Hasta septiembre, los latinoamericanos tenían aún la esperanza de esquivar lo peor de la crisis. La economía brasileña, por ejemplo, creció 6.8% durante el primer trimestre en comparación con el mismo periodo el año anterior, mientras el PIB de Perú crecía 10% en los 12 meses anteriores a septiembre. Pero los últimos dos meses las bolsas de valores de América Latina han caído, sus divisas se tambalean y el crédito comienza a agotarse. Esto ocurre en medio de una caída de sus exportaciones y el desplome de precios de sus mercancías. Para colmo, los latinoamericanos que trabajan en el exterior han reducido el importe de sus remesas a casa.
Los economistas han reducido sus pronósticos una y otra vez. Apenas en octubre, el FMI esperaba un crecimiento regional de 3.2% para el próximo año. La semana pasada, el Banco Mundial (BM) pronosticó 2.1%. El mismo día Morgan Stanley, cuyo equipo de investigación en Latinoamérica es de los más pesimistas en lo que a la región respecta, redujo su pronóstico para 2009 de las siete economías más importantes, de un crecimiento de 1.5% a una contracción de 0.4%.
El promedio encubre amplias variaciones. El gobierno de Brasil aún espera un crecimiento de 4% el año próximo, aunque parezca demasiado optimista. México, comprometido por sus estrechos lazos con la economía de EU, resultará más perjudicado, pero podría alcanzar un crecimiento de 0.1%, de acuerdo con una encuesta de pronosticadores privados que hizo su banco central.
Dos cosas dibujan un panorama más sombrío. La primera es la continua caída en los precios de los productos básicos debido a preocupaciones respecto de que la economía de China se está atascando Las materias primas o productos básicos, desde el petróleo venezolano a los minerales peruanos, la soya argentina y el mineral de hierro y el jugo de naranja brasileños, conforman gran parte de las exportaciones de la región.
El segundo inconveniente es que los bancos en Latinoamérica se muestran muy cautelosos. Muchos bancos extranjeros cancelan líneas de crédito para la región o las renuevan a periodos más cortos y tasas más altas. Los bancos locales parecen hacer lo mismo. “La novedad es que hasta hace poco el crédito se consideraba un amortiguador de la crisis, pero el lazo entre el mundo y Latinoamérica es todavía muy fuerte”, dice Gray Newman, de Morgan Stanley. A medida que los inversionistas huyen del riesgo, las condiciones de financiamiento para los gobiernos se vuelven más rigurosas también.
Los gobiernos, desde Australia a EU, invierten en sus economías en un esfuerzo por hacer que resuciten. La pregunta es si los políticos latinoamericanos pueden darse el lujo de hacer algo similar.
La respuesta es quizá. Muchas de las principales economías entran en la desaceleración con posiciones fiscales y de balanza de pagos más sólidas que en el pasado (ver gráfica). Gracias a duras lecciones, los gobiernos redujeron su deuda y han cambiado buena parte de ella a divisas locales, para que por lo menos la debilidad de sus monedas no incremente automáticamente la carga fiscal. A diferencia de sus homólogos en los países ricos, muchos bancos centrales de la región elevaron sus tasas de referencia a principios de este año, cuando los precios más altos de alimentos y combustibles elevaron la inflación.
Pero aun si en el papel existe la posibilidad de políticas anticíclicas, en la práctica todavía hay limitantes. Aunque la política monetaria de muchos países atiende metas inflacionarias, los banqueros centrales tienen que mantener su atención en la moneda. A la primera señal de inestabilidad, muchos desechan la moneda local y compran dólares en un “reflejo pavloviano”, dice Damian Fraser de UBS, banco de inversión. Aun así, varios bancos centrales han mantenido sin variación las tasas de interés, en vez de elevarlas, aunque las divisas hayan caído. Conforme los precios de los productos básicos caen y el crecimiento se desacelera, la inflación podría disminuir y las reducciones en las tasas de interés podrían continuar el año próximo. Lo que no es evidente es si eso va a impulsar el crédito.
También es limitado el radio de acción de los gobiernos para financiar un crecimiento más alto. Chile es la gran excepción, ya que ahorró en fondos de reserva 21 mil mdd, derivados sobre todo de ingresos inesperados por el cobre. El gobierno chileno ha dado a conocer medidas de estímulo por 2 mil mdd, entre ellos líneas de crédito para pequeñas y medianas empresas y en rescates sectoriales para criadores de salmón y constructores de viviendas. En escala más pequeña, Perú y México poseen cierta capacidad para aumentar el gasto público. En México, eso se debe en parte a ingeniosas medidas previsoras tomadas con sus exportaciones de petróleo: a principios de este año prevendió buena parte de su producción del año entrante a un precio promedio de 70 dólares por barril, lo que podría haberle hecho ganar unos 7 mil 500 mdd, o casi 1% del PIB, para invertir en infraestructura.
En otros países los gobiernos se verán constreñidos por menores ingresos tributarios. El gobierno brasileño tiene el compromiso de lograr un excedente fiscal primario (es decir, antes de pagos de deuda) de 33% del PIB, para reducir su carga de deuda. Si disminuye esta meta, puede comprometer la capacidad del banco central para reducir su tasa de referencia (que es en la actualidad de 13.75%) el año próximo. Peor aún están países como Venezuela y, en menor medida, Argentina. El BM prevé que ambos crecerán por abajo del promedio regional el año próximo, mientras Morgan Stanley espera contracciones de 1% y 2%, respectivamente.
Préstamos de emergencia
El mayor logro de la política fiscal sería mantener el nivel actual de inversión ante la disminución de ingresos tributarios, dice Augusto de la Torre, economista en jefe del BM para Latinoamérica. Santiago Levy, su contraparte en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), piensa que los gobiernos necesitan empezar a reconfigurar el gasto para proteger los avances sociales de los últimos cinco años. En virtud de que pocos latinoamericanos tienen seguro de desempleo, esto podría incluir la capacitación de trabajadores despedidos y esquemas de empleo temporal, como reparación de caminos rurales. Los servicios médicos deberán reforzarse, porque muchos latinoamericanos no podrán renovar su seguro médico privado. Aunque los más pobres están cubiertos por los programas gubernamentales de subsidios económicos, los que están entre el tercer y el quinto decil de la distribución de ingresos corren el riesgo de caer en la pobreza, dice Levy.
Durante los últimos años, el Banco Mundial, el BlD y el FMI tuvieron poco trabajo en Latinoamérica, debido a que los gobiernos podían obtener dinero en los mercados de capital. Esto ha cambiado. Los tres organismos han desarrollado nuevas facilidades para préstamos de emergencia con pocas condiciones. Los gobiernos podrían obtener de ellos líneas de crédito para pequeñas y medianas empresas, ahora amenazadas por la sequía crediticia. La reciente expansión del crédito para esas empresas ha ayudado a impulsar el empleo formal y a reducir la economía informal, en especial en Brasil. Esta tendencia amenaza ahora con revertirse.
La mayoría de los pronósticos prevén que Latinoamérica se recupere en 2010. Sería trágico que una desaceleración derivada de fenómenos exteriores hiciera que la región desperdiciara la estabilidad económica que le ha sido tan difícil alcanzar.
Fuente: EIU
Traducción de texto: Jorge Anaya
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