lunes, 22 de marzo de 2010

Reforma laboral

En los hechos, la mayoría de las relaciones laborales en el país están desreguladas, como muestra el que el sector informal supere ya al número de empleos registrados. El mundo del trabajo ha sido espacio para otros negocios, políticos o electorales.



Viejas creencias sobre educación y trabajo no corresponden con la realidad. Antiguas promesas que engarzaron el esfuerzo de una generación tras otra lucen caducas, como creer que la educación es el mejor bono contra el desempleo y la mejor palanca de la movilidad social. Hoy los profesionistas del país pueden decir que ni una ni otra cosa es cierta si ven que alguien con menor preparación tiene mayor oportunidad de emplearse o que estudiaron para lograr un sueldo de siete mil 500 pesos mensuales que, en muchos casos, no compensa la inversión educativa. Ya ni hablar de la suerte de 15% de los antropólogos y arqueólogos, el 11% de los historiadores o el 10% de los ingenieros que trabajan como vigilantes o taxistas (“La educación superior: situación actual y perspectivas” de la Secretaría de Educación Pública).

La Ley Federal del Trabajo, promulgada hace cuatro décadas, y la añeja legalidad de los sindicatos corporativos, también son parte de esa vieja iconografía de ídolos en los que la defensa del derecho al trabajo esconde la pauperización del empleo y la protección laboral la vida suntuosa e intereses de líderes sindicales en connivencia con partidos en campaña permanente.

¿Qué piensa del derecho al trabajo el casi 6% de la población desempleada? ¿Qué les dirá a los jóvenes o mujeres sin empleo la nueva iniciativa de reforma laboral que esta semana presentó el Ejecutivo al Congreso después del inmovilismo de tres décadas en esta materia? ¿Qué pueden esperar los 400 mil profesionistas cesados o subempleados en la crisis económica?. Es la oportunidad de que ¡la política dignifique al empleo!, dice el secretario del Trabajo.

La protección y la defensa de los derechos laborales forman parte también de las añejas creencias heredadas del antiguo régimen. El tiempo de la Revolución introdujo en la ley el aspecto de lo social, el artículo 123 constitucional y ese conjunto de principios y creencias se plasmaron en los más de mil artículos de la Ley Federal del Trabajo. Pero la precarización del trabajo que hay en la práctica —incluso sin que se haya dado una reforma para flexibilizarlo—, refieren también promesas incumplidas y creencias en desuso. En los hechos, la mayoría de las relaciones laborales en el país están desreguladas, como muestra el que el sector informal supere ya al número de empleos registrados. El mundo del trabajo ha sido espacio para otros negocios, políticos o electorales, que están lejos de los dogmas sociales que persisten como esperanzas fallidas. Antiguas creencias que se han quedado como parte de esa voluntad que hay en el país —como describía Carlos Fuentes en el Tiempo Mexicano— de hacer que coexistan todos los niveles históricos, aunque muchos de ellos ya sean sólo eso…historia. Ni protección real ni derechos efectivos, pero tampoco discusión y cambios para recuperar el horizonte del empleo.

Con el trabajo hemos perdido el tiempo, a pesar de que éste es su valor: la productividad, la realización, la supervivencia, la creatividad son oportunidades, ocasiones o coyunturas de tiempo. De cómo generar oportunidades en el mercado de trabajo, ampliar la ocasión de acceder a la coyuntura de empleo tiene que versar la reforma laboral. Pero entre el inmovilismo de los antiguos dogmas, los intereses políticos corporativos y empresarios cínicos que ven la historia como un lastre en la oportunidad de negocio, la reforma laboral no avanza. Lo único que sí camina es la realidad y las “fórmulas creativas” que en sectores de manufacturas o servicios logran evadir la “rigidez laboral” para maximizar beneficios a costa del trabajo.

¿Se podrá esta vez discutir una reforma laboral en estos términos, sin la ideologización que pretende defender viejos “edenes subvertidos”, que realmente nunca cumplieron, pero también sin las posiciones pragmáticas que sólo ven oportunidades de negocio sin reparar en derecho social alguno con el pretexto de la competitividad?.

La Ley Federal del Trabajo es de 1970 y las últimas reformas importantes datan de los ochenta. Desde aquellos años el crecimiento del país ha sido superior al del empleo. Tan sólo entre los profesionistas, la tasa de desempleo es de 3.8% mientras que para quien sólo tiene educación básica es de 2.1% (OCDE). También en los últimos 12 años se han presentado 332 iniciativas para modificar la legislación laboral, pero han fracasado en el intento de ajustar las normas al tiempo subvalorado de los profesionistas, del tiempo menospreciado del subempleado, del tiempo perdido del desempleado y, en general, del tiempo desperdiciado de las nuevas generaciones que no pueden ingresar al mercado laboral.

José Buendía Hegewisch

*Analista político

jbuendia@gmail.com

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