miércoles, 19 de agosto de 2009

Cuando los números no alcanzan para describir la pobreza

Las voces de un drama que se vuelve crónico.
Una realidad más visible en los últimos semestres y que terminó de consolidarse con la crisis. En ese dato coinciden referentes consultados por El Litoral y apuntan que la situación, que impacta también en la clase media, afecta además vínculos sociales e intrafamiliares. Y ponen el eje en el diálogo, los jóvenes, el trabajo y la educación.


Por Nancy Balza

Un presente precario y la falta de horizontes condicionan a muchas familias.

Nadie arriesga estadísticas, ni porcentajes ni cifras, ni cálculos basados en indicadores. En todo caso, las únicas comparaciones son las que surgen de la propia experiencia, de recorrer los barrios, de conversar con los mismos vecinos que un año o un año y medio atrás podían resolver sin tantas vueltas la ecuación entre ingresos fijos y gastos, o de aquellos que alentados por ese indicador infalible que es la construcción, se permitían imaginar algún cambio real a una situación que se les volvió crónica.

Los referentes consultados por El Litoral confirman que la situación social es tan compleja como se la imagina, afirman que desde hace un año y medio se viene agravando de manera lenta pero inexorable, y coinciden en que los planes sociales no alcanzan a disimular el abismo que significa quedarse sin empleo, aunque haya sido informal. Pero al diagnóstico suman aportes y, más allá de los matices, apuestan a un diálogo sincero y cercano con la gente, y a políticas de mediano y largo plazo, que trasciendan la coyuntura electoral y que tengan a la educación como uno de sus ejes.


Historias cotidianas

Axel Arguinchona es párroco de Nuestra Sra. de la Merced y referente de Cáritas Santa Fe, y advierte de antemano que a veces el número hace perder la identificación del ser concreto. Por eso es que, en lugar de acudir a estadísticas para graficar la situación que observa todos los días en las distintas sedes de la institución, aporta datos reales. Como la de aquel padre de familia que no puede darle a sus hijos lo que necesitan y que perdió su vivienda porque no pudo pagar el alquiler; o la de aquella pareja que sigue postergando un proyecto en común porque el título no les asegura trabajo; o la de aquella mujer de 70 años a la que encontró al costado de una vía revolviendo la basura en busca de comida.

Por si hicieran falta más datos, cuenta que “es grande la cantidad de gente que viene a pedir trabajo porque se ha quedado sin esa actividad que en muchos casos era temporaria”. Cáritas no da trabajo “pero la gente igual nos busca para ver si conocemos a alguien que haya ofrecido empleo, y eso tampoco está ocurriendo”.

Todas estas situaciones que se cuentan en pocas líneas, pero que se fueron forjando en meses o años, derivan en otras problemáticas que, para el sacerdote, no son menores: “inconvenientes en la convivencia diaria, dificultades en las relaciones interpersonales y un futuro hipotecado en las clases muy bajas donde el tema central es la falta de alimentación”.

Para Arguinchona, las circunstancias históricas que estamos viviendo son mucho más difíciles que 20 años atrás, porque “hay una situación coyuntural en el país que hace más difícil que se generen nuevas fuentes de trabajo. En esto es muy importante el diálogo: mientras no haya un diálogo fructífero, ameno, en el cual cada uno sepa resignar cuestiones sectoriales en beneficio del bien común, esto no va a salir adelante”.


Salud y educación

Jorge Jourdan, asesor del Movimiento Los sin Techo, asegura que la situación actual no es igual que la de 2001 o el pico que generó la hiperinflación en los ‘80. Pero lo que se encuentra hoy en los barrios es una pobreza crónica a la que la gente se va acostumbrando y va amoldando su vida a estos recursos. “El deterioro es muy lento; no se ve de un día para el otro; es -por si faltan definiciones- una pobreza desenganchada de los vaivenes económicos, sean positivos o negativos”.

Jourdán señala que “los planes de empleo, que son los que en general recibe más cantidad de gente, están congelados en 150 pesos y, si bien hubo otros planes que se sumaron, en general el grueso de la gente recibe esa cifra”, con lo que el poder adquisitivo cada vez es menor.

Para el referente de Los sin Techo “no hay una política que tome los problemas educativos y sanitarios de la población infantil y juvenil; se habla de las dos cosas como proyecto general pero al no tener una visión focalizada en esa realidad, no se aportan las respuestas necesarias”. “Si me preguntan qué perspectivas de salud tiene un chico que nació en 2009 y uno que nació en 2000, creo que más o menos la misma, independientemente de los ingresos que ha tenido la familia. Es posible que después de 2001 esa familia haya podido comprar algo, pero no cambiar el nivel social ni hacerse una casa”.


Necesidad de comer

Mónica Ledesma, presidenta de la Federación de Entidades Vecinales, percibe el agravamiento de la situación desde los servicios alimentarios, “adonde muchos chicos han vuelto con verdadera necesidad de comer”. Pero coincide en que, cuando la situación de pobreza se vuelve más compleja, se agudizan todos los problemas que acarrea la miseria: los vínculos, el abandono y la violencia”.

Para la dirigente vecinal, “si bien tuvimos una temporada en que pareció que la sociedad salía adelante, no se modificaron las condiciones de pobreza estructural y seguimos con los mismos males. Creo que hay, fundamentalmente, un problema de distribución de riqueza”. Si bien reconoce que se dieron algunos pasos adelante sobre todo para personas de la tercera edad que accedieron a una jubilación o una pensión, admite que otro proyecto como promover que la familia coma en su casa sería inoportuno “porque aumentó el número de chicos que asisten a los comedores”.

El tema del trabajo preocupa: “En los sectores de menos recursos, donde la gente tiene menos capacitación, la cuestión se resolvía en gran parte con la construcción, incluso entre los más jóvenes. Ahora, se nota que esa fuente de empleo también ha mermado”. No obstante, aclaró que el impacto también se acusa entre los sectores medios.


Otra mirada

Walter Gálvez es secretario de la Fundación Cristiana Evangélica de Santa Fe y director general del complejo educativo. Dr. Oscar Abdala. Desde ese lugar, afirma que “la pobreza se ha profundizado” y basa sus dichos en la situación que observa dentro de la institución educativa: “Cada vez tenemos más demanda de ropa, alimentos y útiles”. La situación se fue profundizando a partir del segundo semestre del año pasado aunque se está haciendo más palpable ahora.

El pedido de alimentos ha vuelto al primer plano. La otra demanda es trabajo por la caída de changas y actividades que se realizaban en forma informal.


Las mismas oportunidades

En Pompeya funciona uno de los centros de salud del Movimiento Los sin Techo, muy cerca del jardín, de la copa de leche y del centro de capacitación. Allí también se intenta hacer realidad esa consigna de que todos deben tener las mismas oportunidades. Viviana Regerone, referente del barrio, advierte de entrada: “Estadísticas no tenemos”. Y dice: “Nos concentramos en brindar atención primaria a la gente para que no tenga que trasladarse a otro barrio, y lo hacemos desde la prevención”.

Allí también se nota la pérdida del poder adquisitivo, pero aun así “queremos brindar la posibilidad de que los vecinos de acá tengan la misma atención que los demás, y que las cuestiones que son prioridad para otros chicos -como manejar Internet- también lo sean para los nuestros”.

“La sensación es que hay menos trabajo; no sé si formal pero ha decaído el informal que permitía al padre de familia llevar a la casa lo necesario”. Y grafica con un dato bien concreto: “Hace tres o cuatro años nos costaba encontrar dentro de la comunidad educativa a algún padre que pudiera realizar una labor en la escuela. No encontrábamos gasista, electricista, yeseros, albañiles. Hoy, en cambio, tenemos padres que se ofrecen a pagar la cooperadora con trabajo”.

Fabián Soler, secretario administrativo del Consejo de Pastores admite que se incrementa el número de familias que requieren de un asistencialismo, pero también “que la clase media está desapareciendo de la mano de un estilo de vida que ha cambiado muchísimo y con grandes aumentos, pero no de sueldos”. Todo esto conduce a que “la gente se angustie, se deprima y llegue a un estado de estrés muy alto que deriva en otras problemáticas familiares”. Más allá de plantear la importancia de que “cada uno coma en su casa y tenga su digno trabajo” y dijo que “hay que atender las necesidades y canalizarlas”.

En cuanto al trabajo que la iglesia que representa viene desarrollando en la ciudad desde hace ya varias décadas, consideró necesario que “el Estado tenga una respuesta más positiva con respecto a las instituciones que trabajan en serio”. “Se está trabajando en proyectos, pero de alguna manera vemos que no hay un nexo que permita ser más directivos y ejecutivos en esta problemática”.


Una prioridad

Marcelo Vorobiof, presidente de la Daia (filial Santa Fe) confirma que el incremento de la demanda social “es notable en los distintos frentes de la comunidad israelita de la ciudad”, y apunta que “en nuestro propio departamento de asistencia social que brinda ayuda a las familias carecientes de la comunidad, se nota en estos últimos tiempos un aumento en la cantidad de familias que se acercan con necesidades básicas insatisfechas”.

Para Vorobiof, la pobreza se agravó a principios de 2001, luego se estabilizó y logró disminuir “pero desde hace un año y medio se observa un incremento”. “La pobreza de aquél momento fue puntual pero ésta es crónica, lo que es preocupante porque no aprovechamos las fortalezas de los años de crecimiento”.

La institución que representa participa de la Mesa de Diálogo Santafesino -que reúne a credos, ONGs y entidades de la producción, entre otras- y “allí el tema de la pobreza es prioritario, porque definir cuestiones que tienen que ver con la educación, el trabajo y la familia, en la medida en que dé resultados, tienden a reducir la pobreza”.


En dos barrios

Para Walter Maggiolo, párroco de San Francisco Solano (Barranquitas), la pobreza se nota en la gente que llega a pedir ayuda, pero el tema tiene muchas aristas. Si bien admite que salir del asistencialismo -al que se llegó en medio de la urgencia- cuesta “horrores”, también consideró necesario reflexionar sobre que “el mundo moderno crea una necesidad y te vende un producto para satisfacerla, pero hay una sed mucho más grande en el hombre que no se termina de saciar y que tiene que ver con la cultura del trabajo, con el ahorro y el esfuerzo”.

Entonces, esa asistencia se vuelve necesaria pero “las instituciones y el gobierno tendrían que estar un paso adelante y generar opciones para integrar especialmente a los jóvenes, porque si no siempre vamos apagando incendios”.

Desde otro barrio del oeste, el párroco de Santa Rosa de Lima, Diego Ferrer, tampoco arriesga cifras ni estadísticas pero opina que hay elementos para pensar que la situación se está agravando: “Cualquiera que vaya al supermercado se da cuenta de que el ingreso de hace un año hoy alcanza para mucho menos”. Para una familia que dependía de un ingreso irregular, el cálculo es mucho más angustiante. El tema es que esta situación, con el solo hecho de permanecer en el tiempo, se va agravando cada vez más: “No es lo mismo un chico mal alimentado durante dos meses que durante un año y dos meses”, grafica.

Pero, “más allá de la crisis económica del país que vivimos todos los argentinos, me preocupa la crisis de escolarización, porque es muy complicado sacar de la calle y volver a integrar a los chicos que dejaron la escuela”. Entonces la pregunta es si “nos pasamos meses debatiendo si bajamos o no la edad de imputabilidad o vemos cómo hacemos para que los chicos encuentren un camino”. Para el sacerdote, en la medida en que no resolvamos el tema de la escolaridad, “que de acuerdo a las leyes nacionales es un derecho, que no aseguremos en la realidad -no en los papeles- el compromiso porque los chicos tengan una oportunidad de estudiar, con becas y acompañamiento”, cualquier horizonte seguirá siendo inexistente.

Para Ferrer, “la pobreza más grave no es la económica. De hecho cuando la persona no encuentra su propia dignidad, no le sirve que aumenten las posibilidades. A mí no me sirve que me hagan una autopista si no tengo algo con ruedas para recorrerla”.


Más allá del diagnóstico

Además de una lectura propia de la pobreza, según cómo la percibe cada uno desde su institución, las fuentes consultadas aportaron propuestas para modificar una situación a la que nadie debería acostumbrarse.

Para Axel Arguinchona (parroquia Nuestra Sra. de la Merced) el diálogo es fundamental, pero “tiene que ser un diálogo sincero, que se fundamente en la verdad. Es importante que nuestros dirigentes vayan al encuentro especialmente, no solamente, de los más necesitados. Y llamar a las instituciones que están trabajando todos los días codo a codo con ellos, porque tienen mejor conocimiento de la realidad no por números ni por fotos, sino por caminarla todos los días”.

Jorge Jourdán (Los sin Techo) apuesta al diálogo, pero “lo más cerca posible del barrio para poder escuchar a las familias que viven allí”. “Todos estamos de acuerdo en los derechos pero falta diálogo para implementar políticas de educación de los niños y los jóvenes porque si un tercio de los jóvenes no termina el secundario, ¿cómo no va a afectar el desarrollo de toda la ciudad?”.

Mónica Ledesma (Federación de Vecinales) sostiene que es necesario optimizar los recursos y articular junto con las organizaciones de la sociedad civil “que hemos puesto mucho trabajo en estos años para contener y revertir la situación; siempre el trabajo voluntario ha sacado del agua a mucha gente”.

Para Walter Gálvez (Fundación Cristiana Evangélica) el desafío es “seguir educando al niño y a través del niño generar contención y posibilitar un estilo de vida diferente a la familia basado en el esfuerzo, el trabajo y la búsqueda de una vida diferente”.

Fabián Soler (Consejo de Pastores) considera indispensable el empleo pero también “trabajar sobre los valores que enriquecen a una familia y no son tanto los económicos”.

Marcelo Vorobiof (Daia) apuesta a seguir trabajando desde lo social, incentivar el diálogo y apoyar aquellos proyectos que tengan destino económico, educativo y cultural porque permitirán generar mecanismos para la inclusión.

Fuente Diario El Litoral (Santa Fe)

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