Diario 21 - El periodico plural del Estado - Opinión
or Palemón Díaz Ortiz
La población que se desempeña en la economía informal, El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la define como a las personas ocupadas “que trabajan para una unidad económica que opera a partir de los recursos del hogar pero sin constituirse como empresa, de modo que la actividad no tiene una situación identificable e independiente de ese hogar”.
El fenómeno de la informalidad en nuestro país surgió desde 1970, pero en la década de los 80 empezó a expandirse de manera más rápida y actualmente abarca ya casi un tercio de la población ocupada.
Datos proporcionados por el (Inegi) revela que los empleados informales al primer trimestre del año sumaron 12.5 millones, 365 mil más que en igual periodo de 2009.
Quienes se desempeñan en el sector informal representan 28.6 por ciento de la población ocupada (43.6 millones de personas), y en los últimos cinco trimestres su número ha crecido a una tasa promedio de 3.7 por ciento.
Esta cifra supera ampliamente el comportamiento de la población ocupada total, que muestra un crecimiento de 0.6 por ciento en igual lapso. Cifras ajustadas por estacionalidad indican que la tasa de ocupación en la informalidad se incrementó 0.11 porcentuales con relación al trimestre octubre-diciembre de 2009.
La informalidad ha superado a los trabajadores formales, pues de los 365 mil habitantes que se incorporaron a la economía informal, contrastan de manera negativa con los 290 mil empleados formales que se registraron en el Instituto Mexicano del Seguro Social (Imss) de marzo de 2009 al mismo mes de este año.
El deterioro de las condiciones del mercado laboral, en México propició que 12.5 millones de mexicanos laboren en el sector informal de la economía, actividad criticada por años por no contribuir al pago de impuestos ni ofrecen seguridad social, pese a representar la única posibilidad de ingreso para millones de familias.
A la condición de informalidad se suman el deterioro en la calidad del empleo y la creciente subocupación, lo que pinta un panorama desolador para los jóvenes que, cuando concluyen sus estudios técnicos o profesionales, no tienen una opción de trabajo e ingreso
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