miércoles, 18 de febrero de 2009

MEXICO SA

Con la economía estadunidense reventada y echando chispas por todas partes, y la mexicana al borde del naufragio, el secretario calderonista de Economía muy orondo aseguraba, a comienzos de octubre pasado, que resultaba ocioso tomar medidas extraordinarias, porque sería anticiparnos a algo que todavía no pasa. Seis días después de su magistral declaración, el peso mexicano se devaluó, el país vecino se hundió por completo, y el ocio gubernamental se tradujo en una precipitada estrategia mediática para asegurar que aquí no pasa nada, mientras la población recibía la metralla.

Pues bien, a pesar de la reticencia gubernamental de reconocer el impacto real de la crisis en la economía mexicana, aquel orondo secretario de Economía ahora tímidamente estima, desde París, que de 250 mil a 300 mil empleos formales se i-rían al caño en este ocioso 2009, una estimación que a todas luces resulta por demás estrecha si se confronta con la realidad y se recuerda que sólo en enero pasado 128 mil mexicanos que se empleaban en el sector formal de la economía nacional de la noche a la mañana pasaron a engrosar el ejército de reserva.

En aquel octubre, el ínclito funcionario (una de la joyas del gabinetazo calderonista, cuya única virtud es ser muy cuate del inquilino de Los Pinos) justificaba el ocio gubernamental, pues primero era necesario conocer cuál es el impacto del sistema financiero americano a los bolsillos de los mexicanos, y después, su hubiera tiempo, saber qué hacer. Bien, a pesar de la contumaz negación de la crisis y sus efectos, Ruiz Mateos muestra avances: del aquí no pasa nada, ha llegado a reconocer el riesgo de pérdida de empleos formales a lo largo del presente año. Hasta 300 mil, según sus cálculos, porque en una economía que va a decrecer cerca de uno por ciento, es evidente que vamos a tener cierta pérdida de empleos.

Casi 43 por ciento de la citada estimación de Ruiz Mateos se materializó en el primer mes de 2009 enero, cuando según cifras oficiales se cancelaron 128 mil puestos de trabajo en la economía formal. Así, en sólo tres meses (los dos últimos de 2008 y el primero del presente año) unos 541 mil empleos formales se fueron al caño, una dinámica que no precisamente fortalece la tesis parisina del ocioso funcionario.

Si en tiempos de paz económica la economía mexicana, en promedio, no genera más de 190 mil empleos formales por año, qué será en tiempos de guerra. Qué más quisieran los mexicanos que la estimaciones oficiales (alentadoras o no) fueran medianamente certeras y coincidieran con la realidad. Pero lamentablemente no es así. Hasta 300 mil empleos formales cancelados suena a muy poco, dada la espeluznante dinámica económica y su repercusión en el ámbito laboral. Hay que recordar, también, el más reciente informe del INEGI, en el que advierte sobre los 750 mil mexicanos que en 2008, en plena Presidencia del empleo, fueron obligados a ingresar al ejército de reserva, llevando la tasa oficial de desempleo abierto a niveles verdaderamente críticos y cada vez más cercanos a los reportados en 1995, años de la gran crisis.

Recientemente la Cámara de Comercio en Pequeño (Canacope) de la ciudad de México, reveló que en el último mes se sumaron al sector informal casi 60 mil nuevos comerciantes, con lo que ahora se estima que hay un millón 160 mil nuevos puestos callejeros. Bajo esta perspectiva se entenderá que no habrá programa o proyecto de gobierno que logre rescatar las zonas afectadas por el comercio informal, pues por el fenómeno que genera la crisis económica, las calles se volverán a ver asediadas por informales (El Universal), toda vez que a la gente no se le quita el vicio de comer.

De mucho tiempo atrás, esa ha sido la moneda de cambio: se cancelan empleos formales, y de inmediato se recurre a las válvulas de escape, las cuales puntualmente retroalimentan a cuatro segmentos específicos: emigración, informalidad, desempleo abierto y crimen organizado o desorganizado, cuyas estadísticas laborales rebasan, por mucho, a las del sector formal de la economía.

Resulta deprimente el balance de la política laboral. En 2008, de acuerdo con el INEGI, sólo 14 millones de mexicanos en edad y condiciones de laborar (alrededor de 30 por ciento del total) estaban registrados en el IMSS; más de 31 millones (el 70 por ciento restante) sobreviven en el desempleo absoluto, el subempleo, la informalidad, sin considerar la precariedad salarial y contractual.

Lo anterior puede ser producto del ocio gubernamental (de antes y ahora). Probablemente las autodenominadas autoridades estén en espera de conocer a detalle cuál es el impacto de esta terrorífica situación laboral y social en el país, para, según dicen, actuar en consecuencia. Pues bien, les queda muy poco tiempo, porque la olla de presión está a todo lo que da.

Y como postre, alrededor de medio millón de transportistas en el país (cifras según sus organizadores) no quieren esperarse hacia finales del verano (Calderón dixit) para que lleguen las vacas gordas prometidas por el gobierno federal, y decretaron un paro de actividades como protesta por el incremento al precio del diesel, y amenazan con una huelga indefinida si no obtienen respuesta satisfactoria del gobierno federal, que hasta ahora ni por aproximación han recibido. Estiman que el mencionado paro afecta 22 estados de la República, especialmente los del sur.

Las rebanadas del pastel

Los iluminados anticatastrofistas atacan de nuevo: dice el secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo, que el deterioro de la imagen mexicana en el exterior “se debe básicamente a la insistencia de algunos medios de comunicación de darle mucha importancia a todo lo que sucede en el país en materia de crimen organizado, narcotráfico (crisis económica, añade México SA), y esto ha ayudado a que la imagen de México en el exterior se deteriore… esta difusión de noticias sobre el crimen organizado hasta ahora no ha dañado la afluencia turistas, pero en nada favorece”. ¡Ánimo Negro!, que ya viene el verano calderonista.

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