viernes, 30 de abril de 2010

Desempleo y costos laborales | ELESPECTADOR.COM

Desempleo y costos laborales | ELESPECTADOR.COM

La cifra del 14,6% es la mayor de Suramérica, duplica la de Brasil y Venezuela, es casi tres veces la mexicana y casi el doble de la chilena. En las zonas del Eje Cafetero el desempleo supera el 21%.

Es injustificable que los años de bonanza de los productos básicos, que permitieron un crecimiento de la economía colombiana similar a la de los países latinoamericanos, no llevaran a la disminución del desempleo. Además, se agravó el ya deteriorado índice de Gini, que muestra la concentración del ingreso. El resultado obtenido fue buscado y obedeció a políticas gubernamentales que hicieron caso omiso de los estudios y recomendaciones de los investigadores. Se disminuyeron los costos relativos del capital con relación al trabajo acentuando el efecto de la revaluación. Se redujeron los impuestos a la utilidad de las empresas y se aumentó el IVA, que afectó a toda la población. Se crearon las zonas francas para favorecer empresas que de todas formas iban a invertir y de paso se beneficiaron innovadores inmobiliarios. Los beneficios del crecimiento económico no se repartieron equitativamente.

Las estrategias para bajar el desempleo, propuestas por algunos candidatos, son al menos ingenuas. Se ha oído que “para bajar el desempleo debe crearse empleo”, lo que se complementa con “las viviendas de interés social deben tener un patio productivo y un negocio en el frente”. Otras propuestas vienen de economistas bien intencionadas y teóricamente acertadas. “Hay que reducir los costos de la nómina, suprimiendo los costos parafiscales de aportes al Sena, a las cajas de compensación, al Instituto de Bienestar Familiar, y reemplazarlas por aportes presupuestales”. El problema surge al constatar que hay un déficit presupuestal creciente, causado por los pagos de pensiones, el aumento del gasto militar, la financiación de la salud, etc., y agravado por las generosas exenciones a las utilidades empresariales, lo cual dificulta la implementación de la propuesta. Por supuesto que desde el punto de vista redistributivo parte de los beneficios de los impuestos a la nómina los captan quienes tienen un empleo formal, que no son los sectores más débiles. Otra objeción a que la distribución se haga por presupuesto es que se repitan programas como Agro Ingreso Seguro, que reparten fondos públicos a los más pudientes.

Un aspecto que debe analizarse sobre el impacto de reducir los costos salariales es cómo se afecta la capacidad de compra de bienes producidos internamente. Adicionalmente, las últimas reformas laborales que han bajado los costos del empleo, al casi eliminar las horas extras, los dominicales, los costos de terminación del contrato, no han disminuido el desempleo. Al iniciarse la actual administración, las reformas, que coinciden con un período de expansión económica, dejaron un alto nivel de desocupados y un altísimo índice de empleo informal.

El empleo lo genera, como lo dice Perogrullo, el crecimiento de la demanda interna y externa. Para ésta los programas de mejorar la infraestructura van en la dirección correcta y para aquella la distribución del ingreso tiene un efecto estimulante. Un estudio de Stefano Farne muestra que los costos porcentuales adicionales al salario básico se han mantenido en los últimos 25 años y el desempleo, paradójicamente, parece ser exógeno a la flexibilización y costos del empleo.

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