“Miles viven con derechos limitados”
POR GUSTAVO ADOLFO MONTENEGRO
Tal situación provoca que la población tenga pocas opciones hacia el futuro. “Miles viven con derechos limitados, por los bajos ingresos, la violencia y falta de representación”, dice Figueroa, quien presentó la semana recién pasada el libro ¿En el umbral del posneoliberalismo?, en el que analiza al actual gobierno y a algunos países sudamericanos.
Parece que en este país hay pocos motivos para el optimismo.
Decidí intentar un retrato analítico del país y del gobierno de Álvaro Colom, porque se autoconceptúa como de izquierda, y como parte de la ola de cambios políticos que se han observado en América Latina. Sin embargo, yo le oí decir una vez que es de una izquierda light, y tiene que ser así si quiere hacer gobierno, porque no hay un vigoroso movimiento social ni tampoco es un país con hidrocarburos. Es una economía sustentada en las remesas, la maquila, el turismo y el narcotráfico. No hay un Estado vigoroso, sino más bien lleno de precariedades, casi fallido, que coexiste con poderes fácticos y poderes ocultos, como La Cofradía, El Sindicato y otras organizaciones que operan en la clandestinidad.
Por si fuera poco, están las 30 o 35 grandes familias que constituyen el poder económico, con una cultura política anticomunista, en un país de gran complejidad cultural y enormes desigualdades sociales. En ese marco es difícil ser presidente y el actual gobierno sirve como objeto de análisis.
Quizá por eso hay quienes anhelan el autoritarismo.
La burguesía guatemalteca bautizó un viaducto con el nombre del dictador Jorge Ubico, lo cual refleja esa cultura política, pero más allá también denota la aceptación que tiene el discurso simplista autoritario de la derecha contrainsurgente, que parece una solución ante la desesperanza imperante.
¿Qué piensa sobre la condición de Estado fallido?
El problema de seguridad es complejo y no se arregla solo con mano dura, sino haciendo reformas estructurales profundas que generen esperanza a cientos de miles de jóvenes que llegan a la edad laboral y no encuentran trabajo. Su opción es trabajar en un centro de llamadas, la economía informal, irse a EE. UU. o entrar en la infantería del crimen organizado. La juventud está en clarísima situación de riesgo por ausencia de oportunidades. Todo ello refleja la crisis del neoliberalismo: se agotó un paradigma que hace 30 años nos ofreció la prosperidad y el crecimiento.
¿Cómo generar un nuevo modelo?
Hay que empezar por un movimiento social activo. Vivimos una democracia en la versión acuñada por Joseph Schumpeter: como un procedimiento para elegir cuál de las élites va a gobernar el país; una simple movilización de ciudadanos el día de las votaciones. Es una visión muy limitada y que ha sido cuestionada. La izquierda y la derecha coinciden en que las reglas de derecho democrático no se pueden evadir, pero los movimientos de verdadera izquierda buscan una democracia participativa con justicia social.
¿Qué ocurre si no se da?
Es una democracia de baja calidad y con hechos que atentan contra su sostenimiento, que es lo que vivimos hoy en Guatemala. ¿Cómo es posible pensar en democracia si hay miles de ciudadanos desciudadanizados, limitados en sus derechos por la pobreza? Los movilizan clientelarmente por migajas, y en esto incluyo el asunto de Mi Familia Progresa, un programa que podría ser bueno, pero actualmente es vulnerable a hacerlo de uso clientelar.
Debería haber metas claras y registros fieles.
Que haya transparencia. No estoy de acuerdo con que se le llame populista, que es un término que acuñó la derecha para criticar lo que no les parece. Sin embargo, creo que podría hacerse un uso clientelar, si no es integral.
¿Qué necesitaría el próximo gobernante?
Es importante que un político se rodee de un grupo de analistas, asesores que tengan un expertaje en distintos temas. Pero no solo de tecnócratas, sino gente que tenga una posición ideológica y, sobre todo, que asuma la responsabilidad de sus posturas y decisiones.
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