CHIPATA, Zambia (OIT EnLínea) – Landilani tiene 22 años y es uno de los siete hijos de una familia de Mushoro, una aldea de Chiapata.
A la edad de 19 años, su padre organizó para que Landilani trabajará para una empresaria de Chipara, que había conocido porque iba a la aldea a comprar piedras preciosas. Cuando Landilani llegó a Chipara, su empleadora y él acordaron un salario de 150.000K mensuales.
Landilani se alojaba en el restaurante donde comía. Además, trabajaba como guardián para el restaurante. Sus deberes incluían barrer, limpiar, lavar los platos, regar las flores y trabajar en la granja.
Landilani trabajó durante tres meses en Chipata sin recibir salario, sólo apenas 10.000K para comprar indumentos. Más tarde, fue instigado a dejar el trabajo por el sobrino de la empleadora, que le prometió un trabajo en Katete. Landilani trabajó en la mina de piedras preciosas de su nuevo empleador durante dos semanas, antes de que lo transfirieran a un local nocturno donde trabajó dos años sin recibir remuneración.
Cuando Landilani comenzó a preguntar por el dinero, le dijeron que su trabajo había terminado y que otra persona había tomado su puesto. Le ofrecieron transporte hasta su aldea. Mientras tanto, el hermano menor de Landilani había sido reclutado por su primera empleadora en Chipata para reemplazarlo...
“Este caso demuestra cómo la vulnerabilidad de un joven puede ser explotada a través de promesas falsas, privándolo de su salario de manera sistemática y manteniéndolo en un empleo en contra de su voluntad. Pero en otros casos la línea entre la explotación laboral y el trabajo forzoso es menos nítida”, dijo Rogert Plant, jefe del Programa Especial de Acción para Combatir el Trabajo Forzoso.
Según el Convenio No. 29 de la OIT sobre Trabajo Forzoso, para calificar como víctima de trabajo forzoso, un trabajador debe estar imposibilitado de abandonar su trabajo a causa de una amenaza de castigo y debe realizar un trabajo en contra de su voluntad.
Según el nuevo Informe Global de la OIT, “El costo de la coacción”, “la mayoría de las veces, las personas víctimas del trabajo forzoso trabajan durante jornadas más largas y más días por semana que los trabajadores libres, a veces hasta 16 horas diarias y siete días por semana. Las horas extraordinarias no se retribuyen según tasas superiores a las correspondientes a las horas ordinarias de trabajo”.
Además de estar obligados a trabajar más horas por día, los “trabajos excesivos” incluyen a veces el trabajo de otros miembros de la familia, incluyendo los niños, que contribuyen a la producción de bienes y servicios sin recibir retribución alguna.
Durante los primeros meses de 2006, el Ministro de Trabajo y Seguridad Social de Zambia solicitó ayuda a la OIT para determinar si existía trabajo forzoso en el país. El Ministerio estaba preocupado sobre todo por las actividades de algunos “intermediarios laborales” en el sector minero, que habían sido acusados de explotar a los trabajadores que colocaban reteniendo una parte consistente de los salarios bajo concepto de comisión.
Fueron analizadas 1.500 demandas laborales registradas por el Ministerio y la Comisión de Derechos Humanos a lo largo de 5 años, la gran mayoría de nacionales de Zambia. Las demandas estaban relacionadas sobre todo con la falta de pago de salarios y prestaciones de fin de contrato; amenazas de despido o despido si el trabajador se quejaba; engaño en cuanto al tipo de trabajo; retención de documentos personales; salarios excesivamente bajos; traslado a un lugar de trabajo distante, sin repatriación posterior; y condiciones de trabajo muy precarias. Algunos trabajadores no habían recibido salario durante varios meses y, en pocos casos, durante varios años.
Se vieron tres sectores en los cuales los trabajadores eran particularmente vulnerables a la explotación, debido a la naturaleza informal del trabajo o el uso de intermediarios en la contratación: minería, trabajo doméstico y agricultura. Ulteriores investigaciones de campo buscaron las interrelaciones entre migración, trata y trabajo forzoso.
“El gobierno de Zambia es pionero en enfrentar estos problemas que, por supuesto, afectan a muchos países de África y de otros continentes”, explicó Rogert Plant. “Estimularemos a otros países a seguir este ejemplo, a investigar y abordar los factores que empujan a mujeres, hombres y niños pobres a asumir riesgos que pueden desembocar en casos de trata o trabajo forzoso. Debemos poner fin a la impunidad de sus explotadores”.
Para combatir estos problemas, el gobierno de Zambia desarrolló una política anti trata y nuevas leyes, y estableció una comisión interinstitucional sobre el tráfico de seres humanos. Se están organizando servicios para las víctimas de la trata, como centros de acogida y asesoría. El ministerio de Trabajo y Seguridad Social está revisando las disposiciones legales e institucionales para la reglamentación de las agencias privadas de empleo, y fortaleciendo sus servicios de inspección laboral, una tarea difícil en un país de las dimensiones de Zambia.
“El trabajo forzoso es la antítesis del trabajo decente. Al transmitir su mensaje de manera clara, demostrar lo que puede hacerse e ilustrar las implicaciones políticas, la OIT puede ejercer un liderazgo mundial sobre el tema de los derechos humanos, que cada día despierta mayor preocupación en el mundo” concluyó Roger Plant.
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