lunes, 21 de junio de 2010

.:: EL SOL DE MARGARITA ::.

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Todos los estudiosos del comportamiento social que conozco siempre me confesaron que nunca han dejado de sorprenderse con lo arraigado que está en el colectivo nacional el síndrome del “yo no fui”.

Para ilustrar tal afirmación acuden a arquetipos que escuchamos cotidianamente –y que seguramente nosotros mismos hemos practicado en algún momento– y que muestran el odioso mal. “Mi papá me castigó”, en vez de me porté mal; “Me rasparon”, en vez de no estudié; “Me chocaron”, en vez de choqué son algunos de los ejemplos más comunes que retratan de cuerpo entero esa conducta orientada a desviar toda responsabilidad propia y descargarla en otros.

Este fenómeno sociológico permea a todas las esferas de la vida del país y en consecuencia, llega hasta el gobierno, que también lo asume como práctica común; con el agravante de que en este caso en particular se trata de una conducta maligna destinada a evadir su responsabilidad, soslayar sus negligencias y disimular sus omisiones ante el país y su sociedad civil. Un hábito inmoral y perverso, sin duda.

Veamos. Según el régimen y sus representantes la caída estrepitosa de la economía (5,8%), el desplome de la inversión (27,9%) y la inflación para el año 2010 (calculada en 35% y una de las más altas del mundo) no obedece a la ineptitud de la gerencia pública, tampoco al modelo económico inviable y desfasado que se intenta imponer a juro ni a lo errático del manejo económico sino a una conspiración del imperio y a los enemigos de la patria. El problema del alto valor alcanzado por el dólar se reduce a que los agentes bursátiles han distorsionado su precio y, claro, nunca, como realmente es, al hecho de que Pdvsa, contraviniendo toda prudencia financiera, y en búsqueda desesperada de obtener bolívares para tapar su ineficiente gestión se convirtió en el mayor responsable de ilícitos cambiarios del país al fungir como actor determinante en el mercado permuta. Los culpables son otros. Yo no fui.

Si escasean productos de primera necesidad de la cesta alimentaria no es porque se ha asfixiado al aparato productivo del país, se haya arrasado con los trabajadores del campo y sus sociedades agropecuarias –antes eficientes, hoy destruidas por el lumpen rojo– sino porque “ahora los venezolanos consumen más y mejor”, (¿?) y a que las empresas acaparan productos “porque son capitalistas y odian al pueblo”. Si el desempleo muestra cifras alarmantes (9% y creciendo) y más de la mitad de la fuerza laboral (43,3%) está en la economía informal (buhonería) no es porque cada día se cierran más empresas sino como dijo el Teniente Coronel: “El que no trabaja es porque es flojo, porque hay empleo como arroz”. Otra vez, yo no fui. Si las bandas asesinas narcoterroristas de las FARC andan por Venezuela a la libre no es porque el régimen las protege y les brinda apoyo, sino porque los vecinos no cuidan sus fronteras. Si los pistoleros de Llaguno disparan a mansalva contra una multitud civil desarmada no es porque sean unos malandros chavistas, sino porque “fueron provocados” (con pitos y banderas). Si el agua en Valencia sale de los grifos llena de barro no es contaminación sino una “apreciación subjetiva” de la gente. Si el sistema eléctrico nacional está en el peor de los abandonos y se raciona la luz en todo el país no es por la mala gestión, la corrupción y la falta de previsión de los ineficaces directivos del sector, sino porque el fenómeno del niño es muy intenso y la “oposición sabotea las instalaciones”. Siempre evadiendo su responsabilidad, siempre culpando a otros, siempre buscando excusas y mintiéndole a la gente. Siempre con el síndrome del “yo no fui”.

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