Por Domingo Cavallo
El gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2011 deberá cambiar integralmente la organización económica y social de la Argentina y su política exterior. Si no lo hace, nuestro país, en lugar de progresar, seguirá retrocediendo. Lamentablemente casi ninguno de los cambios necesarios podrá comenzar a ser implementados por el Gobierno de los Kirchner en los dos años que le quedan de mandato. Hay una excepción a la que me voy a referir en la segunda parte de este artículo.
Pero comencemos por los cambios que los Kirchner no van a introducir. No van a cambiar el nivel y la composición del Gasto Público. Seguirán despilfarrando casi 40 mil millones de pesos anuales en un esquema de subsidios a las empresas prestadoras de servicios públicos que alimentan la ineficiencia, la des-inversión y la corrupción. No introducirán ningún cambio porque quieren postergar el sinceramiento de los precios y tarifas hasta que asuma el nuevo gobierno y sea éste y no ellos, el que pague el costo político del tarifazo inevitable.
Tampoco van a disminuir la presión tributaria eliminando los impuestos distorsivos. Para Néstor Kirchner, hacer caja cobrando impuestos es la primera prioridad, aunque esos impuestos estén destruyendo a los sectores más eficientes y productivos de la economía y aunque la carga impositiva reduzca los puestos de trabajo bien remunerados y sólo aumente el tamaño de la economía informal. Para ellos y, lamentablemente, para muchos economistas profesionales, esto es considerado un rasgo de “ortodoxia fiscal”. Además, eliminar los impuestos distorsivos, en el caso de las retenciones a las exportaciones, significaría dejar que los precios de mercado de muchos alimentos reflejen la realidad. Preferirán que el costo político de este segundo sinceramiento de precios lo pague el próximo gobierno.
Ni pensar que vayan a reducir las trabas cuantitativas a las exportaciones. Muy por el contrario no sería raro que pretendan evitar el aumento del precio de la leche y de la carne, que se origina en la escasez de oferta creado por sus políticas, con más restricciones a las exportaciones y nuevos controles de precios. Tampoco van a revertir la política de restricción cuantitativa a las importaciones con la que intentan apuntalar un ineficiente proceso de re-industrialización por sustitución de importaciones. Piensan dejar para un futuro gobierno el problema de desocupación disfrazada que resultará de esta creación artificial de empleo industrial, insostenible en el tiempo.
Tampoco van a organizar un sistema transparente de subsidio familiar, tipo generalización del salario familiar a los trabajadores de la economía informal, como el que pregonan todos los partidos de la oposición y los estudiosos de la política social. Prefieren seguir con el reparto clientelista de subsidios sociales del que quedan marginados quienes no demuestran adhesión incondicional al gobierno. Por supuesto, ni pensar que todos los subsidios sociales se paguen en cuentas de ahorro con tarjeta de débito. Eso sería dificultarles a los organizadores de la clientela política los retornos que, para no dejar rastros, deben darse en efectivo.
Tampoco van a facilitar la tarea de los gobernadores e intendentes en relación a la prestación de servicios de seguridad, educación y salud. Muy por el contrario, que los dirigentes locales estén contra las cuerdas por conflictos salariales y se aleje cada vez más la posibilidad de mejorar la calidad de esos servicios, es una condición necesaria para que el gobierno de los Kirchner siga haciendo arrodillar a gobernadores e intendentes en demanda de fondos para comprar su lealtad incondicional. Pero aún con este sombrío panorama político para los dos próximos años, hay un frente en el que el Gobierno de los Kirchner podría avanzar en la dirección correcta: recomponer la relación con Brasil y revitalizar el MERCOSUR, al menos, como área de libre comercio. La moneda de Brasil es hoy mucho más fuerte que la moneda de la Argentina, por lo que no se justifica ningún tipo de restricción cuantitativa ni arancelaria al comercio con Brasil. Si Argentina adoptara la decisión de remover todas las absurdas restricciones que viene creando desde 2003 en adelante, Brasil seguramente levantaría las restricciones que nos ha impuesto como represalia. El renacimiento del libre comercio entre Argentina y Brasil permitiría pensar en la revitalización del MERCOSUR y Argentina tendría al menos un ámbito de cooperación constructiva con el resto del Mundo.
Para el Gobierno de los Kirchner no significaría costo fiscal y muy pocos costos políticos netos. Por el contrario, en el ambiente industrial y del trabajo reduciría los riesgos de que también en el ámbito de MERCOSUR nos transformemos en proveedores no confiables, como lamentablemente ya lo hemos conseguido en el ámbito global. Sólo protestarían algunas industrias que ni aun con el Peso a la mitad de valor que el Real, dejan de pedir protección. Hoy son muchas más las industrias que sufren las dificultades para abastecerse de partes y componentes de Brasil y las que ven impedidas sus ventas oportunas a ese país hermano.
*Ex ministro de Economía y ex ministro de Relaciones Exteriores.
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