Cuesta ganarse la arepa
La tragedia de 1999 significó para los habitantes de Vargas un cambio drástico en sus vida. El aspecto laboral fue precisamente uno de los más afectados. De plazas de trabajo formales pasaron a "matar tigres".
El "antes y después" que se marcó en el plano laboral, luego de los eventos acaecidos en la región a partir del 15 de diciembre de 1999, golpeó severamente la economía de los varguenses.
Muchos no han podido, hasta el sol de hoy, según sus propios testimonios, superar el impacto.
Se ganaban el pan atendiendo a turistas en hoteles, cuidando sus negocios o trabajando humilde y honestamente como comerciantes playeros.
Una gran mayoría salió de esos esquemas de manera súbita. La situación les presentó otra realidad: sin fuentes de empleo y con grandes pérdidas económicas que afrontar.
La nueva situación ha sido, por ahora, apenas superada. El término "subsistencia", aún a 10 años del deslave, define las condiciones de vida de un buen número de sus habitantes.
Matando tigres. De los empleos fijos en las cadenas hoteleras como el Sheraton y el Meliá, o en el mismo aeropuerto, muchos varguenses tuvieron que saltar al ramo informal.
"Llevo años trabajando como obrero.Lacosasehapuestodifícil, al punto que conseguir puesto en una obra cuesta. El caso reciente está en la obra de la carretera de Mare Abajo, donde muchos aspiramos a un cupo. Duré meses esperando por un puesto hasta que lo conseguí. Como la situación en mi casa era de mucha necesidad, debí meterme a vendedor de cd para llevar de comer a mis hijos".
Las palabras de Franklin Aponte, residente de Mare Abajo, son un reflejo de la realidad que viven muchos trabajadores.
Otro obrero, Ulises Restrepo, también vecino del mismo sector, asegura que las oportunidades para ganarse la vida en la construcción están tan difíciles que para poder alimentar a su familia, debe hacer de vendedor ambulante en las playas.
"Tengo que calarme el sol inclemente, es la única manera de llevar algo a mis hijos. Tardé tres meses esperando para entrar en la obra de la carretera.
Mientras no conseguía, tuve que inventar para sobrevivir".
Para Jhonny García, directivo del Sindicato Socialista de Trabajadores de la Construcción en Vargas, la fórmula de los obreros para sobrevivir ha sido "matando tigres".
"No hay fuente de empleos en la región. Desde hace ocho años, si no te dedicas a barrer la calle o a pintar, no consigues trabajo", manifestó el sindicalista.
Aseguró que los trabajadores cuando no consiguen puestos en una obra, se ganan la vida desde lavando carros hasta vendiendo en las playas.
"Hacen lo que pueden. Muchos de los que están dedicados a la construcción hoy en día trabajaron antes en los grandes hoteles y en las marinas. El sueño es que alguna vez vuelvan a reactivar esas fuentes", indicó.
Las aspiraciones para los trabajadores del ramo de la construcción para el año 2010 es que den "play" a la reconstrucción del Sheraton, el Meliá y la Marina de Caraballeda.
Esperan con esas obras activar a la gran masa de trabajadores. A juicio de García, después de la tragedia, la construcción pasó a ser el área laboral más solicitada, pero no ha satisfecho la demanda que tiene.
Informales bajo control. A partir de 2000, los comerciantes informales crecieron como "el arroz" en toda la entidad.
El impacto de la tragedia tuvo mucho que ver con este aumento desmedido.
Las mayores concentraciones se dieron en Maiquetía y Catia La Mar, esta última parroquia que acaparó la mayor cantidad,
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