Hace tres años, Felipe Calderón lanzó su candidatura a la Presidencia, prometiendo ser el “Presidente del empleo”. “Para que vivamos mejor los mexicanos necesitamos empleo y no deudas, necesitamos empleo y no crisis económicas”, decía en campaña.
A tres años, el saldo que presenta su gobierno en la materia es pobre: México tiene 1 millón 189,622 desempleados más que en el 2006. Este primer trienio es el peor registrado de los últimos tres presidentes y la inflación supera los incrementos en salarios.
En cuanto a igualdad de género, los números cuentan una historia decepcionante: las mujeres superan a los hombres en desocupación y trabajo informal.
Las cifras revelan que de los tres años de gobierno, el 2009 ha sido el peor en materia de desempleo. Los meses de junio y julio presentan la pérdida de empleo más grande de lo que va del sexenio.
A diferencia del mercado laboral de otros países, que frente a la crisis económica global han tenido la capacidad de adaptarse, el mexicano ha demostrado ser poco flexible.
Una mirada a lo que sucede por sectores nos basta para observar que aquellos empleadores que crecieron no contrataron a más trabajadores, y que aquellos que perdieron ingreso no despidieron a todos los que debían. Aun así, el saldo es deficitario.
¿Y la reforma laboral? En el olvido.
Lo que la crisis se llevó…
Entre el 2006 y hoy, aquellos mexicanos que lograron mantenerse empleados (o auto-empleados), aunque tienen motivos para celebrar, los tienen también para acongojarse: si su ingreso real es menor al que tenían en el 2006, han tenido que moverse entre sectores de la economía y/o a empleos con ingresos menores, han perdido.
De la fábrica a la banqueta
El efecto es inmediato: conforme aumenta la tasa de desocupación, aumenta la proporción de mexicanos en la población ocupada, que lo hacen en el sector informal de la economía. Para el segundo trimestre de este año, 28% de quienes son contabilizados como “ocupados” laboran en la informalidad; esto es, más de 12 millones de personas.
Efectos inesperados
Cuando el desempleo tiende a crecer se generan consecuencias sociales no esperadas. Evaluamos dos: la incidencia de delitos patrimoniales y el número de huelgas. Para sorpresa de algunos e inquietud de todos, la relación es positiva.
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