INTERVENCIÓN DE S.E. LA PRESIDENTA DE LA REPÚBLICA, MICHELLE BACHELET,
EN PRESENTACIÓN REGIONAL DEL INFORME OIT-PNUD SOBRE TRABAJO Y FAMILIA
Santiago, 6 de julio de 2009
Amigos y amigas:
Quisiera, obviamente, y creo que aquí represento a todos los que estamos, felicitar a la Organización Internacional del Trabajo, OIT, y al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, por este informe conjunto sobre ‘Trabajo y Familia’.
Quisiera comenzar destacando, además qué buena la frase de Jean Maninat, sobre esto de que uno camina más rápido, pero juntos se camina más lejos, porque creo que esta alianza entre la OIT y el PNUD es una alianza que espero que se mantenga en el tiempo y nos sorprenda con nuevos informes. Mal que mal, tanto en el PNUD como en la OIT se preocupan de dos propósitos centrales de mi gobierno, que es el desarrollo humano y el trabajo decente.
Y la calidad de los investigadores de ambas instituciones hace que siempre la lectura de estos informes sea obligatoria, en el buen sentido, para quienes nos dedicamos a las políticas públicas.
Y quiero, además, aprovechar, antes de meterme al tema de lleno, de sumarme a las felicitaciones por los 90 años de la OIT, organismos que desde 1919 viene promoviendo la justicia social.
Cuando señalaba Jean que uno de los primeros temas había sido el trabajo de las mujeres, yo decía "nos ha tocado todo este tiempo", pero por suerte algo tenemos todavía que mostrar de avance, aunque aún falta mucho por caminar.
La temática escogida por ambas instituciones tiene una enorme relevancia. Es cierto que la crisis económica aparece hoy como lo verdaderamente urgente ante los ojos de todos los gobiernos y de la ciudadanía, pero no debemos perder esta mirada estratégica. Y también podemos, como decía Rebeca, transformarlo justamente en una oportunidad, porque todos los países sabemos, y lo hemos planteado, que no vamos a salir de la crisis igual como entramos a ella. Por el contrario, algo tenemos que aprender de la crisis, tenemos que introducir todos los cambios necesarios y, por ende, es la mejor oportunidad para también avanzar en el tema del cual estamos hablando.
La crisis, algunos dicen, "hasta dónde llegará", algunos señalan que está tocando fondo y es posible que la luz empiece a verse al otro lado del túnel en los próximos meses, por lo menos, yo diría, se ve el cambio de la tendencia. Y en Chile estamos trabajando para que la recuperación comience este año.
Y nos gustaría que el mundo que surja de la crisis asimile adecuadamente las duras enseñanzas que quedan de los errores cometidos, en primer lugar lo desastrosa que puede ser la falta de regulaciones adecuadas y una actitud prescindente del Estado.
Y queremos prepararnos para el mundo post crisis. Eso implica mantener nuestras apuestas estratégicas de desarrollo, en innovación, en educación, en capacitación de trabajadores, en formación de capital humano y becas al extranjero, entre tantas otras iniciativas que apuntan a tener una economía dinámica y competitiva.
Y el mundo post crisis debe inaugurar una era de mayor preocupación por el medio ambiente y la energía sustentable; pero también consolidar la inclusión y la protección social. Y continuar bregando en una apuesta que nosotros hemos hecho en este país, que es continuar bregando, a la vez, por mayor crecimiento, pero a la vez mayor justicia social.
Y el verdadero desarrollo es el que incorpora la dimensión humana, y lo que gracias a los trabajos del PNUD hoy es enteramente medible y verificable, y de esa manera, como diría, Amartya Sen, ampliando los horizontes de libertad de las personas.
Ello supone que las políticas laborales promuevan el trabajo decente, en condiciones dignas, como lo demanda, por otro lado, el actual grado de civilización de nuestros países.
Este informe también nos lleva a reflexionar acerca de la situación del trabajo y de la familia, y sin duda el impacto que tiene en las mujeres, las que, como decía Rebeca Kingspan, en los últimos años en nuestra región se han estado incorporando masivamente al mercado laboral, en un fenómeno que reproduce –con algunas décadas de retraso- lo ocurrido anteriormente en Europa y en Estados Unidos. Y esto nos obliga a considerar la relación entre trabajo y familia.
Este cambio, que nos decían tanto Jean como Rebeca, éste es un cambio en las sociedades que nos exige tener nuevas respuestas.
Hoy, una de cada dos mujeres del continente trabaja o busca trabajo.
Y esta proporción, aquí se señalaba, se eleva sustancialmente entre las más jóvenes, entre las más educadas, donde las tasas de participación alcanzan al 70%.
Cierto es que esto es una tendencia que uno valora. En las antiguas luchas de las mujeres por tener más oportunidades, tal vez la tendencia era cargarse más mochila en la espalda y decir "las mujeres podemos". Pero creo que sin duda no se nos escapa a ninguno de nosotros que el trabajo y la vida familiar y personal raramente coexisten sin tensiones, más en el caso de las mujeres, que han sumado un nuevo rol a sus muchas responsabilidades.
Y este informe a lo que nos invita es a revalorizar el papel de la mujer y de la familia, a repensar las relaciones al interior de la familia y a examinar cómo podemos colaborar desde la empresa y desde el Estado, es decir, desde los distintos actores de una sociedad.
En Chile, como el resto de la región, las mujeres aún enfrentan viejos prejuicios sexistas e incomprensiones. En el imaginario colectivo, lo femenino y lo doméstico siguen estrechamente ligados, como si las tareas cotidianas y el cuidado de los hijos no fuesen responsabilidades compartidas por hombres y mujeres.
Porque ya hace años que las mujeres en Chile trabajan fuera de sus hogares, ocupan puestos ejecutivos, lideran empresas, asumen funciones de representación social y política. Pero ellas, para no decir nosotras, siguen teniendo dificultades a la hora de conciliar horarios, cuidar a los hijos e incluso amamantarlos cuando son pequeños.
Afortunadamente aprobamos una ley hace un año, que permite avanzar en este sentido, pero muchas veces las trabas culturales persisten.
En Chile, dos de cada cinco mujeres mayores de 15 años trabaja o busca trabajo para lograr una mayor autonomía personal, realizarse o, simplemente, ayudar a su familia.
Y esa proporción no para de crecer, incluso en momentos económicos adversos como los que hoy vivimos.
Estábamos mirando unas cifras de desempleo últimas, y el desempleo aumenta, pero en hombres. Curiosamente en mujeres lo que se ha generado es aumento de la fuerza laboral. Porque frente a la crisis, más mujeres salen a buscar empleo, claro, pero también más mujeres están obteniendo empleo.
Pero los salarios siguen siendo un 30% más bajos y la tasa de informalidad es mucho mayor que en los hombres.
Y creo que debemos hacernos cargo de esta gran transformación.
Nuestras estrategias de combate a la pobreza y la exclusión, nuestro camino al desarrollo y a una mayor calidad de vida pasan, necesariamente, por sumar a más mujeres al mercado laboral y a la vida pública, y por un reparto más equitativo de responsabilidades, por un lado, y recompensas, por el otro.
Y permítanme graficar los resultados de algunos estudios para que podamos visualizar de lo que estamos hablando.
Usando datos de la CASEN 2006, Cieplan concluyó que un aumento de 4 puntos porcentuales en la tasa de participación laboral femenina del quintil más pobre de la población, permitiría reducir la pobreza por debajo del 10%.
En otro estudio anterior, de hace tres años, la economista Andrea Repetto planteaba que un aumento del 10% en las tasas de participación laboral femenina, elevaría el crecimiento del país en cerca de 5 puntos.
Porque esto no es tan sólo un tema de mayor igualdad de oportunidades, también es un tema aquí de competitividad y de productividad como país. Es decir, es un tema de igualdad, pero también es un tema económico.
Según el Informe de Competitividad Mundial 2008-2009, que elabora el Foro Económico Mundial, Chile mantiene la posición número 28 entre 134 países. Y no estamos muy contentos por aquello. Pero cuando uno entra a desglosar los contenidos, vemos que ocupamos el lugar 111 en la participación femenina en la fuerza de trabajo. Y eso que hemos mejorado.
Y también hay una bajísima participación en cargos directivos, esencialmente en el mundo privado, porque en el mundo público hemos hecho un esfuerzo grande porque las mujeres puedan llegar a ocupar las posiciones que se merecen.
Ustedes se preguntarán qué impacto pudiera tener una mayor o menor presencia femenina en puestos ejecutivos.
Y quiero mostrar -he comentado otras veces estos datos, pero creo que son datos que a veces se olvidan- dos investigaciones que lo señalan con claridad:
Según un estudio realizado entre 353 empresas del ranking Fortune 500, las empresas con más mujeres en cargos gerenciales obtuvieron un retorno sobre su patrimonio un 35% más alto que aquellas con menos mujeres en esos puestos.
Y en Francia se publicó hace muy poco otra investigación que muestra una correlación negativa entre la proporción de directivas mujeres y la caída de los precios de las acciones.
Y la explicación que se daba en este estudio era simple: y era que las mujeres, y lo da el estudio, para que no crean que aquí estoy aprovechándome de esta condición en este momento, es que las mujeres en posiciones de responsabilidad tienden a centrarse más en una perspectiva de largo plazo y a considerar los riesgos de manera más profunda.
Y si estamos hablando de riesgos, debemos reconocer que la estructura de riesgos que enfrenta nuestra sociedad es muy distinta a la del pasado, porque la gente vive más, se enferma de otras cosas y está expuesta a una mayor rotación laboral.
Hoy las mujeres tienen menos hijos, pero algunas se embarazan muy jovencitas.
Y no podemos dar la espalda a estas nuevas realidades, que obligan a diseñar respuestas políticas más masivas, por un lado, y más efectivas, por el otro.
Una cosa es que hablemos de palabras chiquititas sobre grandes programas, pero al mismo tiempo ya no basta con el programa chiquito por aquí y el plan piloto de una región de por allá. Porque lo que requerimos son políticas masivas, de grandes inversiones, que logren hacerse cargo de toda la realidad y no de un pequeño grupo.
Y es lo que nos propusimos cuando nos planteamos como eje central un Sistema de Protección Social, como lo hice yo, fundamental del gobierno. Un sistema amplio, de perspectiva universal, que llegue a todo el país y a toda la población.
Por supuesto que es un sistema que tiene prestaciones diferenciadas, porque algunas personas requieren más apoyo que otras. Pero se trata de un conjunto de políticas con noción de sistema, de todo un Estado que se pone al servicio de las personas, que las apoya para surgir y para emprender.
Y en ese marco, y Rebeca lo ha mostrado con mucha claridad, pero voy a señalarlo aquí nuevamente, hay dos políticas que me parece que destacan directamente y se relacionan directamente con lo que estamos hablando, por supuesto el programa Chile Crece Contigo y la Reforma Previsional.
Nuestras niñas y niños merecen mejores oportunidades de desarrollo, acorde a las necesidades de cada edad.
Siempre hemos dicho que tenemos un problema de desigualdad en nuestro país y que estamos enfrentando, pero también hemos dicho que la desigualdad parte desde la cuna, y por eso que desde ahí es que tenemos que generar mayores oportunidades.
Por otro lado, nuestras madres, nuestras mujeres, este enorme porcentaje de mujeres jefas de hogar, que requiere también tener la tranquilidad de dejar a sus hijos en buenas manos cuando salen a trabajar o cuando deciden salir a buscar un empleo, especialmente cuando este empleo puede ser, como pasa en lamentable ocasiones, precario o informal.
Y por esos motivos que el Chile Crece Contigo, dentro de un sinfín de actividades como estimulación temprana, como una atención, yo diría, multiprofesional, como visita en el embarazo en el domicilio, etc., un conjunto de cosas, considera, entre otras medidas, acceso a salas cuna y jardines infantiles gratuitos y de calidad para todos los menores que provienen de los hogares más vulnerables, este 40% más pobre de nuestra población, y que haremos esfuerzos por ir incrementando ojalá hasta llegar hasta el 60%, así como nos lo hemos planteado para la reforma a la previsión. Así como un conjunto de medidas legales destinadas a facilitar la inserción laboral de las madres trabajadoras y garantizar, al mismo tiempo, una mejor protección de la maternidad.
Los datos ustedes los conocen, pero siempre es bueno recordarlos, que cuando partimos en marzo del 2006, contaba el país con 708 salas cuna públicas gratuitas. Al finalizar este gobierno, habremos quintuplicado esta cifra, con 3.500 nuevas salas cuna desde Arica a Magallanes, y al año 2010 contaremos con 4.200. Y así, esperamos que esto sea un proceso que siga creciendo, de manera de ir abordando a toda la población infantil que lo requiera.
Y la Reforma Previsional marca otro hito. El sistema previsional que heredamos, concebido en 1981, cuando en Chile no había democracia, profundizaba las desigualdades entre hombres y mujeres al momento de la jubilación.
Y por eso, incorporamos una serie de medidas que permitieran mejorar la protección de las mujeres y avanzar en equidad de género.
Y es el caso del Sistema de Pensiones Solidarias, que garantiza una pensión básica o un aporte complementario a todas las mujeres, o de menores ingresos, o que no cotizaron durante su vida activa, o que sólo lograron ahorrar montos muy bajos. Y cuando hablo de no cotizar, por supuesto que incluyo a todas aquellas mujeres que aquí quienes me han precedido recordaban, mujeres que han trabajado mucho, pero sin salarios.
De manera complementaria, establecimos una serie de beneficios destinados a incrementar las futuras pensiones de las mujeres y nivelarlas con la de los hombres, como lo que se ha llamado la bonificación por cada hijo nacido vivo, o adoptado, la compensación económica por nulidad o divorcio, y la separación del seguro de invalidez y sobrevivencia para hombres y mujeres.
Y así como hemos sentado las bases del Sistema de Protección Social, y lo hemos adecuado al nuevo perfil de riesgos que enfrentan hombres y mujeres, también hemos actualizado nuestras políticas activas de empleo para facilitar el tránsito a un trabajo digno y productivo para las mujeres.
También aquí se recordaba lo que iniciamos en el sector público hace tres años, con el Código de Buenas Prácticas, que buscaba promover la equidad y la no discriminación entre hombres y mujeres -quiero decir sí que no es voluntario en la administración del Estado, ahí es un código que es obligatorio, es con las empresas donde se han adherido voluntariamente a seguirlo-, y así como con instancias de diálogo social para mejorar condiciones laborales.
Quisiera volver a agradecer a OIT y al PNUD por poner atención a uno de los mayores retos de nuestro tiempo: cómo conciliar trabajo, familia, vida personal, qué sellos dirían muchos ¿no?, en un marco de corresponsabilidad social, de modo que las tareas de cuidado sean compartidas entre hombres y mujeres, pero también, y creo que es clave lo que aquí se ha señalado, que el resultado del informe, por el Estado, el mercado, las familias y la sociedad en general.
Sí no ponemos fin a las tensiones entre trabajo y familia, las mujeres seguirán pagando alto costo, lo mismo que los menores, los adultos mayores y otras personas que requieren cuidados.
A la vez, el crecimiento económico, el funcionamiento del mercado del trabajo y la productividad de las empresas se van a ver perjudicados.
Pero estas instituciones, y eso es lo valioso del informe, no se quedan sólo en el diagnóstico. Nos proponen una serie de estrategias para redistribuir responsabilidades entre todos los involucrados en esta ecuación. Quiero reiterar, las personas, las organizaciones sociales, las empresas, los sindicatos y, por cierto, el Estado.
Aquí hay recomendaciones para adecuar nuestros marcos legales, para aprovechar el potencial de creación de trabajo decente en el área de los cuidados, para mejorar la capacidad de la seguridad social, para responder a las distintas necesidades de las personas, para proteger a los trabajadores migrantes y sus familias.
En suma, los quiero felicitar por este Informe y, sobre todo, por la perseverancia.
Pasan muchos años entre la formulación de ciertos conceptos, como puede ser "desarrollo humano" o "trabajo digno y decente", hasta que esos conceptos son asimilados por las personas, por los gobiernos y llegan a ser parte del sentido común.
Y ese es el mérito del PNUD y de la OIT: la perseverancia, el rigor, el compromiso con causas tan justas. Yo dudo que alguien que se precie de tener algún liderazgo pudiera decir que no está de acuerdo con el trabajo digno y decente, con el desarrollo humano, es decir, se han incorporado ¿no?, en el léxico político-social actual.
Creo que algo similar pasó en Chile con el concepto de protección social. Al comienzo de mi gobierno no era enteramente comprendido por todos. Era difícil comunicarlo. Porque era difícil hacerlo tangible, porque estábamos hablando de servicios, de prestaciones, no de obras físicas que pudieran verse.
Pero al igual que la OIT y el PNUD, perseveramos en ese concepto como sello principal del gobierno, y trabajamos seriamente para algo fundamental para que esto sea una realidad, que tuviera soporte financiero.
Y hoy día todo Chile habla de protección social. Todos los candidatos hablan de ello. Ha pasado a ser un objetivo indiscutido en la acción del Estado chileno y, naturalmente, no puede disociarse del empeño a favor del crecimiento económico y de la aplicación de políticas fiscales rigurosas, ajenas a cualquier forma de populismo.
Por todo ello, esperamos que estos nuevos temas, el trabajo y la familia, son viejos temas, pero son temas que hoy día están siendo como retomados como bandera con mucha fuerza, se instalen, más allá de ser banderas, como nuevos conceptos de la política nacional. Y yo puedo darles la garantía que seguiré trabajando en esa dirección.
Muchas gracias.
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