por Maritza Asencios para IPS.
Lima, noviembre 2009 - En Perú, 51 por ciento del empleo lo genera la economía informal, un sector que tiene rostro femenino, porque más de 60 por ciento de las trabajadoras del país se ven forzadas a la informalidad, lo que se traduce en que sólo 15 por ciento de ellas goce de seguro de salud y cuatro por ciento de derecho a la pensión.
Son datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuya coordinadora de Género para la subregión andina, María Bastidas, explicó a IPS que los nichos informales donde trabajan más mujeres son los de cuenta propia (ambulantes y a domicilio), microempresas, labores agrícolas temporales, servicios en los hogares y los familiares no remunerados.
Bastidas, autora del estudio "La trabajadora informal en el Perú", explicó que entre las razones para el predominio de la economía informal se destacan el desajuste entre legalidad y realidad, el déficit del empleo formal, la baja inversión y las secuelas de la crisis de los años 80 y 90, que propició el desarrollo de las llamadas economías de supervivencia.
A ello hay que agregar las migraciones rurales a las ciudades y un problema cultural y educativo que impediría la incorporación a la economía moderna, detalló la experta de la OIT, cuya sede latinoamericana está en la capital peruana.
Lo cierto es que este país sudamericano ha tenido largos períodos de no inversión productiva y casi nula demanda de nuevos trabajadores, mientras que en las etapas en que sí aumentó la inversión no lo hizo igual el empleo formal, debido a las actividades a las que se orienta el capital.
A este modelo estructural, se sumó en la década de los 80 una crisis económica que eliminó decenas de miles de puestos de trabajo, cerró numerosas empresas y forzó a los peruanos a la informalidad laboral.
Perú, con 28,7 millones de habitantes y prácticamente la mitad mujeres, tiene una población económicamente activa de 10,6 millones, de la cual 35,4 por ciento es femenina, según las cifras más recientes.
"Hace 20 años, trabajé en un hospital, pero tenía dos niñas y no tenía dónde dejarlas, así que me fui y ni siquiera como servicio doméstico encontraba trabajo al tener hijas pequeñas", relató a IPS Gloria Solórzano, secretaria de la Mujer de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
"Ahora digo con mucho orgullo que soy ambulante: trabajo desde hace 15 años en La Victoria, a un costado del mercado mayorista" de la capital peruana, informó.
"Por sus cargas familiares, las mujeres tienen que ver como emplearse. Por eso recurren al trabajo informal. Son recicladoras, taxistas, mototaxistas, o hacen servicios múltiples, trabajos domésticos", explicó la dirigente sindical.
En el comercio ambulante, contó, se ven desde adultas mayores hasta jóvenes madres con sus hijos al lado. "No están en la calle porque quieren: no hay trabajo y deben responder por la educación y alimentación de sus hijos", dijo.
Conciencia para cambiar - Para Solórzano, es fundamental crear conciencia en la sociedad, el gobierno, los medios y en las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, sobre los cambios urgentes y necesarios en el mercado laboral, si se quiere brindar trabajo decente en el país.
"Debe haber una decisión del gobierno de implementar más empleos, pero dignos", subrayó, antes de considerar que posiblemente eso sólo podrá conseguirse con una nueva Constitución, porque la actual, herencia del gobierno derechista de Alberto Fujimori (1990-2000), es una barrera para un cambio en el mercado del trabajo.
Aparte de la falta de empleo, las mujeres optan por la informalidad porque muchas empresas obligan a trabajar 12 horas o más y en ocasiones pagan menos del salario mínimo, pese a que sea ilegal, así que las mujeres logran mayor ingreso y flexibilidad para conciliar trabajo y familia dentro de ese sector.
"Si esos derechos fueran respetados, muchas mujeres nos inclinaríamos por un trabajo formal. Pero además aunque quisiéramos no hay trabajo, pues en el país han sido violadas las leyes laborales, éstas no se cumplen", arguyó Solórzano.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo presentado en octubre abona la posición de la activista sindical: en Perú la brecha salarial entre hombres y mujeres de la misma edad e idéntico nivel educativo se mantiene en 19,4 por ciento, cuando el promedio latinoamericano es de 17, 2 por ciento.
"El trabajo decente para la mujer no existe, y menos en Perú. El trabajo de la mujer no es visible, aún creen que no existimos como trabajadoras", indicó Solórzano.
Para la directiva de la CUT, formalizar la informalidad también requiere de capacitación para que las mujeres se organicen en pequeñas empresas y consigan apoyo en el mercado de sus productos.
Según el economista Edgar Galván, ex director general de PYME (pequeña y mediana empresa) y Cooperativas del Ministerio de la Producción, "hay una tendencia creciente de mujeres conductoras de pymes, por elementos que la refuerzan, como la gestión y la fiabilidad en términos del crédito. Ser mujer tiene una connotación subjetiva de mayor acceso al microcrédito".
Detalló que 70 por ciento de las pymes peruanas son informales y, en consecuencia, su empleo es informal en ese mismo porcentaje. Se trata de empresas de alto componente familiar de trabajadores no remunerados, donde la mayoría son mujeres.
Las pymes conducidas por mujeres se ubican mayoritariamente en los sectores de los servicios y el comercio (60 por ciento) y hay muy pocas en las áreas de transformación e industria.
Para el experto, es esencial capacitar a las responsables de esas unidades económicas para que adquieran una visión empresarial, porque no surgieron como una oportunidad de negocio, sino como una vía de salvación para la supervivencia familiar.
"Son una respuesta a la falta de empleo formal, pero también expresan una distorsión de nuestra educación, pues nos educan para ser empleados y no para ser empresarios, por eso nuestra ‘empresarialidad’ es baja", indicó Galván.
"Es necesario que la mujer emprendedora o conductora de pymes asuma que tiene que generar espacios de capacitación, de asistencia técnica, y buscar un nivel de ‘empresarialidad’ fuerte", concluyó.
Del dominio al liderazgo - Si un sector laboral domina la mujer peruana, ese es del comercio informal, que en 80 por ciento está en manos femeninas, la gran mayoría cabezas de familia y de toda edad y condición civil.
El descubrimiento decidió a Solórzano a fundar hace seis años, junto con otras 11 comerciantes de diversos distritos limeños, la Red de Mujeres Trabajadoras Ambulantes de Mercados, Paraditas (paradas de transporte colectivo) y Campos Feriales.
Actualmente, tienen 16 redes en la capital y su entorno y otras cuatro en diferentes departamentos del país, una cifra que duplicarán en breve.
La Red comenzó en el industrial Cono Norte de Lima, y algunas de sus integrantes pasaron a dirigir sus asociaciones, como Rita Maguiña, actual presidenta de la confederación de trabajadores ambulantes y secretaria de organización de la Red.
"No pensé ser líder, pero al ver los abusos de las autoridades y de los propios dirigentes, decidí participar, apoyar y cambiar la estructura. Me dije, si las mujeres somos la mayoría de trabajadores ambulantes, ¿por qué somos dirigidas por varones?", dijo Solórzano.
"Una lleva en la conciencia buscar un cambio. Si hay muchas mujeres vendiendo en la calle, tengo que buscar un cambio en el país, no para nosotras porque posiblemente no lo vamos a gozar, pero será para nuestros hijos", reflexionó.
"Detrás de una mujer existe un hogar. Quisiéramos tener un hogar con empleo digno, donde los hijos tengan paz para el desarrollo, para el futuro de nuestro país. Porque un parque lleno de flores no saciará el hambre del país", remató Solórzano.
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