La Habana, (PL) La recesión registrada en 2008 y lo que va del 2009 en Estados Unidos provocó una drástica caída de las remesas hacia América Latina, pues son precisamente los latinos uno de los sectores más fuertemente golpeados por la crisis en ese país.
Actualmente un 75 por ciento de las remesas que reciben los hogares latinoamericanos llega desde la norteña nación, pero los que tienen hijos, padres o esposos en otros países también sienten el recorte de la ayuda.
Según un informe del Sistema Económico Latinoamericano (SELA) las remesas recibidas por América Latina caerán un siete por ciento este año por la fuerte crisis económica global, o sea de 69 mil millones en 2008 a 64 mil millones de dólares en el presente.
Tales cifras fueron ratificadas por el Banco Mundial, el Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo, y un reciente estudio titulado Migración y Remesas en tiempos de recesión del Centro de Estudios de Diálogo Interamericano.
Sólo un 40 por ciento de quienes están desempleados continuarán enviando partidas de dinero y un 25 por ciento de los que tienen empleo remitirán cerca del 10 por ciento menos del monto que normalmente enviaban a sus familiares, explica el documento.
Con el hundimiento del sector de la construcción y un paro que supera el 11 por ciento entre los hispanos, ese sector poblacional siente muy de cerca los efectos de la recesión estadounidense.
Los hogares receptores sentirán el golpe especialmente en la segunda mitad de este año, cuando a la reducción de los flujos del norte se añadirá el aumento del desempleo en los países de la región.
Precisamente sobre el paro generalizado, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) informaron que más de un millón de personas en América Latina se sumarán a la lista de desempleados al final del primer trimestre.
Así, la tasa de desempleo urbano en Latinoamérica y el Caribe subió a 8,5 por ciento en ese período, desde el 7,9 por ciento en igual etapa del 2008.
Ambos organismo coincidieron en que se trata de datos detrás de los cuales están las historias reales de millones de mujeres y hombres para quienes el futuro ahora es incierto.
Esto significaría que entre 2,8 y 3,9 millones de personas podrían sumarse a los 15,9 millones de personas desempleadas que había en el 2008 en las zonas urbanas, de acuerdo al informe.
Antes de ese triste panorama las remesas crecían a tasas de dos dígitos, por el aumento de la población latina en Estados Unidos, pero la pérdida de empleos, la disminución de ingresos y la desaceleración del movimiento migratorio impacta entre los emigrantes latinoamericanos.
Los más afectados por esa caída de ingresos son Haití, Honduras, Guayana, Nicaragua y El Salvador y en general más de 50 mil hogares perderán una porción sustancial de sus ingresos, que en dinero significará casi el uno por ciento del Producto Interno Bruto de dichas naciones. A pesar de esas graves perspectivas, los emigrantes desempleados aún intentan cumplir con sus compromisos utilizando sus ahorros para mandar dinero a casa, lo que incrementa su marginalidad en los países donde viven, de acuerdo con las apreciaciones de las organizaciones humanitarias.
Para muchos de los millones de hispanos que envían remesas la crisis ha traído por lo menos la ventaja de una depreciación de las monedas latinoamericanas y por consiguiente su dinero enviado vale más, por lo que aún entre el 10 y el 30 por ciento de la población joven en América Latina sigue pensando en emigrar a Estados Unidos.
Precisamente en ese país el índice de desempleo entre los hispanos subió al 12,7 por ciento en mayo, un mes en el que la tasa general fue de 9,4 por ciento, la mayor de los últimos 26 años.
Esos datos del Departamento de Trabajo indicaron que el número de hispanos desempleados subió de dos millones 521 mil en abril a dos millones 843 mil en mayo, lo cual demuestra claramente la precaria situación económica para muchas minorías.
Desde que comenzó la recesión, en diciembre de 2007, la mayor economía del mundo ha perdido unos seis millones de puestos de trabajo, para un registro total de 14,5 millones de parados.
Pero la crisis también provoca tendencias inéditas en el complejo mundo de las migraciones, pues crecen muchísimo las remesas en corredores no tradicionales, al tiempo que los emigrantes latinoamericanos están dispuestos a viajar dentro del país receptor en busca de trabajo, algo que no hacen tanto los nacionales.
También se han detectado incrementos de remesas de Canadá hacia Estados Unidos, señal de que los emigrados se desplazan a ese país con el fin de encontrar oportunidades y dinero para los familiares en sus países de origen.
Especial importancia tienen las remesas para México, donde son una verdadera palanca de desarrollo para muchas zonas indígenas y rurales y el crecimiento de la producción, a pesar de lo cual se redujeron un 10 por ciento en lo que va de año.
Eso implica que los ingresos por envíos familiares registraron una merma de 931 mil 400 millones de dólares, según estadísticas de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos de esa nación.
Dicha organización precisa que en los años previos a la recesión, los hogares receptores de remesas crecieron de manera significativa desde principios de la década de los 90, por lo que entre 1992 y 2000 las familias beneficiadas con esas remisiones se duplicó al pasar de 660 mil a un millón 252 mil.
Para México los ingresos por remesas familiares llegaron a representar el 58 por ciento de las exportaciones de petróleo y 98,7 por ciento de las transferencias netas.
Además, estos ingresos superaron en 35,3 por ciento a la inversión extranjera directa y a los obtenidos por el turismo en un 89,2 por ciento.
Tales datos significan que, frente a la dificultad de encontrar empleo asalariado, amplios sectores de la población latina, en Estados Unidos y otros países desarrollados, en edad activa realicen actividades informales en los hogares o en trabajos por cuenta propia de escasa productividad e ingresos, con la lógica fundamental de sobrevivir, ellos y sus necesitadas familias.
(*) La autora es periodista de la Redacción Económica de Prensa Latina
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