobús con ese enunciado escueto. Hasta hace tres meses trabajaba como albañil en carreteras. Pero ha esperado hasta ahora para arreglar los papeles del paro, con la esperanza de que llegara algún otro trabajo. “Ahora me ofrezco para hacer trabajos de yeso, cambiar algún grifo... Creo que me quedan cinco euros en el banco. Si esto no funciona, tendré que pedir dinero prestado, o ponerme a pedir, o vender pañuelos”, reflexiona el vecino. Y por ahora, en las dos semanas que lleva anunciándose, dice que sólo ha recibido una llamada. Y de su vecina, a la que no ha podido cobrar.
Como Félix, muchos vecinos que se ofrecen para trabajar de manera informal tenían antes trabajos ligados a la construcción. Y ahora buscan chapuzas con las que sacar unos ingresos, o Aunque fuera como vigilantes en obras, como le ocurre a Nicolás, rumano, sin trabajo desde hace meses. Ahora realiza portes con su camión de 3.500 kilos, cuando surge algún cliente, para completar el pequeño subsidio que cobra. “Estoy todo el día en casa esperando a que me llamen, pero no me sale casi nada. Así que tengo que poner precios muy baratos. Y la gente te pide un precio más bajo todavía, y ni te dejan propinas”, explica Nicolás. Espera todo el día junto al teléfono, pero no le sale más de un viaje cada semana o cada dos. A 35 euros cada uno, si es dentro de Alcalá.
Para mal de aquellos que buscan cualquier salida que maquille su situación económica, los posibles clientes buscan la manera de gastar lo mínimo, de ahorrase lo prescindible. Y a más gente desempleada, más tienen que rebajar sus salarios para competir con todos esos vecinos que se encuentran en su misma situación.
“No llaman todo lo que yo quisiera, y los sueldos han bajado muchísimo. Si antes por limpiar te pagaban 10 euros la hora, ahora no te dan más de 4 o 6. Antes no había tanta gente buscando trabajo en casas, y la gente pilla lo que viene”, afirma Sandra Mangione. Ella se ofrece tanto para la limpieza doméstica como para cuidar niños. Cualquier empleo que salga está bien, ahora que “es muy complicado encontrar un trabajo de jornada completa”. “Antes he trabajado de camarera, de dependienta de pastelería... Ahora trabajo cuatro o seis horas al día, y no todos. Estoy poniendo carteles porque no me llega, estoy tirando de mis ahorros”, afirma Sandra, sin prestación por desempleo y sin familia en España.
Algunos de los que buscan la manera de lograr unos ingresos han tenido ideas dignas de un emprendedor que no tuviera el agua al cuello. Aunque en realidad sea la necesidad la que les ha obligado. Es el caso de Cristina, que además de planchar, recoge y lleva la ropa a sus clientes. “No cobro mucho, 7 euros por diez prendas. En tres o cuatro horas está hecho”, dice. Cristina, rumana, tenía antes un contrato como limpiador a del hogar, cuando su marido podía trabajar. Ahora está enfermo y cobra una pequeña pensión, que ella completa con lo que gana planchando, cosiendo y cuidando niños. Unos 400 euros al mes. “Ahora plancho en casa porque no puedo estar ocho horas fuera. Mi marido es diabético, y necesita que esté en casa con él”, asegura Cristina.
Su intención es volver a Rumanía, ahora que en España se ha hecho difícil trabajar, y que en su país ha mejorado la situación. “Necesitamos ahorrar para volver, por eso necesito hacer esto”, cuenta la vecina. Muchos de los vecinos que se anuncian allá donde pueden son de nacionalidad rumana, como Cristina. Los que no tienen derecho a paro, porque han estado trabajando de forma irregular, o porque son autónomos, son los que más están sintiendo la bajada del trabajo. Y los que con más ahínco colocan los carteles con su número en farolas, parabrisas y buzones.
“Hasta noviembre trabajaba todos los días sin parar. No tenía tiempo ni para irme de vacaciones. Y ahora, mira. Tengo que andar poniendo carteles”, dice Catalin Ionut, mientras deja de buzón en buzón los papeles en los que anuncia reformas de todo tipo, desde la carpintería a la escayola. Hasta que la construcción notó el parón, Catalin se dedicaba casi exclusivamente a las obras, para las que un constructor español le subcontrataba. “Ahora no hay casi obras, me dedico a hacer chapuzas, montar un lavabo o unos grifos”, afirma Catalin.
Escrito por Marina de la Cruz El Diario de Alcalá
“Se hacen reformas por pequeñas que sean. Puntos de luz. Fontanería. Presupuesto gratuito”. Félix, español, se anuncia en farolas y paradas de autobús con ese enunciado escueto. Hasta hace tres meses trabajaba como albañil en carreteras. Pero ha esperado hasta ahora para arreglar los papeles del paro, con la esperanza de que llegara algún otro trabajo. “Ahora me ofrezco para hacer trabajos de yeso, cambiar algún grifo... Creo que me quedan cinco euros en el banco. Si esto no funciona, tendré que pedir dinero prestado, o ponerme a pedir, o vender pañuelos”, reflexiona el vecino. Y por ahora, en las dos semanas que lleva anunciándose, dice que sólo ha recibido una llamada. Y de su vecina, a la que no ha podido cobrar.
Como Félix, muchos vecinos que se ofrecen para trabajar de manera informal tenían antes trabajos ligados a la construcción. Y ahora buscan chapuzas con las que sacar unos ingresos, o Aunque fuera como vigilantes en obras, como le ocurre a Nicolás, rumano, sin trabajo desde hace meses. Ahora realiza portes con su camión de 3.500 kilos, cuando surge algún cliente, para completar el pequeño subsidio que cobra. “Estoy todo el día en casa esperando a que me llamen, pero no me sale casi nada. Así que tengo que poner precios muy baratos. Y la gente te pide un precio más bajo todavía, y ni te dejan propinas”, explica Nicolás. Espera todo el día junto al teléfono, pero no le sale más de un viaje cada semana o cada dos. A 35 euros cada uno, si es dentro de Alcalá.
Para mal de aquellos que buscan cualquier salida que maquille su situación económica, los posibles clientes buscan la manera de gastar lo mínimo, de ahorrase lo prescindible. Y a más gente desempleada, más tienen que rebajar sus salarios para competir con todos esos vecinos que se encuentran en su misma situación.
“No llaman todo lo que yo quisiera, y los sueldos han bajado muchísimo. Si antes por limpiar te pagaban 10 euros la hora, ahora no te dan más de 4 o 6. Antes no había tanta gente buscando trabajo en casas, y la gente pilla lo que viene”, afirma Sandra Mangione. Ella se ofrece tanto para la limpieza doméstica como para cuidar niños. Cualquier empleo que salga está bien, ahora que “es muy complicado encontrar un trabajo de jornada completa”. “Antes he trabajado de camarera, de dependienta de pastelería... Ahora trabajo cuatro o seis horas al día, y no todos. Estoy poniendo carteles porque no me llega, estoy tirando de mis ahorros”, afirma Sandra, sin prestación por desempleo y sin familia en España.
Algunos de los que buscan la manera de lograr unos ingresos han tenido ideas dignas de un emprendedor que no tuviera el agua al cuello. Aunque en realidad sea la necesidad la que les ha obligado. Es el caso de Cristina, que además de planchar, recoge y lleva la ropa a sus clientes. “No cobro mucho, 7 euros por diez prendas. En tres o cuatro horas está hecho”, dice. Cristina, rumana, tenía antes un contrato como limpiador a del hogar, cuando su marido podía trabajar. Ahora está enfermo y cobra una pequeña pensión, que ella completa con lo que gana planchando, cosiendo y cuidando niños. Unos 400 euros al mes. “Ahora plancho en casa porque no puedo estar ocho horas fuera. Mi marido es diabético, y necesita que esté en casa con él”, asegura Cristina.
Su intención es volver a Rumanía, ahora que en España se ha hecho difícil trabajar, y que en su país ha mejorado la situación. “Necesitamos ahorrar para volver, por eso necesito hacer esto”, cuenta la vecina. Muchos de los vecinos que se anuncian allá donde pueden son de nacionalidad rumana, como Cristina. Los que no tienen derecho a paro, porque han estado trabajando de forma irregular, o porque son autónomos, son los que más están sintiendo la bajada del trabajo. Y los que con más ahínco colocan los carteles con su número en farolas, parabrisas y buzones.
“Hasta noviembre trabajaba todos los días sin parar. No tenía tiempo ni para irme de vacaciones. Y ahora, mira. Tengo que andar poniendo carteles”, dice Catalin Ionut, mientras deja de buzón en buzón los papeles en los que anuncia reformas de todo tipo, desde la carpintería a la escayola. Hasta que la construcción notó el parón, Catalin se dedicaba casi exclusivamente a las obras, para las que un constructor español le subcontrataba. “Ahora no hay casi obras, me dedico a hacer chapuzas, montar un lavabo o unos grifos”, afirma Catalin.
Escrito por Marina de la Cruz El Diario de Alcalá
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