Diario de Morelos - Los no asalariados
no de los graves problemas de rezago social y desigualdad que enfrenta el país y, desde luego, Morelos, son los trabajadores no asalariados para quienes siguen sin definirse estrategias y políticas públicas específicas para incorporarlos a otras condiciones de justicia y equidad.
En tanto los trabajadores y empleados asalariados están amparados por el Artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo, así como los campesinos y productores agropecuarios están protegidos por el Artículo 27 constitucional y una amplia legislación agraria, los trabajadores no asalariados viven al igual que sus familias, marginados de los beneficios que leyes e instituciones no han podido cubrir.
Prestaciones como el seguro social, el Infonavit, créditos y financiamiento para sus micronegocios o vivienda están lejos de alcanzar por quienes lo mismo en las zonas urbanas que en vastas regiones rurales suman millones y siguen aumentando. Esa es la situación de comerciantes en pequeño, locatarios, fijos y semifijos de los mercados públicos, vendedores ambulantes, taxistas, lustradores de calzado, promotoras y comerciantes de productos independientes, trabajadoras domésticas, empleados eventuales, y miles de menores prestadores de servicios.
En las ciudades, colonias populares y barrios existen cinturones de miseria, al igual que en las comunidades rurales, donde persiste la lucha por la supervivencia, pero también la esperanza de poder salir de su postración económica y social, y es allí donde deberían enfocarse gobiernos y autoridades federales, estatales y municipales con programas y estrategias que los rescaten e integren en dinámicas de crecimiento económico y desarrollo social.
Revisar la política social, especialmente en materia de educación, salud, empleo y alimentación, es reto de los poderes públicos y de muchos liderazgos políticos y de la sociedad civil, comprometidos con el bienestar general si de combatir las desigualdades se trata, buscando abatir la pobreza extrema y la injusticia como generadores de resentimiento y encono social.
Los censos que el Inegi lleva a cabo en este año podrán mostrarnos una radiografía clara de los grandes contrastes económicos y sociales que seguramente reflejarán un crecimiento de la pobreza y el más grave deterioro y proletarización de las clases medias. En este contexto podremos ver el considerable aumento de la economía informal, y de trabajadores no asalariados cuyo empobrecimiento, quiérase o no, contribuye a tensar la relación entre sociedad y estado, abonando con ello los riesgos de ingobernabilidad por la falta de respuesta a los reclamos crecientes de un número cada vez mayor de mexicanos y morelenses que reclaman condiciones de justicia social y bienestar.
Responder a las demandas de los trabajadores no asalariados con sentido de solidaridad, sensibilidad humana y talento político debería ser tarea inaplazable de quienes hoy son responsables de conducir el sector público y de quienes desde sus trincheras en partidos políticos esperan ser candidatos a cargo de elección popular, que debieran tener como premisa el mejor diagnóstico para superar los graves rezagos económicos y sociales que padecen los trabajadores no asalariados.
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