viernes, 26 de noviembre de 2010

La sociedad olvidó al anciano - Caracas - EL UNIVERSAL

La sociedad olvidó al anciano - Caracas - EL UNIVERSAL

JAVIER BRASSESCO | EL UNIVERSAL
jueves 25 de noviembre de 2010 12:00 AM
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Casi todos los días, a eso de las dos de la tarde, a Estefanía le da por gritar. Con una contundencia impensable para sus noventa años, grita que la quieren matar y pide ayuda. Eso es lo de menos: tira la ropa por el balcón, orina la cama y dice que llovió, se niega a usar pañales, prende luces en mitad de la noche, despierta a todos, maldice a quien intenta bañarla...

La vejez intranquila de algún familiar es una amenaza latente en la vida de casi cualquier persona, y más en una ciudad como Caracas, que ofrece pocas alternativas de cuidado para personas de la tercera edad.

Claudio Pacheco, sobrino de Estefanía, ha intentado ingresarla en un geriátrico del Seguro Social, pero ha sido imposible, y no dispone de los 4 mil bolívares mensuales que costaría, como mínimo, internarla en uno privado.

Su esposa, Marlene, siente que está hipotecando su vida, pues todo su tiempo y energía debe utilizarlos en el cuidado de Estefanía y también en el de su suegro Pastor, de 85 años. "Los fines de semana todos mis hijos buscan dónde ir para no estar aquí. Yo ni siquiera puedo hacer un poco de ejercicio, que tanta falta me hace", dice.

Demanda en alza

En pocas instituciones la demanda es tan estrepitosamente superior a la oferta como en los ancianatos públicos del país: según el último censo de 2001, el 6% de la población venezolana es mayor de 65 años, lo que arrojaría hoy una población de alrededor de un millón y medio de "abuelos". Sin embargo, en todo el país existen 33 geriátricos a cargo del Seguro Social y en estos la capacidad ronda las 3 mil camas.

En Caracas existen muy pocas alternativas fuera del Seguro Social y el ámbito privado. Uno de los más antiguos es el Asilo de la Providencia, es regentado por la orden Hermanitas de los Pobres de Maiquetía desde 1892. "La demanda ha crecido mucho, nosotras apenas nos damos abasto con los 80 que atendemos", dice la hermana María Josefina Escalona.

Es algo que también puede certificar cualquier persona que trabaje en alguno de los geriátricos del Seguro Social. El San Juan de Dios (Vista Alegre), por ejemplo, tiene solo 50 cupos y se rechazan entre diez y veinte solicitudes cada mes.

Los ancianatos "públicos" en Caracas son por lo general instituciones privadas a las que el Seguro Social les paga 112,5 bolívares por día y por cama, y es el organismo el que decide (a través de la División de Clínicas) quiénes ingresan y el que vela por que se cumplan ciertas condiciones (que haya por lo menos una enfermera cada diez internos, por ejemplo).

Pero intentar conseguir un puesto allí suele ser toda una odisea: primero que nada es necesario que la persona esté asegurada o pensionada por el IVSS (lo que descarta de plano a la mitad de la población, que forma parte de la economía informal), luego se necesita un informe médico (el llamado 15-30) emitido por un médico adscrito al Seguro, dicho informe pasa a la división de Trabajo Social del hospital (un trabajador social debe visitar el hogar y tomar en cuenta en el entorno socioeconómico) y finalmente éste hace una solicitud al seguro. El proceso es largo y muchas veces infructuoso, por lo que lo más común es que los ancianos terminen dependiendo de sí mismos o de la disposición, buena o mala, de algún familiar.

Decía Camus que la vejez es un naufragio, y eso no lo va a cambiar ningún sistema de pensiones ni ningún jardín de geriátrico. Pero también en un naufragio hay matices, y el nivel de avance de una sociedad bien puede ser determinado por la manera en que trata a sus ancianos y sus presos. De ese juicio la venezolana no saldría muy bien librada.

Tal vez esos gritos de Estefanía pidiendo ayuda no brotan solo de la demencia senil.

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