jueves, 21 de enero de 2010

Diario de América / America's Daily El prisionero por Jesús Seguías

Diario de América / America's Daily El prisionero por Jesús Seguías

Con la devaluación, el presidente Hugo Chávez está intentando escapar de una fortificada prisión, la peor de todas las prisiones, la que él mismo ha construido con pasión, esmero e ilusión, y con el peor de los carceleros: él mismo.



Por Jesús Seguías

Con la devaluación, el presidente Hugo Chávez está intentando escapar de una fortificada prisión, la peor de todas las prisiones, la que él mismo ha construido con pasión, esmero e ilusión, y con el peor de los carceleros: él mismo.

La devaluación fue la cizalla que rompió los barrotes de la celda en que se encontraba. Él es prisionero de la improvisación, del mal gobierno y del desastre económico “socialista” que ha armado, así como de las ideas muertas que le acompañan. Las cuentas no daban para subir las encuestas y lograr los votos para las elecciones parlamentarias de Septiembre. Ahora sí tiene recursos frescos para seguir repartiendo dinero y comprando votos irresponsablemente.

El presidente Chávez dijo que había devaluado el bolívar con el objetivo de reactivar las fuerzas productivas nacionales, incentivar la exportación y reducir las importaciones hasta en un 40%. Muy buen propósito. Eso sería lo ideal. Pero cuando el jefe del gobierno no está alineado con ese objetivo, lo que hace es sabotearlo y hacerlo irrealizable.

Casi todo el mundo sabe (o intuye) que el peso de una divisa está indisolublemente relacionado con el poder productivo de un país. Y en el caso nuestro no existe ese poder productivo. Con el petróleo compramos todo. Entonces ¿A cuál fuerza productiva van a reactivar con la devaluación? ¿La que está en manos del gobierno? Todo el mundo sabe que la mayoría de las empresas del estado están dando pérdidas, son pésimamente administradas, su productividad está en cero, y las corruptelas son aterradoras.

Las empresas de Guayana (la otrora alternativa no petrolera de Venezuela, y las que están más preparadas para la exportación) están al borde del cierre total. Las quebraron. PDVSA tiene una enorme crisis de productividad (ya ni tienen gas para abastecer al mercado nacional). Y lo que faltaba: el gobierno ordenó reducir las horas de trabajo por falta de electricidad, en un país que se ufana de ser la mayor potencia energética del planeta.

Al gobierno sólo le queda el sector privado. Pero resulta que el sector privado venezolano está casi paralizado, sin nuevas inversiones de crecimiento, sólo se limitan a las inversiones operativas, aguardando las posibilidades de un cambio verdadero de políticas… o de gobierno. No basta que tengamos ahora un bolívar devaluado para que mágicamente los empresarios privados salgan a exportar. El punto es que aquí nadie tiene confianza para invertir, ni siquiera los empresarios chavistas. En Venezuela no existen reglas de juego claras, el gobierno actúa arbitrariamente, no existen poderes públicos autónomos y confiables (cualquier día una empresa puede amanecer expropiada y sin pago justo), y todas las decisiones del país pasan por el tamiz de un solo hombre, Hugo Chávez (así son las dictaduras ¿quién lo desmiente?), de un hombre que además odia a muerte al sector privado. Los empresarios privados venezolanos están paralizados y aterrados, y no moverán un dedo hasta que Chávez se vaya. Esa es la verdad.

Y aquí viene lo peor: al no existir una recuperación acelerada del aparato productivo nacional, lo que vendrá es escasez, alta inflación, y muchas protestas laborales. El gobierno decretará aumentos salariales para el sector público, pero dos tercios de los venezolanos dependen de la economía informal y del sector privado. Para ellos no habrá aumentos sino pobreza acelerada.

Hoy, Hugo Chávez pudo escapar de una celda de su prisión apelando a la devaluación. Pero no quedó en libertad, pues entró a otra celda: la de la inflación. Y para salir de ésta, utilizará otra cizalla: el aumento de la gasolina y la electricidad, para disponer de más “efectivo” para seguir financiando su cementerio de ideas muertas, lo cual lo conducirá a otras celdas más lúgubres y aterradoras, y a la última cizalla: tragarse todas las reservas internacionales. Dejará al país en la carraplana,…y seguirá siendo un prisionero.

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