Iván Olivares
Cuando los economistas terminen de hacer los cálculos para cuantificar el desempeño de la economía nicaragüense en el 2009, se podrá decir que fue “un buen año, si el crecimiento llega a ser cero, porque podría llegar a ser hasta negativo”, opina Mario Arana, Director Ejecutivo del FUNIDES.
A su juicio, una serie de indicadores —entre ellos el IMAE— muestran desaceleración de la economía, y crecimiento negativo en algunos rubros, tales como la construcción.
“Lo más preocupante es que el IMAE mostraba desde el año pasado una preocupante tendencia a la desaceleración de la economía”, dijo el economista Adolfo Acevedo, quien recordó que “mientras a noviembre 2007 la actividad económica había crecido a una tasa promedio anual de 4.6% con respecto a 2006, a noviembre 2008 apenas había crecido a la anémica tasa de 1.9% con respecto al mismo período de 2007”.
“Si la economía crece a un ritmo mucho menor, también se desacelera la creación de empleos, en condiciones en que cada año se incorporan al mercado laboral 118 mil jóvenes”, lo que promete ser especialmente catastrófico en vísperas de sufrir los embates de la crisis internacional.
Su colega, el también economista José Luis Medal, consideró que, siendo que el crecimiento del empleo depende en gran medida de la inversión privada, el aumento del riesgo país que viene mostrando Nicaragua puede operar en contra de la creación de nuevos puestos de trabajo.
“A pesar que la Población Económicamente Activa creció en 110,000 personas en el año, sólo se crearon 40,000 nuevos puestos de trabajo”, ilustró Medal, para alertar contra el peligro de que el subempleo llegue a ser un problema mayor que el del desempleo, porque podría afectar a muchas más personas en el país.
Coincidiendo con Medal, Acevedo señaló que “el impacto de la crisis en una economía ya debilitada, se traducirá en una mayor desaceleración, o en la contracción en la actividad económica de los diversos sectores productivos, lo cual provocará el aumento de la tasa de desempleo abierto”.
¿Desempleo o subempleo?
Pero los pobres no pueden darse el lujo de permanecer desempleados, por lo que “el principal resultado será la extensión del sub-empleo, principalmente del autoempleo y del empleo no remunerado en el sector informal, en un contexto en que decenas de miles de jóvenes se estarán incorporando al mercado laboral”, añadió.
Esto hará que el sector informal, que se convierte en la ‘tabla de salvación’ para muchos desempleados y la mayor parte de los jóvenes que se integran a la PEA, “se verá sobresaturado, con un deterioro del ingreso por persona”, con lo que “los ya excesivamente altos niveles de pobreza aumentarán de manera significativa, y se profundizará la descomposición social”, vaticinó.
Ese vaticinio va en camino de hacerse realidad, como lo muestra el hecho que “en el caso de las zonas francas se perdieron 16,000 empleos en 2008, cuando el empleo generado por las empresas maquiladoras cayó de 89 mil a 73 mil. De estos 16 mil, 12 mil se perdieron sólo en el último trimestre de 2008”, señaló Acevedo.
Acevedo dijo que la evolución de la capacidad real de consumo de los hogares, que se logra midiendo la masa salarial real de los asegurados activos del INSS, muestra que “las cifras disponibles indican que, mientras este indicador creció a una tasa promedio anual de 12.9% en 2006, para 2007 sólo creció 6.8%, y para 2008 su crecimiento promedio anual se redujo a apenas un 3.2 por ciento”.
Siendo que este grupo de trabajadores es el único susceptible de ser medido con cierto grado de certeza, el que su capacidad de consumo se haya venido desacelerando fuertemente, (tanto por un menor crecimiento del empleo, como por el deterioro de sus salarios reales), hace suponer que la situación la situación debe ser peor para los trabajadores del sector informal.
Presupuesto mal hecho
Lograr el consenso entre el sector público y el privado, a la par que se trabaja por fortalecer las instituciones, son dos de las más importantes recomendaciones presentadas por los economistas Mario Arana y José Luis Medal a los miembros de la Cámara Oficial Española de Comercio de Nicaragua.
La tesis principal del análisis de Arana es que la propuesta anticrisis del gobierno requiere de lograr consenso con el sector privado y con los sectores sociales para tener mayores probabilidades de cumplir su cometido.
Ese estado de convivencia será más importante en la medida en que será necesario hacer cambios “a veces mes a mes”, proceso que ya comienza a denominarse “represupuestación”.
El economista opina que el plan actual es en realidad un reconocimiento que el Presupuesto 2009 presentado a la Asamblea Nacional en octubre 2008 “estaba mal hecho”, en gran medida, “porque las cifras en las que se basó estaban mal calculadas”.
Partiendo de ahí, el gobierno dispondrá a partir de esta semana de la oportunidad de diseñar un verdadero plan, más completo, al integrar a su propuesta de emergencia las recomendaciones que el sector privado le entregará esta semana.
Arana encuentra apropiado que la Superintendencia de Bancos mantenga normas prudenciales sólidas y haga un apropiado trabajo de seguimiento, pero objeta que trate de decirle a los bancos “qué hacer con su dinero”, en referencia a los intentos por encausar a las instituciones financieras a destinar más recursos a la producción.
También se pronunció por ser cuidadosos con la decisión de usar parte de las reservas internacionales para sustituir los recursos externos que se han perdido por causa de los desaciertos de la agenda política del país, pero recordó que esas reservas serán aún más necesarias en el futuro, cuando la crisis golpee a Nicaragua con fuerza.
Cuidado con el ‘corralito’
Medal coincide con su colega al recomendar que dejen de usarse las reservas internacionales para financiar el gasto público, porque esto conlleva el peligro de una devaluación, o peor aún, de tener que llegar a implementar un ‘corralito financiero’.
Del mismo modo, Arana considera que colocar títulos para suplir el déficit de recursos “va en contra del ahorro privado —que pudo haberse destinado a financiar proyectos del sector privado— al destinar esos recursos para dárselos al estado, lo que al final apunta a contraer la economía”.
Arana tampoco cree que sea momento para introducir una reforma fiscal, porque discutir ese tema en este momento, más que soluciones añadirá ‘ruido’ al clima de negocios.
Medal por su parte, apunta a una tesis cada vez más innegable y evidente: “La institucionalidad sí importa”, y lo dice no sólo al comparar nuestra economía con la costarricense (donde identifica a la fortaleza institucional como la principal diferencia), sino también al comparar lo que es Nicaragua con lo que podría ser… si tan sólo respetáramos las reglas del juego y las de la convivencia civilizada.
A su juicio, eso es válido tanto para explicar la crisis de los años 80, como para entender el anclaje que sufrió la economía nacional en los 90 (cuando pudo haber crecido mucho más, de no haber predominado la falta de gobernabilidad), o de nuevo, en la Nicaragua actual, en especial después del fraude electoral de noviembre pasado.
Entender la importancia de la institucionalidad será clave para mantener el empleo, pero más aún, para tratar de incrementarlo, pues para lograr que más gente tenga trabajo harán falta mayores niveles de inversión privada, lo que será difícil de lograr en un ambiente como el nuestro, donde las decisiones de los políticos elevan de forma innecesaria el riesgo país.
Por si faltara más, el economista opina que el país ya está en una “precampaña electoral presidencial, lo que aumentará en el país los niveles de zozobra y desconfianza”.
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