35 personas laboraban como vendedores informales una mañana de esta semana en las inmediaciones del cruce de las avenidas Industrial con Cuatricentenaria, la cifra incluye a quienes ubicados sobre la acera, empacan productos o alquilan teléfonos.
Este contingente de venezolanos es parte del ejército de desempleados que ya es costumbre ver en cualquier calle o carretera de nuestra geografía, ellos están fuera de cualquier beneficio, no tienen seguridad social, vacaciones, ingreso constante y periódico, ambiente y condiciones de trabajo, ni sindicatos que velen por sus derechos. A pesar de tener ingresos, su oficio no puede considerarse empleo formal, si llueve o se enferman, por ejemplo, dejan de percibir entradas monetarias, de tal manera que esa enorme masa de personas aptas para el trabajo sólo obtiene lo indispensable para sobrevivir, porque constantemente se les agregan como competidores las personas que diariamente están perdiendo su empleo en este país.
Si los desempleados tienen otras capacidades es seguro que no se instalen en los semáforos, pero igual toman la calle para vender cualquier cosa con la idea de reponer parte del ingreso interrumpido producto de su botada brutal a la calle, en este caso comerciarán en cualquier espacio de la ciudad, desde perros, películas, tortas o picadillo. No creo que ninguno de los lectores no se haya percatado de esta situación, que no es nueva, es verdad, pero que en los últimos años se ha agudizado de una manera tenaz.
A finales de los años 70, comenzó el declive de la remuneración del salario producto de la aparición de un fenómeno desconocido en el país, la inflación, a partir de allí, se inició de manera constante, pero creciente, la escalada de los precios, ascenso que nos ha sumergido a todos en un estado de pobreza generalizada. La trampa de este Gobierno, que ha contado con ingresos astronómicos a lo largo de estos 11 años, suficientes para generar capacidades en la ciudadanía que le permitieran independizarse de la renta petrolera, es precisamente todo lo contrario, al igual que ayer, la AD y Copei de la segunda fase del puntofijismo, el chavismo de hoy extrema el populismo castrador de libertad al convertir al Estado en el único proveedor de subsistencia, canjeando libertad de pensamiento o la voluntad de las personas por un litro de aceite marca Venfood.
De esa manera, las grandes mayorías, porque en realidad los ricos son muy poquitos y hoy visten de rojo, estamos sumergidos en lo que podríamos llamar la trampa de la pobreza, la única manera de salir de abajo, es que hayan condiciones para ello, que el Estado fomente la generación de capacidades: educativas, institucionales, cohesión social y unidad nacional. La trampa es que el Estado de hoy sólo se ha dedicado a satisfacer necesidades elementales, provee subsistencia a cambio de apoyo electoral, no me interesan los ciudadanos, los que piensan, los que son autónomos, libres pensadores, emprendedores, trabajadores, quiero son los dependientes, los temerosos, los que no tienen cultura del trabajo, los vivos criollos, los que les encanta que les cierren la boca a punta de arepas.
Olvídense del progreso social, familiar o individual, a este Estado sólo le interesa que voten por él y lo mantengan en el poder, un ciudadano es altamente peligroso, para el poder, mientras mas primitivos seamos mejor, porque seremos mas dóciles y fáciles de manejar, nada de cuestionadores, irreverentes, contestatarios y mariqueras de esas.
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