Lucha ‘salvaje’ por el espacio público
Al centro de la ciudad llegaron, para la época navideña, unos 3.500 vendedores adicionales. Caos.
El miércoles 16 al mediodía el ‘lobo’ apareció en la Calle 12 con Carrera 5. De un salto felino se abalanzó sobre su presa y empezó a ‘devorarla’, en medio de una lucha salvaje.
El ‘lobo’ lanzaba zarpazos letales, desgarraba a su presa, la arrasaba. Esta a su vez, se defendía a muerte, corría, trataba de evadirlo, de no dejarse coger. Cuando el felino agarraba a su víctima, esta tiraba con fuerza para soltarse.
En esa bocacalle de la Plaza de Caycedo se libraba una batalla campal. Aquel día, como todos los de la semana que pasó, el ‘lobo’, como llaman los vendedores al vehículo en el que la Policía arroja las mercancías que incauta, recorría las calles céntricas invadidas para despejarlas de ventas informales. Los vendedores, a su vez, corrían con su carga al hombro para no dejarse agarrar. O se defendían como leones cuando eran atrapados.
‘Aquí no puede imperar la Ley de la selva’, parecía decir el ‘lobo’. ‘En esta selva urbana es donde podemos rebuscarnos la comida’, parecía replicar la manada de vendedores. Al menos eso es lo que siempre se ha escuchado decir en estas disputas abiertas en el territorio urbano.
El ‘lobo’, ese temible camión encarpado de color negro, transportaba una decena de hombres con chaleco del mismo color encargados de despejar el espacio público, coordinados por una inspectora. Con ellos iba una docena de policías que apoyaban la misión.
Cuando el camión llegó a esa esquina de la Calle 5 con Carrera 12 y se bajaron los guardas y los agentes, los vendedores callejeros empezaron a recoger como podían sus mercancías y echaron a correr. En el operativo se decomisó ropa, zapatos, juguetes, discos piratas y todo tipo de mercancías que eran subidas al camión. Los venteros se aferraban a su mercancía y agredían a los patrulleros. Los policías los defendían.
Saltando sobre un reguero de cosas en el piso, Juan Carlos Villanueva logró escapar de la reyerta callejera, los gritos y la congestión. Llevaba una caja de juguetes al hombro y la angustia dibujada en el rostro. Al fin y al cabo era el plante fiado del trabajo el que estaba a punto de ser devorado por ‘el lobo’.
El eco de la persecución llegó dos cuadras más abajo, a la calle 14 con carrera 5 y se extendió como pólvora por el sector. Amanda Quitán empezó a sudar frío, no tanto por la canícula del mediodía, como por el miedo de que el ‘lobo’ mostrara sus afilados colmillos. Bajo el enjambre de parasoles multicolores, sus vecinos, los vendedores de jeanes, blusas, camisas, discos y papás Noel se pusieron en alerta. “Se nos va a calentar la zona”, exclamó Amanda.
100 agentes de Policía y un número similar de vigilantes comunitarios ofrecen seguridad en el centro.
Una patrulla de la Policía entró por la Calle 14 y se abrió paso entre centenares de puestos informales levantados a lado y lado de la vía. No era propiamente el ‘lobo’. Los agentes hacían labores de control y vigilancia, ahuyentando ladrones y evitando que la calzada central sea invadida por más ventas, como ocurrió en otros años cuando la 14 se hacía intransitable.
Esta vez no es muy diferente. La horda de vendedores llegados a última hora volvieron a invadir el centro de Cali. En la Calle 14 entre carreras 5 y 10 sólo dejaron libre un corredor central de metro y medio de ancho por donde sólo se aventura a pasar la patrulla de la Policía, algunos taxis y uno que otro osado particular.
Como abeja al panal
La Navidad, la feria, la temporada taurina y el año nuevo son como un panal lleno de miel que atrae abejas de todos lados. Efraín Sierra, subdirector de Control Urbano de la Secretaría de Gobierno de Cali calcula que al corazón de la ciudad han llegado 3.500 vendedores informales en los últimos días.
Lo insólito es que no sólo llegan de otras partes del país. Algunos vienen de Argentina, Bolivia, Perú y Ecuador. “Muchos de los que hacen acrobacias en los semáforos son argentinos”, asegura Sierra. Los bolivianos llegan a vender ropa; los ecuatorianos, tejidos y artesanías; los peruanos venden de todo.
Y llegan con su mercancía al centro de Cali por encima de las autoridades de inmigración. Se camuflan en la masa de venteros informales, se hospedan en residencias baratas del centro y hasta se surten de bodegas que guardan mercancías de contrabando.
Lo peor es que casi todos son víctimas de las mafias del espacio público. Apelando a gente armada estas organizaciones amenazan a los vendedores ya establecidos en las calles, los arrinconan y abren espacio a la fuerza para nuevos vendedores. A cada uno le cobran entre $100.000 y $300.000 por alquilarles un espacio de 1 por 1,5 metros en un andén o, incluso, en plena vía pública.
Allí acomodan a los forasteros que vienen a Cali a pescar en el rebusque y a los desplazados nacionales que son utilizados por los contrabandistas y algunos almacenes formales de la misma zona para que les vendan sus mercancías a cambio de una comisión.
Pero con todos ellos, llegan también los comerciantes de armas, drogas y bandas de raponeros y atracadores, que se parapetan en algunos kioskos establecidos en la Calle 12, desde donde operan camuflados en el comercio informal. Tal vez por eso fue que el ‘lobo’ cayó en esa zona por sorpresa el pasado miércoles. Porque olió el delito en el aire.
Pero ninguno de estos delincuentes ha sido atrapado por las autoridades. En la Calle 14 con Carrera 9 se han detectado algunos traficantes del espacio público. “Les hemos dicho que se vayan, que no queremos verlos por allí, porque no podemos capturarlos”, afirma Sierra. Esa intersección es el punto más crítico del centro de Cali.
Jimmy Núñez, presidente del sindicato de vendedores informales, Sintraviecali. asegura que el gremio ha hecho todo por organizarse, mantener el orden y respetar el espacio común. Pero advierte que poco se puede hacer frente a las invasiones masivas. “Hace ocho días llegaron miles de vendedores del Cauca, Nariño y el Eje Cafetero, a lo mejor por la caída de las pirámides y la recesión económica”, indicó.
En el centro hay 18 gremios de vendedores, todo una trama organizada para enajenar andenes. Muchos de sus socios como Héctor Fabio Martínez, Héctor Lora, Luz Mary Villamizar y Juan Carlos Caballero tienen permiso de la Secretaria de Gobierno desde hace varios años.
Pero otros, como Amanda Quitián, Juan Carlos Villanueva y tres mil venteros más son advenedizos. Llegaron en la última semana a pescar en el río revuelto del rebusque del centro caleño.
Cien agentes de Policía coordinados por la estación de Fray Damián, cien vigilantes comunitarios y una red de seguridad han sido insuficientes para controlar la invasión del centro. Entonces, a las autoridades de Gobierno les ha tocado organizar el desorden y garantizar un mínimo de movilidad en la zona. Por eso con frecuencia sueltan ‘el lobo’ en el centro para que ponga orden.
Actividad comercial
# En el centro de Cali hay 14.329 negocios formales e informales que generan 50.000 empleos (aparte del empleo del sector público), según un censo de Grecocentro.
# De ellos 10.322 negocios formales registrados en Cámara de Comercio que generan 44.203 empleos directos. Las tres cuartas partes de este empleo está en los barrios San Pedro, San Nicolás, El Calvario y Sucre que ocupan el 57% del área.
# El 85% de los negocios formales emplea 5 trabajadores, por lo cual sólo generan el 36% del empleo formal. En el 15% de los negocios formales trabaja el 64% de la población del centro.
Las cifras
3.500 vendedores informales llegaron en los últimos días al centro de Cali.
100 mil y 300 mil pesos cobran las mafias por cada puesto de venta callejera en el centro de cali.
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