viernes, 28 de mayo de 2010

La enseñanza griega - ABC Digital

La enseñanza griega - ABC Digital

La crisis griega de inicios de este mes es demasiado parecida a nuestras tribulaciones de hace ya tiempo, como para ignorar sus efectos, causas y componentes. Con el agravante de que, si al Paraguay llegara un colapso parecido (Dios no lo quiera), no habrá Comunidad Europea que nos salve. Y no tendremos a nadie dispuesto a la autocrítica, como lo hubo en Grecia, ante la explosión del colapso. Pues recién entonces hubo unanimidad en los partidos griegos para juzgar la gravedad del presente y las causas del desastre. Solo ahí y sumergidos en el desconcierto, los líderes partidarios reconocieron que “el clientelismo y la corrupción habían empujado al país al precipicio”. Recién entonces los parlamentarios de todos los partidos admitieron lo evidente. “Hemos fallado todos”, decían. El propio presidente Papulias se sumó al coro de lamentos pretendiendo distribuir responsabilidades. “La crisis no es solo económica, sino profundamente política, por culpa de un Estado clientelista y un modelo de ejercicio del poder opaco, que nos condujo a la bancarrota”, sentenció. ¿Podría haber expresiones parecidas en el Paraguay en un caso semejante? En Grecia no hubo más remedio que aceptar la dura realidad cuando el 98,6% de los ciudadanos lapidó al sistema político como principal causante y responsable de la crisis. Así lo denotó una encuesta realizada por el semanario Real News.

Como hoy en nuestro país, no se sabe en Grecia cuántos funcionarios públicos existen. A nadie, a ningún político, a ningún partido le preocupó nunca la cifra. Hoy solo “se cree” –no hay datos ciertos– que de cada 13 ciudadanos, uno es funcionario público. No estamos lejos de esos guarismos, aunque en otras cosas estamos a la par o “superamos” a los griegos: allá también subsiste “la arraigada costumbre del fakelaki (sobrecito)” recorriendo “los despachos de profesionales liberales, las academias o las oficinas, como pago a un servicio o agradecimiento de un favor”. Allá, como acá, la corrupción no es solo pública, sino fundamentalmente privada, como lo explica Basilis Basiliu, un profesor de la escuela secundaria: “Somos un país de favores, no de derechos”. Mientras, toda la península Helénica enfrenta escándalos diarios, tanto en las altas esferas públicas como en la privada cotidianeidad. En el ámbito de la educación, por ejemplo, la justicia investiga actualmente “a 21 personas por comprar el temario de los exámenes del bachillerato”; delitos que vincula a “padres, profesores, alumnos y dueños de academias y colegios”. ¿Eso nomás?, preguntaríamos nosotros, que también tenemos estos males en proporciones abrumadoras, aunque sin que avancemos más allá de tímidas investigaciones.

Grecia, un país con el 21% de la población por debajo del umbral de la pobreza (en el Paraguay tenemos 36%, 19,4% de los cuales sobrevive en los estándares calificados de pobreza extrema), es gobernado por un Estado ineficiente, “inflado de funcionarios y organismos públicos; un déficit fiscal inconmensurable, donde la evasión es norma” y una economía informal extendida que llega al 40% del total. ¿Les parece conocido el panorama? “No hace falta ser un lince”, dicen los comentaristas, para comprobar que los principales males de Grecia “saltan a la vista en algunas calles del centro de Atenas, en un ambiente cada vez más patente de zoco, de bazar, de saldo; de economía de subsistencia”. Tan igual, que parece habláramos griego.

Lo terrible es que, como en el Paraguay, los funcionarios del Estado y los que subsisten a base de esta economía informal van a ser los primeros en sufrir la crisis. Pues serán los colectivos más afectados por los planes de ajuste, si es que se llega a implementar alguno.

Contradictoriamente, sin embargo, y en la última década, todos los gobiernos griegos aumentaron “hasta un 58% la cuantía de los complementos salariales de los funcionarios”, por lo que, cuando lleguen los recortes, que llegarán inevitablemente, estos complementos sufrirán una reducción que oscila “entre el 30% y el 40%”, como lo reconocen los propios líderes sindicales griegos.

Entonces, si algunos se salvaran de la debacle y de la pobreza, nadie lo estará de la discordia y el desenfreno. Como ahora en Grecia. Pero si entonces llegara –¡por fin!– la hora de enfrentar la realidad y de ajustarse los cinturones, también debería ser el tiempo de la capacidad, la honestidad y la austeridad en la gestión de gobierno. Por lo que también debería esperarse, en Grecia como en el Paraguay, que ninguno de los responsables de la irresponsabilidad y el dispendio se salve de la justicia.

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